19_El secuestro

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Habían pasado dos horas desde que había acabado el entrenamiento de Adrien y todavía no había vuelto a casa. Marinette vio una vez más si en la pantalla de su móvil había algún mensaje nuevo o una llamada perdida. Nada. Silencio. Un silencio que le provocaba los peores presentimientos. Subió a la azotea y se acercó a la barandilla. Se quedó allí, observando las agitadas calles de París a pesar de la lluvia que mojaba sus calles y el cuerpo de la morena.

-Volverá. Seguro que está acobijado en un portal hasta que cese la lluvia.

-Eso espero, Kitty- suspiró-. Eso espero.

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Duro y frío. El frío de esa superficie le calaba hasta los huesos. Se sentía tiritar de forma inconsciente. Le dolía la cabeza y el cansancio no le había abandonado. Aún sentía esa neblina que se había instalado en su mente y que anulaba sus sentidos. Solo podía escuchar un goteo en la distancia, regular, penetrante. Y esa risa... La risa no le había abandonado. Retumbaba en sus oídos y se repetía en su mente como si de un disco rayado se tratase. Era un sonido dulce y doloroso al mismo tiempo. Deseaba que cesara.

No sentía las piernas y por momentos caía en la inconsciencia. No sabía dónde estaba ni cuánto llevaba allí. Cuando recuperó un poco de lucidez y el control sobre parte de su cuerpo, se llevó las manos a la cabeza, presionándola. No tenía herida alguna por lo que el dolor no era consecuencia de ningún golpe. Parpadeó un par de veces antes de abrir los ojos mientras emitía unos gruñidos de queja. Le llevó unos minutos acostumbrarse a la oscuridad del lugar. Antes de que pudiera ver bien, sintió una voz que lo envolvía, llenaba cada rincón del lugar donde se encontraba y penetraba en su mente, impidiéndole pensar nada más.

-Por fin despertó la bella durmiente. Ya pensé que te había matado... No hubo suerte.

-¿Quién eres?

-¿No me reconoces, Adrien? ¡A mí! ¡Qué te he hecho famoso en todo París!

El joven rió ante aquel comentario.

-¿Eres mi padre acaso?

-No- dijo lentamente la voz después de un silencio que al chico le pareció eterno. Escuchó pasos acercándose y una cerradura cediendo así como una puerta de hierro abriéndose. Los sonidos le ayudaban a despejar su mente-. Soy la única a la tú y tu amiguita de puntitos negros no habéis conseguido vencer- sintió la voz a su lado y un aliento fresco le golpeaba la cara. Vio unos ojos verdes en medio de la oscuridad, observándolo fijamente. Al instante los reconoció-. Dos críos jugando a ser superhéroes con trajes ridículos. Esto os viene grande. Ya era hora de que alguien os parara los pies- la figura se levanto-. ¡Mírate! Un crío modelo creyéndose defensor de miles de vidas solo porque consiguió vencer a unos necios con ansias de un poder que les venían demasiado grande.

-¿Acaso tú no ansías el mismo poder?-dijo Adrien, todavía tumbado en el suelo.

Escuchó una leve risa... y luego a ella.

-No. A diferencia de ellos, sé que es demasiado y que nadie debería poseerlo. Ansío otras cosas que van a mi medida. Y ni tú ni ella conseguiréis pararme. Sois simples insectos intentando luchar contra un dragón.

-Y sin embargo no has conseguido vencernos.

Los ojos verdes se pusieron a su altura. Una mano fría le sustuvo la barbilla, levantándola un poco.

-Cuando acabe, os haré arder.

Sonaba como una promesa. La mano le soltó y la mujer se levantó y se alejó. Cuando estaba en la puerta de la celda donde estaba confinado el joven, sin volverse, le dijo.

-Reconozco que has sobrevivido a mí más veces de lo que esperaba... Pero la suerte no te acompañará siempre. Al fin y al cabo, un gato solo tiene siete vidas.

