Sociedad de Escándalo. (Jack Harries.)

Capitulo Veintiséis.

Capitulo Veintiséis.

Aquello no iba a funcionar. No podía preguntarle a Trace si creía que debía seguir con Jack o abandonarlo si no le contaba la extraña historia de su matrimonio, y no se sentía preparada para hacerlo.

—Y hay más. Estoy preocupada por Paige. Sigue confiando en nuestro padre, y ahora que me has contado esto… va a ser un golpe muy duro para ella.

Las facciones de Trace se tensaron.

—Al menos le abrirá los ojos —dijo—. Tiene que darse cuenta por ella misma, como hemos hecho tú y yo de que no puede seguir disculpándolo eternamente.

—Trace… ¿cuándo…?

______no sabía cómo preguntarle lo que le quería preguntar, pero él comprendió sin necesidad de que terminara la frase.

—Digamos simplemente que hace cinco años me di cuenta de lo traicionero que puede ser nuestro padre.

—¿Qué ocurrió?

¿Cinco años? Por aquel entonces ella estaba todavía en la universidad. ¿Qué habría ocurrido, y por qué no se había enterado?

—No quiero hablar de ello, ______. Pasó, y ya no puede cambiarse —contestó él resoplando—. Sólo te diré que nuestro padre destruyó mi felicidad; que me apartó de la única mujer a la que he amado.

—Oh, Trace… —dijo ella quedamente, poniéndole una mano en la mejilla.

Le dolía el corazón por él, y deseó que hubiera algo que ella pudiera hacer para ayudarlo, pero a juzgar por la mirada de amargura de sus ojos le dio la impresión de que no había nada que hacer.

Trace suspiró de nuevo, y esbozó una media sonrisa.

—No sé exactamente qué problema puedas tener con tu marido, Any, pero debes confiar en ti; y si tienes que elegir entre tu felicidad y la familia, escoge tu felicidad.

Parecía sencillo… lo único que tenía que hacer era escoger. _____quería gritar. La ambición de su padre los había llevado a todos a aquella situación, y probablemente el precio que ella acabaría pagando sería cualquier posibilidad que tuviese de un futuro con Jack.

 

—Señora Harries, ¿algo que quiera decir a nuestros lectores?

—¡Eh, muñeca, sonríe a la cámara!

—¿Qué ha sentido al enterarse de que es hija ilegítima?

_____apretó los dientes y mantuvo la vista fija en el frente. Había creído que una vez hubiese salido de la finca se libraría de los reporteros, pero se había equivocado. Había al menos media docena de ellos con sus furgonetas y sus cámaras apostadas a la entrada de la verja por donde se accedía a la propiedad de Jack.

¿Iban a crucificarlo a él también?, ¿por haber cometido el error de casarse con una Rumsfeld? «No vuelvas la vista», se dijo, «no les des la satisfacción de dejar que te vean llorar, de dejar que te vean golpear el volante de frustración».

—Oye, ¿qué piensa tu maridito de tu querido papá? —Le gritó otro reportero, agachándose junio a la ventanilla del copiloto—. Seguro que se arrepiente de haberse casado contigo, ¿eh?