La Frecuencia del Caos

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Estancado en un instante de conmoción en el que golpea como agua fría la inspiración, demasiado vívida y nítida como dejarla ir, solo da vueltas en mi mente tu imagen y su contradictoria pertenencia. Sin duda un rostro de escalofriante atracción con una ladeada sonrisa que revela más de lo que debería. Una mirada profunda, pero no de aquellas que te obligan a mirar hacia otro punto, sino de esas que te atrapan y si bajas la guardia te arrastran al más profundo averno consigo. Quiero más, tú haces que lo desee, que anhele con desesperación profundizar en tu ser y descubrir quién eres, pero tu inherente frialdad alejaría a cualquiera sin dudar.

Y lo lograste. Tras un sinfín de esfuerzos no fructuosos, acciones sin color y sin sintonía en respuesta, solo me exiliaste de toda intención que alguna vez pude haber poseído. Porque, hasta el más habido de los guerreros sabe cuando abandonar una causa caída, sin sentido, para no perder la dignidad o la vida.

Con un cuantioso sufrimiento, no recompensado, por cierto, me sometí a una desintoxicación. De ti. De tus palabras, de tus gestos, de tu distancia, de tu condescendencia, de tu falta de interés. Y tras soles de depresivos arranques y penumbras de ansiedad y necesidad, me liberé finalmente de tu dosis. Lo cual, mi amigo, ha sido más difícil que dejar la felación o el alcohol. La adicción a una persona es bastante peor porque en lugar de llevarte en línea recta y propiciar siempre el mismo enervante efecto, tú me has privado de todo lo demás en tu montaña rusa de emociones y decepciones, en la que no existe tiempo suficiente para abandonar. Solo asciendes y desciendes, viras y enderezas en un sinfín interpretaciones contradictorias que jamás me has permitido descifrar. Has sido tan cálido y gélido en tu comportamiento que siempre fue difícil leerte entre líneas. Pero las últimas lunas, solo dejaste de ser. Solo me dejaste en el olvido, como quien se cansa de un mismo juego y lo guarda, se olvida de él, tal vez, para siempre.

Claro que, un corazón roto cambia la perspectiva de cualquiera. Y no, difiero con aquella melodía que canta que un corazón roto es ciego, porque no lo es. Sino por el contrario. Aturdido, deja abrir paso finalmente a la certera realidad, sin más engaños que aspirar. Y ahí estabas de pronto, hecho completamente pedazos por una despiadada fiera que, tal vez, se dio cuenta de quien en verdad eras. Y yo estaba a punto de averiguarlo también.

En un ocaso como cualquiera, esperaba como de costumbre tu insistente frialdad, ya que por azares del destino tenemos que seguir cruzando frecuentemente nuestros caminos. Te acercaste, demasiado. Claro que lo primero que pensé es que pasarías de largo como las últimas semanas, como quien evita la mala fama. Pero no fue así, esta vez permaneciste con una mirada un tanto perdida que gritaba desesperada por ayuda. Como usualmente hacías, no me miraste a los ojos y solo comenzaste hablar como si un centellante estruendo tuviera que escapar de tu pecho antes de asfixiarte en tu propio sufrimiento. Hubiera sido bueno verlo.

Me buscaste como un niño desesperado, perdido, que solo anhela que alguien lo guíe a casa. Un chantaje perfecto has logrado con ese mar de lágrimas, que se clavan en mi como espinas abrasadoras, que queman y conmueven al mismo tiempo. Es difícil negarse a construirte de nuevo, a restaurar cada parte para volverte a reconocer. Era predecible que, sabiendo todo lo que siento por ti, no dudaras en pedirlo, no sintieras ni un poco de vergüenza al acudir a mi regazo. Lo entiendo, ha sido culpa mía desde el principio por permitirlo.

Vulnerabilidad total en la recaída, -con que así es como se siente, eh-, como ir cayendo en una profunda oscuridad sin fondo, con el vértigo que provoca la velocidad y sin poder sostenerte de nada para evitar caer más, solo dejas de luchar y te hundes por completo en aquella mediocridad. ¿Valdría la pena?

Jamás había sentido el tiempo transcurrir tan lento en mi vida, esperando cada segundo que por fin cerraras la boca para poder escapar de ahí. ¿Cómo alguien tan (a simple vista) perfecto, podría ser tan vacío y trivial? Redundando en los clichés que el resto del mundo presumía por ser "original". Parece de pronto, que tu belleza se esfumo con esa última anécdota de tu pérdida de conciencia gracias al alcohol y tu falta de moderación. Parece que, con cada palabra te tornas más banal y corriente. Difícil de seguir escuchando. Solo asiento con mi cabeza a tu intrascendente diálogo mientras pienso - ¿qué demonios hago aquí? - Mis labios inmóviles y mi mirada cansada de verte, solo combinan con la divagación de mi mente en otros temas más interesantes que tú en este momento. ¿Acaso no te conocía ya? ¿No llevábamos casi un año y medio de habernos encontrado? ¿Qué sucedió de pronto? ¿Este es el verdadero tú?

Al parecer nunca había pasado tanto tiempo a tu lado como ese día y fue suficiente para profundizar en tu ser, como siempre lo había querido, como siempre lo había deseado, para encontrar... ¡nada! Para terminar asteada del tipo de persona que eras, y de la clase social con la que convivías día a día. Que desperdicio, qué trágica coincidencia. Y para variar, no dejabas de hablar, como si de pronto todo lo que tuviera que salir de tu boca fuera prioridad en el mundo. Volteando los ojos ante la increíble exasperación que le causarías a cualquiera con un poco de cerebro, espero de corazón que no lo hayas notado. Porque no son las circunstancias adecuadas para decir la verdad y dejarte más roto, o más loco. Te miro fijamente, por un instante, y por fin veo un tinte de felicidad en tus ojos, casi como si tu expresión se creyera que en verdad estás alegre, al menos por un momento en esta semana tormentosa para ti. Y debo decir que, por un momento he logrado sentir de nuevo que esto es sobre ti, no sobre mí.

Terminar con una condescendiente frase fue lo que necesitaba para escapar un rato, y ya no regresar, dando por entendido que era todo. O al menos suponerlo.

-Vaya, por fin te fuiste- Un sentimiento de alivio me inundó el alma al mismo tiempo que una tortuosa confusión me noqueaba por lo que acababa de pasar. Solo terminé mi rutina del día y fui a casa, para virtuosamente encontrarme con un mensaje tuyo agradeciendo por el día que recién acabábamos de pasar. Solo pude quedarme inmóvil como quien recuerda haber olvidado algo de exigente importancia. ¿No era esto lo que tanto había pedido? ¿No se había de pronto cumplido mi estúpida fantasía de que estuvieses tras de mí cada día? Como un cazador que con disimulado aprecio habría permitido invadirme hasta lo más íntimo sin dudarlo.

Sólo puedo decir que, esta trágica escena se vuelve con los días más exasperante y forzada que cualquier mala improvisación. Carente de sustancia. Solo corriente y grisácea. Como tú detrás de la máscara.

Pero no ha terminado.


Para un alma cansada e insatisfecha -I.R.J.- 

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⏰ Última actualización: Apr 05, 2021 ⏰

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Escrito en Prosa para el Fantasma de Tu Ausencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora