Veinte

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Una pequeña caja fue puesta en mis manos.

No sólo era un anillo, también era una cuerda. Lo miré sin entender y rodó sus ojos, sacó la soga y comenzó a atar mis muñecas, lo miré con el ceño fruncido, se acercó a mi oído y susurró.

-Cuando te cases conmigo estarás atada a mí, porque así lo he decidido y será para siempre. 

¿Tenías que ser Tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora