1_ Sentimientos

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Era un día lluvioso en París. Una tormenta pasajera descargaba su fuerza sobre Francia. Las gotas de lluvia golpeaban furiosamente los cristales de los parisinos. Era lunes. las puertas se abrían, las luces se encendían en  las casas, los coches circulaban por las calles, comenzando así un nuevo y agetreado día. En algún lugar de la ciudad, una alarma sonó. La chica de pelo oscuro se levantó con desgana de la cama. Con los ojos todavía cerrados, se levantó y se preparó para ir al instituto. Como cada día, bajó las escaleras y, tras desayunar, salió apresurada de casa. Una vez más llegaba tarde. 

Sentía el chapoteo de sus pies en la acera poblada de charcos. A pesar del paraguas, sentía que la lluvia le calaba la parte baja de los pantalones. Pero no tenía tiempo para pensar en ello. Tenía que acelerar o legaría más tarde de lo normal, si eso era posible. Atravesó la calle y subió los escalones del edificio a gran velocidad. Cerró el paraguas y se dirigió a clase mientras alguien le decía sobre su hombro:

-¡A ver cuándo es el día que llegas temprano, Marinette!

-Creo que eso es imposible, Tikki-dijo la chica encogiéndose de hombros-. Ahora, escóndete.

El pequeño kuami rojo se refugió en el bolso de su portadora antes de que ella abriera la puerta y entrara en el aula. La profesora ya estaba escribiendo algo en el encerado. Por ello, sin hacer ruido, se aproximó de puntillas hasta su sitio. Allí ya estaba Alya, su mejor amiga. Cuando se sentó, la saludó con un gesto y sacó el libro de historia. 

Y así empezó un nuevo día para nuestra prodigiosa protagonista.

* * * * * * * * * 

En la hora del recreo, Marinette y Alya caminaban por el patio interior, hablando de sus planes de esa semana. Planeaban quedar para ir al cine una de esas tardes. Tan ensimismadas estaban en su conversación que no se percataron de las personas que estaban delante de ellas. De repente, Marinette se chocó contra alguien, perdió el equilibrio y cayó al suelo. Maldijo su torpeza mientras se frotaba la espalda, allí donde había recibido el golpe.

-Lo siento, no te había visto.

Una mano apareció delante suya. Sin pararse a pensar en la voz que se había disculpado, que tan bien conocía, tomó la mano de aquella persona. Esta la ayudó a levantarse mientras la chica decía:

-No, la culpa es...

En cuanto su mirada se encontró con la de aquellos increíbles ojos verdes, las palabras abandonaron sus labios y el aire sus pulmones. No podía creerse que estuviera enfrente de él. Se encontraba frente a aquel rubio que consideraba un ángel caído del cielo. Se quedó paralizada mientras su corazón empezaba a latir a mil por hora. No podía apartar sus ojos de los de él. Se percató de la sonrisa que  se extendía por su rostro. 

-¿Estás bien, Marinette? Te has quedado muda de repente- al no recibir contestación, pasó la mano que le quedaba libre delante de sus ojos azules. Esperaba una reacción que no llegaba. La chica estaba perdida en ese infinito verde que eran sus ojos. Respiraba con profundidad para poder captar el dulce aroma de su piel. Pasaron unos segundos hasta que se percató de que esperaba una respuesta, pero ella ni siquiera sabía la pregunta. Gracias al celo, él la repitió- ¿Marinette, te pasa algo?

Intentó pensar con rapidez, encontrar la respuesta en su cabeza y las palabras en su interior. Pero parecía que toda su capacidad para responder de forma normal se había esfumado junto con su voz. Finalmente se obligó a emitir cualquier sonido, fuera cual fuera. 

-Ehhhh.... Y-yo... S-sí... Estoy nieb...-se dio cuenta de su error y se apresuró a corregirlo para que no se percatará del efecto tan fuerte que él tenía sobre ella-.. digo bien, es-estoy bien...

Nuestro secreto a vocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora