La semana del accidente, la pobre y tímida Bella Swan fue el centro de atención.
Claro que yo en parte también, pero Bella era la que casi moría, yo me había quedado al otro lado, como una inútil, en estado de shock. Aunque igual me prestaban un poco de atención.
Tyler Crowley seguía a Bella a todas partes. A mí también me siguió, pero de manera más... escasa.
—¡Elizabeth! —había gritado Tyler, para atraer mi atención—. Lamento mucho el accidente, fue el hielo, en serio, nunca lo haría a propósito.
—Descuida, Tyler —le había dicho, con ese cariño y trato especial que tengo yo con la gente—, no es la primera vez que me pasa algo de esta magnitud. Y puedes decirme Beth, estamos entre amigos, claro que, para fortalecer nuestra amistad, preferiría que no estuvieras a punto de matar a mi hermana accidentalmente otra vez, eso afectaría bastante nuestro lazo amistoso.
—En serio, lo siento. Mucho.
—Ya, ya, quedas perdonado. Ahora ve con Bella.
Él asintió y había ido a buscar a mi hermana.
Bella se quejaba de cómo Tyler la seguía a todas partes, intentando compensarla de algún modo.
—¿Cómo has hecho que deje de seguirte? —me preguntó Bella uno de esos días—. Es insoportable.
—A mí nunca me siguió. Es uno de los beneficios de ser quien soy.
—Eso suena tener autoestima.
—En realidad es sólo que el universo te prefiere a ti. Deberías ver las miradas disimuladas que te lanza Edward Cullen.
Oh. Y Edward Cullen era otro tema.
Bella me había dicho algo sobre hablar con él en el hospital el día del accidente. Me agradaba la manera en la que me confió algo que no le había dicho a nadie más, sentí que en serio me tenía un aprecio grande y fraternal.
Había dicho que el día anterior a ese, habían hablado y bien. El martes habían discutido y el miércoles él ni la miró.
Sentí que en algún momento ellos se atraerían mutuamente, y que se enamorarían, al estilo que le habría gustado a Afrodita.
Con el sufrimiento adecuado para la pareja, claro.
El mes fue de lo más normal.
Poco a poco, la gente iba olvidándose del accidente y Bella estaba menos tensa, pero estaba un poco decaída. Triste. Miserable. Mamá había llamado unas cuantas veces. En una de esas, el teléfono lo atendí yo.
—Casa Swan, ¿en qué puedo ayudarle?
—¿Elizabeth? —dijo mamá— ¿Bethie, eres tú?
Sin duda, esa mujer era mi madre. Ella era la única persona en el mundo que me llamaba Bethie. Bella me decía Beth. Percy me decía Beth. Charlie me decía Beth... la mayoría de las veces. Pero mamá me decía Bethie cuando estábamos solo ella y yo.
—¿Mamá? —fue el único comentario que hice. Estaba muda de la emoción.
Era una estupidez de una categoría enorme que todavía no hubiéramos podido hablar, aunque sea por teléfono, pero así es el universo con los semidioses.
Ella ya sabía que yo estaba allí y, además, por alguna razón, cuando ella llamaba yo estaba bañándome o caminando por el bosque de al lado, buscando alguna señal de un ser mitológico.
—¡Bethie! Oh, mi niña. Mi Elizabeth. ¡Eres tú! ¡Te he extrañado tanto! Han pasado años desde la última vez que te vi. ¿Has estado evitando mis cartas, y llamadas, y todo el contacto que he intentado tener contigo?
—La escuela a la que iba prohibía contacto con los padres para crear una independencia en los estudiantes. Y en mi campamento la correspondencia no llega. Sin contar que allí yo tenía un horario estricto para hacer las cosas. Tanto como para bañarme, comer, dormir, hacer tareas y un corto tiempo libre.
Ella se quedó callada un momento.
—Bien, eso no importa —dijo—. Lo que sí importa es que estás bien, sana y seguramente muy hermosa. ¿Sabes cómo está Bella? La he notado muy distante y triste en sus mensajes y llamadas.
—No lo sé, mamá —dije, aunque sí sabía algo—, ella siempre ha sido muy reservada, y hace años no convivo con ella. Ha cambiado mucho. Pero estamos rehaciendo ese lazo de amistad que teníamos, tal vez sea el clima, ya sabes que nunca le gustó la lluvia, y últimamente llueve demasiado.
Escuché una especie de gemido de asco al otro lado de la línea.
—Bien, abrígense antes de salir. ¿Podrías llamar a Bella? Quiero hablar con ella.
—Claro, mamá. Espera un momento.
Corrí escaleras arriba y toqué la puerta de Bella.
—Entra, Beth.
—Mamá está al teléfono. Quiere hablar contigo. Si pregunta por el clima, dile que ha estado muy lluvioso.
Ella asintió y fue abajo. Escuché el susurro de su voz.
En una de esas, en marzo, en el Instituto, Taylor había hablado conmigo sobre algo que la tenía emocionada. Demasiado emocionada.
Yo había ido más temprano a biología ese día y ella entró de manera veloz, esperando a verme al entrar.
—A que no adivinas qué pasará en dos semanas —dijo cuando me vio.
—A que no adivino.
Ella me miró con el ceño fruncido.
—Anda, intenta adivinar.
—No lo sé, Taylor, ¿vendrá alguien a dar clases de cálculo más agradables?
—No. Y estás lejos de adivinarlo —dijo—. Será el baile de primavera.
—¿Baile de primavera? ¿Por qué hay un baile de primavera? ¿Hacen algún culto a la diosa Perséfone? Porque si lo hacen, los chicos podrían morir. Literalmente.
—No. No es culto a nadie. Es un baile por la llegada de la primavera después de tanto frío. Claro que aquí no hay tanta diferencia pero es menos lluvioso.
—A mí me gusta la lluvia. Aunque no desprecio la primavera, es una estación muy bonita.
—¿Sabes qué es lo mejor? —negué con la cabeza— Que las chicas elegimos a nuestras parejas.
—¿En serio? Es gracioso, a decir verdad.
–¿Por qué? —preguntó Taylor confundida.
—Tay, te daré una clase de mitología. Perséfone es la diosa de la primavera, ella fue secuestrada por Hades, el rey del Inframundo, y le pidió ser su marido. Ella negó una y mil veces. Pero ella comió una granada del jardín de Hades, cuando la comió, aceptó quedarse en el Inframundo por unas leyes antiguas de Grecia que decían que al comer algo que ofrecía tu anfitrión, aceptabas quedarte con él y tal. Ellos se casaron y ella es la reina del Inframundo.
—¿Y qué es lo gracioso?
—Que Perséfone, la primavera, fue obligada a casarse con un hombre contra su voluntad, y ahora en este baile, las chicas pueden elegir con quién salir. El que nosotras podamos elegir con quién ir, y el que Perséfone no, me causa gracia.
—Eres rara, Elizabeth. ¿Te lo han dicho antes? —sonreí.
—Sí, en realidad. La madrastra de mi novio me lo dijo.
Y sonreí más.
La clase empezó con el Señor Banner entrando, y hablando sobre el mar. Nunca me cansaría de escuchar sobre él.
Al terminar la clase, Taylor me agarró del brazo.
—¿A quién invitarás? —me preguntó. Sabía a qué se refería, pero olvidé cómo hablar—. Para el baile.
Tomé aire y asentí para mi misma.
—En realidad, estaba pensando en no asistir.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Ya sabes que tengo novio, y no quiero ir a un baile sin él, además, no quiero pedirle que venga de Nueva York a Washington sólo para este baile, sin contar que a Nico no le gustan los bailes, y a mí tampoco a decir verdad.
—¿Nico? ¿Así se llama?
—Sí. ¿No te lo he dicho antes?
Ella negó.
—Oye, hablamos mañana, debo ir a buscar a Bella.
—Adiós, Beth. Te veo mañana.
—Adiós.
Busqué el monovolumen con la mirada y al verlo, a una distancia corta, vi a Bella casi corriendo para entrar. Yo sí corrí para alcanzarla.
—Hey, Bella... —dije.
Pero ella no me había escuchado, estaba mirando a un punto en el lateral del coche. Tuve que aguantarme la risa. Me acerqué un poco más para oír mejor.
—Hola, Eric —dijo mi hermana.
—Hola, Bella.
—¿Qué hay? —preguntó ella, abriendo una puerta del monovolumen.
—Me preguntaba... si querrías venir al baile conmigo.
Allí no me aguanté la risa y solté una carcajada que, gracias a los dioses, Bella no escuchó.
—Creí que era la chica la que elegía —contestó Bella.
—Bueno, sí —le dijo Eric.
—Te agradezco que me lo pidas, pero ese día voy a estar en Seattle.
¿Seattle? ¿Y no me dijo nada? Esta era Bella inventando escusas.
—Oh, bueno, quizá la próxima vez.
—Claro.
Reí un poco más y fui al monovolumen.
—¿Qué tal, Bells?
—¿Por qué tardaste tanto? —reí un poco.
—También tengo una vida social, Isabella.
Ella bufó y encendió el motor.
Edward Cullen estaba en su automóvil, a dos coches de distancia, deslizándose con suavidad delante de nosotros, cerrando el paso. Vi la mirada que le dirigía Bella, y consideré vagamente ofrecerle mi daga y el arco. Oí a alguien llamar a la ventanilla.
Vi a Tyler, y no pude evitar una carcajada. Bella me miró y bajó la ventanilla.
Dioses del Olimpo. Él también le preguntaba lo mismo que Eric. Apostaría a que Mike también lo hizo. Cuando Tyler se fue, Cullen también se marchó y llegamos a casa. Subí a mi habitación y empecé a reírme a carcajadas contra la almohada.
En la cena ella habló con Charlie sobre pedirle permiso para ir a Seattle. Charlie parecía a punto de negar, preguntándole si iba a ir sola, y me metí en la conversación.
—No irá sola, Charlie, yo iré con ella. La novia de mi hermano tiene un montón de mapas de Estados Unidos e hizo que me los aprendiera de memoria. Incluso me dio una copia. Además, tengo un sentido de la orientación semidivino.
—Papá —añadió Bella, lanzándome una mirada de agradecimiento—, Phoenix es cinco veces más grande que Seattle y yo también sé leer un mapa, no te preocupes.
—¿Volverán a tiempo para el baile?
—No, yo no bailo, papá.
—¿Y tú, Elizabeth?
—No me gustan mucho los bailes.
—Ah, vale.
Ahí terminó la conversación. Recordé lo de Eric y Tyler y casi volví a reír, pero la mañana siguiente fue increíblemente mejor.
A Bella se le habían caído las llaves mientras jugaba con ellas al llegar al Instituto, cuando se agachó para agarrarlas, Edward Cullen ya estaba allí.
—¿Cómo lo haces? —le preguntó Bella.
—¿Hacer qué? —replicó él.
Ellos habían ignorado mi presencia totalmente, creando su propio mundo.
—Aparecer del aire.
—Bella, no es culpa mía que seas excepcionalmente despistada.
Esa semana me había hecho reír demasiado, no recuerdo otro momento en el que reí tanto.
—Oigan, su conversación promete ser demasiado graciosa, si pudieran grabarla sería genial... esto es mejor que lo de Eric y Tyler.
—¿¡Escuchaste lo de Eric!? —dijo Bella, parecía escandalizada. Retrocedí un paso.
Vi que el peligro era inminente y procedí a desaparecer.
—Tal vez, Bells. Te quiero mucho, adiós. Que pases un buen día, Cullen.
Él asintió, mientras Bella lo reñía, en la distancia, escuché algo parecido a «Trastorno de personalidad múltiple»
Reí nuevamente y fui al edificio uno, para tener mis clases de cálculo, con la imagen de Bella exasperada y Edward Cullen molestándola.

ESTÁS LEYENDO
Entre Mundos. I
Fiksi PenggemarElizabeth Taylor es una semidiosa tranquila, vive feliz en el Campamento Mestizo con su hermano y sus amigos. En la época escolar va al Campamento Júpiter. Entrena para sobrevivir y... En fin, la vida normal de un semidiós. Un día en el Campamento...