Autodestrucción.

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   En un instante de levantar la mirada con sobriedad y vergüenza, hacia la embriagante cima de la que alguna vez fuimos protagonistas. Me pregunto desde el fondo de mi propia fosa de autodestrucción si en verdad alguna parte de todo este sufrimiento, auto infligido, nos deja algún atisbo de sabiduría, de aprendizaje, conocimiento, algo...

Si cada herida provocada por descuidos y exceso de confianza (incluso en uno mismo) nos hace eruditos del dolor o sólo espíritus insolentes buscando una razón para justificar nuestra estupidez.

Después de todos estos años y de tantos combates conmigo mismo no he logrado encontrar lo que sea que estoy buscando. Comienzo a creer que lo único que necesito es inspiración. Real y pura. Y no solo un romance que me provoque un par de eróticos versos más. Cuerpos vacíos, mentes superficiales y espíritus quebrantados por la vanidad, es todo de lo que he sido testigo en este proceso y en lo absoluto ha satisfecho la voraz hambre de mi alma. Por lo contrario, por un momento llegué a sentirme parte misma de ese narcisismo vanal.

Podrá sonar engreído, incluso como un shock de narcisismo, y tal vez lo es. Pero terminé construyendo un cuerpo fuerte, digno de cualquier batalla. Trabajé cada músculo de mi fisionomía ardiendo de osadía, sin perder nunca el equilibrio del ideal. Forjé una mente determinante, disciplinada. Aprendí todo lo que podía aprender en cada letra, en cada palabra, en cada detalle. Me convertí en un guerrero, dominando cada disciplina física e intelectual. Pero a nadie pareció importarle la fortaleza de mi mente, de mi espíritu, tan sólo la superficie. ¡Maldición! Por más estúpido que parezca, aquella idea fue tan contrastante e imponente. Tan terrorífica. Aplastante. Tanto que terminaron por convencerme que no era más que un buen trozo de carne, vacío y roto por dentro.

Así fue como, vacilante, perdí por completo ese equilibrio que tanto me había enfocado en mantener. Y junto con él perdí la confianza. La paz. La cordura. Lo perdí todo.

Entonces, ¿De qué demonios sirve todo esto? ¿Cuál es la razón de todo el esfuerzo, de todo el trabajo duro? ¿Para qué entrenar cuerpo, mente y esencia si este mundo de vanidad sólo te consumirá como un pedazo plástico más? ¿Por qué no, entonces, ser tu propia arma de autodestrucción en lugar de permitir que los demás te quebranten el espíritu y te dobleguen a su voluntad?

¿Por qué no vivir con sarcasmo y proyectar la excelencia corporal mientras uno sigue muerto por dentro?...

O, ¿Por qué no levantarse tan sólo una vez más y contrarrestar el golpe de realidad con una sangrienta sonrisa de ironía ante la vida?

Última nota después de tocar fondo. 
~Drachen~


Escrito en Prosa para el Fantasma de Tu Ausencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora