Capítulo 18: SANGRIA A LA VIEJA USANZA.

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No había sentido tanta adrenalina y porque no decirlo... MIEDO, en su vida, ni cuando decidió saltar del trampolín de seis metros cuando tenía diez años. Reunir el valor necesario para pasar al lado de Paul que sostenía aquella varilla de sauce iba a ser todo un reto, eso sin mencionar evitar saltar sobre el idiota de Gastón otra vez. Es que para joderlo más de lo que ya estaba el imbécil estaba ahí parado todo chulito mirando ramita del árbol y luego a él como diciendo "la que te espera". Seguro Dios se había despertado sádico cuando se dedicó a crear aquel árbol maldito.

Será que el abuelo era capaz de... ¿de castigarlo con aquella cosa?... ¿será que era capaz de castigarlo? A la ¡mierda! pensó, las manos le sudaban pero no iba a quedar como un cobarde, menos con Gastón dibujando esa sonrisa burlesca en los labios. Bueno, al menos Adrián y Rodrigo no iban a ser testigos de su desdichado momento, que maldita suerte. Pensar que todo había empezado tan bien el día anterior, demasiado bien para que dure más tiempo.

¿Ya está todo? - había preguntado el abuelo subiendo la mochila y la caña de pescar de Nacho a la caja de la camioneta.
Claro - respondió confiado Ignacio mientras se despedía por enésima vez de Mateo, como no estar seguro si el abuelo le había redactado una detallada lista con todo lo necesario y lo había hecho revisar dos veces para estar seguros. Es que para pasar todo un fin de semana en el río era importante no olvidar nada y con cuatro adolescentes a cargo Paul prefería llevar de más y no de menos.
Todavía no está todo! - interrumpió Ed y Nacho bajo los hombros arto ya, qué más podía faltar? - van a volver tarde el domingo y Mateo puede esperar pero yo no - dijo y fue hasta el armario debajo de la escalera para sacar una caja enorme - feliz día del niño adelantado - dijo y dejó la caja en el sofá para poder recibir a Mateo.

No era ninguna sorpresa lo que había en la caja, pero aún así Nacho no pudo aguantar la prisa por verla con sus propios ojos. Realmente parecía un niño y como no parecerlo, Edgar se había pasado, en el buen sentido, una guitarra electroacústica Fender, definitivamente se había asesorado antes de comprarla.

Gracias, gracias de verdad - dijo sinceramente emocionado, sabía que a Edgar el dinero no le sobraba y por eso trataba de no pedir nada aunque el hombre le pregunté si necesitaba algo, de hecho además del uniforme para la escuela, desde que estaba ahí Ed sólo le había comprado unas zapatillas con las que andaba todo el día porque las que tenía cuando llegó se habían roto, y bueno también tenía algo de ropa nueva que la abuela le había regalado, pero esto, sabía que Edgar seguro la había tenido que sacar en cuotas de algún local - la voy a cuidar con mi vida - prometió con el corazón, ese era uno de los regalos más lindos que le habían hecho en la vida - gracias de verdad.
No hay de que - apenas pudo articular, no imagino que entregarle aquel regalo lo iba a poner tan sensible, al punto de humedecerle los ojos.
¡Ay hijo! - interrumpió Luci - se te está haciendo grande el changuito - dijo acariciando el hombro de Edgar - como pasa el tiempo, si apenas fue ayer cuando te dimos tu ultimo regalo del día del niño - recordó con detalles el momento - fue una guitarra también - aclaró y recién Edgar conectó con aquel recuerdo, era verdad, ese había sido su regalo, sólo que al contrario de Nacho, él si había pedido aquello, de hecho había vuelto locos a sus padres rogando que le compren el instrumento que al final nunca aprendió a tocar bien porque al poco tiempo otros intereses menos productivos llamaron su atención.
¿De verdad? - Nacho abrió los ojos sorprendido ante aquel detalle.
Si - confirmaron a coro los tres adultos e Ignacio se sintió increíblemente mejor que antes al saber aquello, de alguna manera extraña aquella simple coincidencia lo hacía sentir más unido a esa familia, el que hayan seguido aquella costumbre de que a los quince años te daban tu ultimo y mejor regalo del día del niño lo hacía sentir parte de la tradición y parte de la familia.

En fin, con semejante comienzo del día como no estar de buen humor, es más, casi no le importaba que Gastón y Adrián estén en la camioneta sentados junto a él. En realidad al principio el iba sentado como copiloto de Paul pero el abuelo había insistido en sacarle una foto a sus cuatro muchachos junto a la camioneta antes de salir y cuando debieron volver a entrar Rodrigo había corrido para asegurarse el disputado puesto de adelante y aunque él intentó reclamar sin que suene a reclamo infantil alegando que ese era su lugar, la verdad es que igual se oyó infantil y el abuelo corto toda posible discusión con una respuesta más infantil todavía.

LA VIDA NO ES UN SUEÑO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora