Capitulo Tres.

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Capitulo Tres.
A sus veinticinco años, ____ llevaba ya tres ocupándose de organizar los eventos para los que su familia alquilaba la finca, y para entonces creía haberlo visto todo. Habían celebrado fiestas en los jardines, meriendas, una fiesta para la hija del senador para celebrar el nacimiento de su bebé, e incluso un acto de la DAR, la organización de mujeres descendientes de combatientes de la Guerra de Independencia, pero era la primera vez que un novio al que habían dejado plantado en el día de su boda le pedía matrimonio.

Parpadeó, sacudió la cabeza y miró al hombre de hito en hito.

—¿Está usted loco?

—No, por lo general no.

—Vaya, pues eso no es muy tranquilizador.

Él sonrió, y ______sintió un cosquilleo en el estómago que trató de ignorar. Era una reacción extraña y fuera de lugar, pero habría retado a cualquier mujer a ponerse a un metro de él y no sentir la atracción magnética que parecía emanar de su persona.

Medía casi dos metros, llevaba el pelo, que era café claro, corto, y espeso, peinado con un corte informal, tenía los ojos mieles , y los rasgos de su rostro parecían los de una escultura helénica. Era un imán andante.

—Diga que sí, por favor, no tenemos mucho tiempo —le pidió de nuevo, echándole un vistazo a su reloj antes de volver a mirarla.

______ soltó una risa incrédula.

—Me está tomando el pelo, ¿verdad?

Los ojos de él se oscurecieron y la miraron fijamente.

—Yo nunca bromeo.

—Pues es una pena —murmuró _____—, porque se le daría bien.

Aquello no podía estar ocurriendo, se dijo.

—Oiga, señor Harries…

—Llámame Jack.

—No pienso hacerlo. Y no me tutee; yo no le he…

—Escúchame, _____ —la interrumpió él, haciendo caso omiso de lo que acababa de decirle—, necesito una esposa; necesito casarme esta misma tarde.

—¿Por qué?

—¿Por qué qué?

—Por qué tiene tanta prisa por casarse.

—Eso no tiene importancia.

—Ya lo creo que la tiene cuando me está pidiendo que sea la novia.

Jack suspiró, volvió a mirar el reloj, y se abrochó la chaqueta.

—Está bien; digamos simplemente que a algunos de los empresarios con los que trato, los hombres casados les parecen más… de fiar.

— ¿Qué son, de la Edad de Piedra?

Una de las comisuras de los labios de Jack se curvó ligeramente, y _____se descubrió a sí misma deseando que volviese a sonreírle. Aquello no era una buena señal. A lo largo de esas semanas en que lo había tratado lo había visto impaciente, enfadado y aburrido, pero hasta hacía sólo unos minutos no lo había visto sonreír. Quizá guardara sus armas más potentes para las situaciones desesperadas.

Sociedad de Escándalo. (Jack Harries.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora