14_Reencuentro

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-Adrien, hemos doblado la seguridad y  acudirás a todas tus clases con tu guardaespaldas. Y no hay discusión. Ahora que todo París sabe quién eres, es más seguro así.

Bien sabía el muchacho que el tema no admitía discusión. Cuando su padre tomaba una decisión era muy difícil hacerle cambiar de idea. Aunque aquello no iba a discutirlo, sabía que así su padre se quedaría más tranquilo. Pues, lo que era él, no necesitaba guardaespaldas. Él mismo podía defenderse sin problemas. Aunque, de lo que no había duda, es que ahora sí que le iban a parar por la calle. Ya se agobiaba cuando la gente le pedía autógrafos, fotos o se interesaba por estar con él por ser modelo, ahora que todo París sabía que era Chat-Noir.

Suspiró. Las palabras de su padre resonaban en la habitación mientras recordaba la preocupación que había mostrado cuando había llegado a casa el día anterior. No lo había visto mostrar tanta emoción desde que su madre había muerto. Apartó esos pensamientos de su mente. No era el momento de recordar aquello. No quería que la tristeza lo embargara al recordar esos últimos momentos. Hacía ya mucho que había decidido que el recuerdo de su madre solo le sacaría sonrisas. 

Con eso en mente, y olvidando lo que le esperaba una vez que saliera por la puerta, preparó su cartera y cogió el frasco que contenía el líquido rojo que el anciano le había entregado. Tomó una gota, con cuidado de no tomar ni una más. El maestro no había especificado que pasaría si lo hacía, pero suponía que , si no había dicho nada, era mejor que no lo supiera. Se encogió de hombros, sin darle más vueltas. Guardó el botecito en la mochila y salió de casa después de que su padre le advirtiera una vez más de que no intentara zafarse de su guardaespaldas. 

* * *

Un rayo de sol entró por la ventana abierta e iluminó la mejilla de la muchacha. Después de estar hasta las tantas de la madrugada despierta, preocupada una vez más por su amado, el sueño consiguió vencer en su interior. Aunque no consiguió relajarla. Su sueño había sido superficial y las pesadillas la asaltaron en varias ocasiones. Todas eran muy  parecidas. Ella, Nature y Adrien, rememorando a cada rato aquella fatídica noche, aunque, en esta ocasión, ella no conseguía salvarlo. Antes de atrapar el cuerpo que caía delante de ella, se despertaba de un sobresalto, en tensión y envuelta en sudor, con la respiración irregular y los ojos desorbitados de terror. En alguna ocasión había llegado a gritar, pues sus padres habían acudido a ver que había ocurrido. Mas, al final, dejaron de venir. En todas las ocasiones, la respuesta de la muchacha había sido la misma; "estoy bien", suficiente para que se fueran después de un par de minutos. Por ello, no hizo falta despertador, el rayo de sol fue suficiente. Parpadeó varias veces para acostumbrarse a la claridad. Inspiró profundamente y se revolvió en la cama, despertando a sus miembros entumecidos. Salió de la cama con torpeza, su cuerpo pesaba más de lo normal y el cansancio se reflejaba en las grandes ojeras que perfilaban sus ojos. 

Se estiró y se levantó como pudo. Después de acabar con la rutina de todas las mañanas, ya estaba preparada para bajar a desayunar y afrontarse a un nuevo día. Abajo, sus padres no mencionaron la noche anterior mientras desayunaba. Y si lo hicieron, no se percato. Sus ojos estaban fijos en los cereales y sus pensamientos en un chico rubio que seguramente descansaba inconsciente en la cama del maestro en esos momentos. Aunque saber que estaba con él la tranquilizaba. Nada más acabar, cogió sus cosas y salió de casa con un escueto "Hasta luego". 

Aquella mañana no se sentía muy comunicativa, lo cual era un problema dado que Alya haría lo que había hecho desde que el secreto había sido revelado. Hablaría de lo genial que era saber quién se escondía tras la máscara hasta darse cuenta de la situación en la que se encontraba. Entonces, atribuyendo el estado silencio de Marinette a que no le apetecía escuchar como su novio casi muere a manos de una akumatizada, cambiaría de tema. Y, al final, hablaría solo ella, llenando silencios de los que Marinette ni se percataba. Sus pensamientos estaban lejos de allí, puestos en el muchacho. 

Nuestro secreto a vocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora