Una pequeña caja fue puesta en mis manos.
No sólo era un anillo, también era una cuerda. Lo miré sin entender y rodó sus ojos, sacó la soga y comenzó a atar mis muñecas, lo miré con el ceño fruncido, se acercó a mi oído y susurró.
-Cuando te cases conmigo estarás atada a mí, porque así lo he decidido y será para siempre.
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¿Tenías que ser Tú?
Historia CortaPara un hombre, obtener él rechazo de una mujer puede ser un tiro al blanco en su ego. La venda impuesta por la irrealidad en nuestros ojos puede jugarnos a favor o en contra, la aprovechamos y nos permitimos vivir conforme a lo que soñamos, o atent...