Después, los pasos se perdieron en la lejanía.

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Ladybug recorría las calles de París en una búsqueda desesperada. Desgraciadamente no tenía ni idea de donde buscar. En lo alto de la Torre Eiffel sintió unas campanas sonar. Las 12. Tal vez habría vuelto por fin. Algo en su interior le decía que no era así, quitándole esas falsas esperanzas. 

El viento soplaba y en el cielo no había ni una estrella. Lo encontraría, costase lo que costase. 

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La puerta de hierro se abrió. Una mano le cogió la ropa y lo obligó a levantarse antes de que pudiera reaccionar. Aun no controlaba de todo las piernas pero de alguna forma consiguió andar. Quizá Nature tenía algo que ver en que su mente estuviera lo suficientemente despejada como para andar. 

-Vamos, anda más rápido. Alguien te espera.

La mujer le hizo andar por pasillos húmedos y fríos, por veces inclinados. Llegados a un punto, el aire fresco le golpeó el rostro. Estaba cerca de la superficie y, si sus sentidos no erraban, estaba en París, cerca del Sena. Pero sabía que, cuando se trataba de Nature, no podía asegurar nada.

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El tiempo se paralizó para la superheroína de París. Había dejado de llover hace mucho. Eran cerca de la una de la mañana pero las calles de París estaban llenas esa noche de primavera. Estaba en lo alto de un edificio cuando escuchó su voz... Ella la llamaba. Y la joven no se había hecho esperar. 

Las pantallas que una vez habían mostrado a Adrien y a Nature en lo alto de la Torre Eiffel mostraban ahora las afiladas facciones de la villana. Era la persona que más tiempo había pasado akumatizada y la que más poder había tenido y ninguna de las dos cosas le gustaban a Marinette. La voz de la mujer retumbó por las calles y se elevó hasta el cielo aunque la morena no veía altavoces por ninguna parte. 

-Buenas noches ciudadanos de París. La última vez presenciasteis como desenmascaré al famoso Chat Noir que tanto adorais. Hoy vuelvo aquí para revelar la verdadera identidad de esa niñata con traje de mariquita a la que llamais heroína. Pero antes, esto es para ti Lady Bug- en la pantalla, la imagen cambió mostrando a un Adrien tirado en un suelo de piedra. Parecía medio inconsciente. Al verlo, el corazón de Marinette, que lo observaba todo desde el tejado de un edificio, se paralizó. Se sintió desaparecer. No podía oír ni ver nada que no fuera la voz de Nature y la figura de Adrien  en el suelo. Le quemaban los párpados pero no se permitió llorar. Sintió una oleada de furia mezclada con terror que le recorría el cuerpo en oleadas. Pero no se movió-. No vamos a jugar al escondite. Sabes que me va más el espectáculo. Estamos en Nottre Dame, en el tejado de la Torre Norte para ser más exactos. Sabes lo que quiero. Traeme tu prodigio y él volverá a casa contigo. 

La cámara enfocaba a Adrien de nuevo. Se vio como Nature le quitaba el anillo al muchacho. Él era vagamente consciente de lo que pasaba. Intentó resistirse pero a un movimiento de mano de la mujer y Adrien volvió a estar inconsciente en el suelo. El control mental estaba entre las capacidades de Nature, por lo que Lady Bug debía tener cuidado al enfrentarse a ella.

-Ah, y por si piensas idear algún plan en especial...- ahora la pantalla mostraba a Nature por completo y a Adrien en el suelo delante de ella. Marinette sintió que no podía respirar. En la mano de la mujer apareció una daga de plata a la que la luna le arrancaba destellos- Ni lo intentes. Creo que quieres a tu compañero de una pieza. 

Las pantallas se apagaron. La furia era lo único que iluminaba el interior de Marinette en aquella terrible noche de primavera.


Nuestro secreto a vocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora