11_Entre la vida y la muerte

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El cuerpo inherte de Adrien descansaba sobre la cama de Marinette. Esta se había destransformado un minuto antes y ahora estaba sentada en la otra punta de la habitación. Los Tenía sus ojos azules anegados en lágrimas fijos en el amor de su vida, sus manos posadas en su frente y sus rodillas flexionadas contra su pecho. Sentía que le faltaba el aire y que la vida la abandonaba por momentos. Se sentía desfallecer, pero se obligaba permanecer en el momento presente, en el ahora. Obligaba a su mente a pensar en alguna forma de ayudar al rubio. Tenía que salvarlo, tenía que encontrar una forma de devolverlo a la vida. Por una parte se lo debía. Por su culpa estaba en esa situación. Ella había sido la inconsciente que había abandonado París cuando esta se encontraba en peligro de ser tomada por una akumatizada. Se juró a sí misma no volver a jugar con la seguridad de su ciudad nunca más.

Y por otra parte, no podía concebir un futuro sin Adrien. Tampoco se hacía a la idea de que este muriera, de que su corazón dejara de latir. Tenía que haber una forma. Ella misma había sido víctima de los mortales trucos de Nature y allí estaba, sana y salva. Adrien no iba a ser diferente, se negaba rotundamente a rendirse. El volvería a su lado, costara lo que costara, aunque Nature tuviera que dar su vida a cambió. 

Tikky irrumpió en la habitación. Portaba una galleta que en algún momento había sido más grande que ella, pero de la cual solo quedaba la mitad.  Se acercó lo más deprisa que pudo a Marinette. Sus fuerzas pronto se recargarían y, de camino a la cocina, había tenido una idea. Sabía a quien debían acudir para devolverle la vida al muchacho. No era la primera vez que el portador de un Miraculous se encontraba en peligro de muerte. Cierto era que nunca ninguno había llegado a estar tan cerca como lo estaba Adrien, pero saldría de esta. Sabía que lo haría, era un chico fuerte. Así que se acercó a su portadora y, tras comerse el último trozo de galleta, le dijo con rapidez:

-Marinette. No es momento para llorar. Tienes que transformarte.

La nombrada apartó la mirada del cuerpo del muchacho para posarla en su kuami.

-¿Por? ¿Cómo va a ayudarle que me convierta en Ladybug?- su voz era apagada, sin vida.

-Porque tienes que llevarlo junto al maestro. Él podrá curarle, como lo hizo contigo.

Al escuchar aquellas palabras, Marinette se levantó de un salto. No había tiempo que perder. Tikky le había ofrecido una solución y ella había recuperado las esperanzas. Ahora había una posibilidad de que su amado volviese a su lado y no pensaba desperdiciarla. Miró a Tikky con decisión.

-¿Estás lista?- el kuami asintió- De acuerdo... ¡Tikky, puntos fuera!

En apenas unos segundos Marinette desapareció bajo el traje rojo con puntos negros de Ladybug. Con las fuerzas renovadas y llena de esperanzas, se acercó a su cama, cargó con Adrien en brazos y, obviando los malabares necesarios para manejar el yo-yo y sostener el cuerpo del muchacho, se lanzó al cálido aire de París. Atravesó el cielo nocturno con sigilo hasta llegar al lugar donde ya había estado en una ocasión. No lo había olvidado, ese día había hecho grandes descubrimientos acerca del pasado de todas las Ladybugs y todos los Chat Noirs, así como del resto de Myraculous. 

Pero no era momento para recordar. Debía actuar con rapidez. Así que peto a la puerta, impaciente. El dueño del apartamento no se hizo esperar. En cuanto vio a Ladybug en su puerta, cargando con el cuerpo inmóvil del muchacho rubio en brazos, supo que algo iba mal. EL anciano de origen oriental le dio paso sin mediar palabra. En cuanto puso un pié en aquel amplio salón, el hombre cerró la puerta de golpe. Ladybug, desprovista de todas sus fuerzas, se destransformó sin poder evitarlo. Tikky apareció a su lado y se posó en su hombro. El anciano desapareció tras una puerta y apareció de nuevo con una galleta en la mano. Se acercó a Marinette y le ofreció el alimento al kuami, que lo aceptó sin replicar. Después volvió a desaparecer tras la misma puerta. Sus pasos apresurados resonaron en el salón procendentes del pasillo. SU voz le llegó amortiguada a la joven.

Nuestro secreto a vocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora