13_Despertar

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Estaba rodeado por una espesa oscuridad, encerrado en un denso sueño. De pronto, algo lo arrastró al mundo real. Comenzó a percibir sonidos a su alrededor y sus sueño se volvió más ligero. Sus sentidos volvieron a funcionar. Un olor a té e incienso llegó hasta él. Detrás de sus párpados cerrados, una luz inundaba la estancia donde se encontraba. Unos pasos amortiguados le llegaban desde algún lugar. Respiraba despacio y con dificultad. Los pulmones le ardían. Un dolor agudo le martilleaba la cabeza. Sentía su cuerpo entumecido. Poco a poco abrió los ojos. Parpadeó varias veces antes de acostumbrarse a la claridad del lugar. Intentó incorporarse sobre un codo, pero le costaba un mundo mover los brazos. Un hormigueo le recorría el cuerpo. Con las pocas fuerzas que tenía trato de enderecharse poco a poco. Era una tarea que le costaba un mundo, por eso no se percató de los pasos que se acercaban ni del anciano que apareció por la puerta. 

-No no, quédate tumbado- dijo este. La voz firme del anciano le golpeó como un martillo. No lo había dicho muy alto, pero le provocó un dolor casi insoportable. 

Se llevó una mano a la sien y su cuerpo se desplomó. Apenas tenía fuerzas y ahora el dolor aumentaba por momentos. El anciano se acercó hasta él, de una cómoda que había al lado de la cama extrajo dos botellas. En una había un líquido de un color rojo intenso y en el otro, por el contrario, otro tan transparente e incoloro como el agua. Se arrodilló al lado de Adrien y esperó a que este volviera a abrir los ojos.

-No debes hacer esfuerzos. Estás muy débil- le decía mientras le quitaba el tapón a ambos envases.

El muchacho abrió los ojos y clavó sus pupilas en el hombre que estaba a su bera. Lo estudió de arriba abajo. Solo tardó unos segundos en reconocerlo.

-¿Maestro?

En dos vasos, el anciano echó unas gotas de cada uno de los líquidos. Después le miró, le dedicó una cálida sonrisa y le dije con tono relajado:

-Buenos días, Adrien. Por fin has despertado, ya creía que algo había ido mal. 

-¿Qué? ¿Dónde estoy? ¿Y por qué estoy aquí?- tenía el ceño fruncido y se frotaba las sienes. Le dolía la cabeza y no recordaba nada de lo ocurrido. Forzó a su mente a recordar, pero el dolor se lo impidió. 

-No te acuerdas, ¿verdad? Llegaste aquí prácticamente muerto. Es normal que tengas pequeños lapsus. Se te pasará. Bebe esto- le dijo mientras le daba el vaso con las gotas rojas como la sangre.

-¿Qué es esto?- dijo mientras cogía el vaso y examinaba su contenido. 

-Es un antídoto que mantiene a la maldición inhabilitada, por así decirlo. Permite que el oxígeno llegue a tus pulmones. No sé si te acuerdas cuando trajiste aquí a Ladybug la primera vez que os atacó Nature. Me dijiste que a ti también te había atacado con el mismo conjuro y te di una botella con un líquido azul que te recomendé tomar cuando te faltara el aire. 

-Sí, lo recuerdo.

-Este es un antídoto más fuerte. Cuando la maldición se completa en tu interior. Es lo que le di desde entonces a la muchacha para que pudiera continuar respirando. Sin él,- señalo al vaso con un movimiento de cabeza- ambos estaríais ahora muertos. Aunque no es porque no lo hayáis intentado- dijo en broma, soltando una pequeña risa-. Ahora debes tomar este, porque has estado bajo los efectos de la maldición tanto tiempo que el aliento de la vida te abandonó por unos momentos. Aunque, de no ser por ella, ahora estarías estampado contra los adoquines de París. 

-¿Ella?- susurró para sí- ¡Ladybug! ¿Ella me trajo aquí? ¿Está aquí ahora?- trató de levantarse, pero sus músculos todavía estaban doloridos y apenas pudo ponerse erguido. Soltó unos gruñidos al tiempo que unos pinchazos de dolor le atravesaban la cabeza.

-Con tranquilidad, muchacho. ¡Qué energía tenéis los jóvenes! Además, ella se fue. No quería, pero la mandé descansar. Lo necesitaba, los nervios habían hecho mella en ella. Estaba histérica, creía que habías muerto.

-Pero, ¿sabe que estoy bien?

-Claro que lo sabe. 

-Debo hablar con ella. Debemos ir a por Nature. No hay tiempo que perder, cada vez es más fuerte.

Hizo el amago de levantarse, pero el dolor volvió a impedírselo.

-¡Ey, Adrien, quieto! Ladybug debe descansar para estar fuerte. Y tú por ahora no puedes ayudarla. ¿Qué pensabas hacer? Ya no tienes tu prodigio- Adrien se miró el dedo donde normalmente llevaba su anillo negro, el cual había llegado junto con Plagg cambiando por completo su vida.  

-¿Dónde...?

-Nature. Ahora lo tiene ella. Después de vencerte, te lanzó la maldición, impuso una especie de barrera a tu alrededor que impedía que el aire llegase hasta a ti y con él, el oxigeno. Después te usó como cebo para atraer a Ladybug y para convencer a los parisinos que no seríais capaces de proteger a nuestra ciudad de ella. Te quitó el anillo y te transformaste delante de toda la ciudad. Ahora todo el mundo sabe quién es Chat Noir.

Adrien no era quién de creerse sus palabras. Todo París sabía de su doble vida. Todos. Y eso incluía a su princesa. Y ahora Nature tenía su prodigio y él era poco más que un chico normal. No podría ayudar a su compañera aunque quisiera.  

Algo en su mente se activó. No podía soportarlo ni permitirlo. Debía ayudar a su bichito, porque de ello dependía la seguridad de los parisinos y de Marinette. Tenía que levantarse, tenía que luchar aun bajo la forma de un chico normal de diecisiete años. No iba a quedarse sentado viendo como su compañera librando una lucha que era de los dos. ¡NO! No podía dejarla sola. ¡Jamás! 

-Debo ayudarla.

Miró al anciano y supo que comprendía sus palabras. El Maestro, por su parte, tenía el pecho enchido de orgullo. Ese muchacho estaba dispuesto a luchar aun sin la magia de su lado. Era valiente y si tenía miedo lo ocultaba bastante bien bajo una preocupación hacia su compañera.  Había elegido bien a los portadores de los prodigios. De eso no cabía duda. Suspiró antes de responder.

-Haz lo que quieras, pero ahora debes descansar. Y lo harás aquí. Ahora todo el mundo conoce tu secreto. Va a ser difícil. Van a estar encima tuya, a presionarte, a agobiarte. Deberás tener paciencia y mucho cuidado.

-No es nada nuevo para mí.

-Lo sé. Tu cara está en muchas vallas publicitarias. Pero esto es distinto. Saben que eres el héroe que protege París. Y no solo los ciudadanos, sino también los villanos. Pueden hacerte daño, a ti y a loa tuyos. Ahora sabrán a quién atacar para acabar contigo. debéis tener el máximo cuidado posible. Tú, tu familia y tus amigos. Cuando un secreto así es revelado, nadie se libra de las consecuencias.

Adrien asintió. Pasó allí el día, descansado. Escuchó todo lo ocurrido los últimos días en los que había permanecido dormido. Escuchó atentamente al anciano mientras este relataba o le daba consejos acerca de su salud. Cuando el sol de la tarde comenzaba a ocultarse tras las montañas, ya se encontraba mucho mejor. El dolor había remitido y ya podía moverse con normalidad. Así que decidió volver a casa.

EL Maestro le dio el nuevo antídoto que debía tomar y las instrucciones que debía seguir. Esta vez, el mal estaba en su interior y tenía que ser muy cuidadoso para que este no acabara con él. Adrien escuchaba con detenimiento y prometía hacer todo lo que el anciano le recomendaba. Para las ocho, el muchacho rubio volvía a recorrer las calles de París tras tres días de inconsciencia. Vagaba por las calles, en dirección a su casa, creando un plan para ayudar a su compañera, cuidar de los suyos y encontrar su prodigio al mismo tiempo. Era difícil, peligroso, pero valía la pena intentarlo. Debía hacerlo, se lo debía a todos. A todo París. No iba a rendirse, no era un cobarde. Sabía que, en el momento en que Plagg había aparecido en su vida, el había aceptado tener una cierta responsabilidad para con París. no iba a darle la espalda a la primera dificultad que se le presentaba. Debía luchar para defender su ciudad y a los que más quería.

Decidido, llegó al portal de su casa, dónde no necesitó identificarse. Como pocas veces había acontecido en su vida, el portal estaba abierto y su padre, que no solía mostrar ni una pizca de cariño, lo esperaba, muerto de preocupación, con los brazos abiertos.


Nuestro secreto a vocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora