18_EL callejón

55 3 0
                                    

Los días pasaron y dormir juntos se convirtió en la rutina favorita de ambos jóvenes. Después de mucho tiempo se sentían descansados y ya nada les preocupaba tanto si lo afrontaban juntos. A Adrien le seguía doliendo profundamente el rechazo de su padre pero la presencia de Marinette alejaba sus malos pensamientos. Ya solo quedaba la amenaza de Nature como única preocupación para los jóvenes, preocupación que mantenían en secreto. Adrien no sacaba el tema de su doble vida con Marinette, le resultaba raro hablar de ello aunque sabía que Marinette estaría ahí para hablar si lo necesitaba. Marinette, por su parte, aún le ocultaba al muchacho su verdadera identidad sin decidirse que sería lo mejor, que él lo supiera o que no. 

En lo que ambos coincidían pero no confesaban al otro era que Nature seguía por ahí suelta y presentaba una amenaza. Esa pobre chica akumatizada consumida por la rabia era la más fuerte de todos los akumatizados con los que habían topado en el tiempo que llevaban siendo superhéroes. No tenían miedo de ella pero sí que estaban preocupados por cómo iba a acabar todo aquel asunto. Por esto era frecuente ver a ambos jóvenes sumidos en el silencio más absoluto. Alya y Nino asociaban esto a la nueva situación de Adrien. Si antes era acosado por sus fans, ahora no podía ni dar un paso sin que la gente acudiera a él a darle las gracias por su trabajo y a tomarse una foto o pedirle un autógrafo. Adrien no estaba acostumbrado a tanta atención ahora que había renunciado al guardaespaldas que su padre le había impuesto. Sabía cómo defenderse, para algo era Chat Noir pero aquella situación le ahogaba por lo que recientemente había tomado la costumbre de, si iba solo, caminar por callejuelas desiertas dónde apenas se escuchaba el lejano rugir de los motores de los coches. Evitaba a la gente pues desde los pequeños de cinco años hasta los ancianos que rozaban los noventa sabían quién era el super héroe que protegía París. Al menos así conseguía un poco más de tranquilidad. 

Aquel día era un día más de primavera. Marinette y Adrien estaban tumbados en el cesped de un parque, disfrutando de la tranquilidad de aquel viernes. Estaban rodeados de árboles y lo suficientemente alejados de las demás personas del parque como para que nadie reconociera a Adrien y pudiera perturbar su frágil calma. La fresca brisa de la tarde les acariciaba la piel y hacía que las briznas de hierba se mecieran suavemente. 

-Estaría así toda la vida.

La suave voz de Adrien sacó a Marinette del trance en el que estaba. Abrió los ojos y lo miró, con un brillo de pura felicidad en su mirada y una sonrisa radiante. 

-Y yo también- dijo en un suspiro mientras se acurrucaba más junto al chico.

Este tenía su brazo alrededor de los hombros de la morena que se estaba imaginando un futuro con el que hasta hace poco había sido tan solo un sueño inalcanzable. Que él también quisiera un futuro con ella la maravillaba. Él. El ángel de ojos verdes y cabellos de oro. El supermodelo de sus sueños. El superhéroe de París. Aquel chico que podría tener a cualquiera en sus brazos solo quería tenerla a ella. Fue entonces cuando comprendió que debía decirle de una vez el secreto que guardaba. Llevaba días escuchando al chico hablar sobre un futuro juntos, sobre vivir lejos de París, en el campo, allá donde no pudieran reconocerlo. En las horas nocturnas imaginaba distintos futuros, en todos ellos él y Ladybug habrían vencido a Lepidóptero y todas sus responsabilidades como superhéroe serían cosa del pasado y podría tener una nueva vida. Se imaginaba diversas situaciones que compartía con Marinette y en todas ellas el elemento más fijo e imprescindible era la presencia de aquella chica de ojos azules que le aportaba la calma y el amor que tanto había anhelado en sus días de soledad. Adrien sabía de sus sueños de convertirse en diseñadora, por ello también creaba futuros en París, donde ella hubiera cumplido sus sueños y él luciría con orgullo los diseños de su mujer en los mejores desfiles de la ciudad. Cuando hablaba de futuros alejados del ajetreo de París, Marinette lo escuchaba tan maravillada como cuando hablaba del futuro en el que su sueño se cumplía. Lo que sacaban en claro de aquellas narraciones nocturnas era que no importaba donde les llevara la vida siempre y cuando ellos permanecieran unidos. Y así, acunados por sus sueños, se dejaban llevar por el cansancio hasta dormirse. 

Nuestro secreto a vocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora