Capítulo 19: POR LA BOCA MUERE EL PEZ

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Iba a resultar uno de los mejores fines de semana de su vida al final de cuentas. Aquella salida iba de mil maravillas, cine, juegos, ahora cena y hasta un pequeño y furtivo encuentro con Nadia. Todo en compañía de la familia, todo menos los besos con Nadia claro.

La FAMILIA, pensó Nacho unos segundos mientras se miraba en el gran espejo de aquel servicio donde había entrado a quitarse los restos del primer labial que le viera usando a ella y con el cual lo había pintado durante aquellos apasionados besos, apasionados pero contrariamente inocentes.

Familia – dijo en voz alta, intentando escuchar como sonaba aquella palabra en sus labios resonando en el eco característico de los lugares vacíos, ahora sin la adrenalina de hace unos momentos cuando se había separado de los demás para poder pasar unos minutos con Nadia.
Vamos que mis hermanos se van a tardar – había animado ella tirando de la mano de Ignacio para que la siga hacia debajo de la escalera mecánica del shopping, que como estaba fuera de servicio estaba desolada, solo para poder reencontrarse lejos de la mirada de cualquier curioso y darle rienda suelta por unos minutos a sus sentimientos y a sus hormonas también. Llevaban tiempo extrañándose y aunque fiel a su palabra, Nadia no había sido exigente con su “chico” al que se negaba a rotular de novio, la verdad es que verse tan poco no era grato, por esa razón aquel “rapto” estaba más que justificado.
SÍ – dijo animado – pero rápido que mi familia se va a dar cuenta – agregó nervioso mirando en dirección a donde se encontraban todos, rogando que nadie note su ausencia. Lo había dicho sin pensar y solo cuando estuvo fuera de la visita de los abuelos y toda su descendencia, incluidos los tíos de Rodrigo, se dio cuenta de la palabra que había empleado para referirse a todo el conjunto de personas, que recién salidas de la sala de cine habían causado un pequeño alboroto en la confitería al pedir que los mozos les prepararán una mesa para trece personas, tres de los cuales necesitaban sillas altas para bebes, las mellizas de Juan y Bastián el hermanito de Rodrigo.
Te extrañé – dijo Nadia apenas llegaron a su escondite. No quería que suene como reproche aunque en cierto modo lo era, pero es que desde que Paul le regaló el nuevo teléfono a Ignacio se habían podido comunicar por whats app y al contrario de lo que ella había creído el poder enviar mensajitos a cada rato hacía  que lo extrañe mas en vez de menos. Pero como enojarse si cada vez que ella le preguntaba “¿qué haces?” él respondía cosas como “hago la leche a Mateo” “acabo de bañar a mi bebé” y otras por el estilo. Definitivamente no podía enojarse.
Yo también te extrañé – respondió él y no hubo más palabras por un buen rato, tenían que aprovechar el tiempo. Un poco de franeleo y unos cuantos besos.
¿Qué paso? – corto ella de golpe al sentir la cantidad de parches que tenía Ignacio, sorprendida y asustada en parte iguales. Había intentado tímidamente acariciar el torso de Nacho para encontrarse con aquellas heridas.

Nacho explico brevemente lo ocurrido sin entrar en detalles innecesarios, además Nadia no conocía a los cuñados de Gustavo porque ellos ni de chiste asistirían a la escuela donde él era director así que iban a una diferente. Finalmente Nadia desistió de familiarizarse con esa parte la anatomía del chico y se concentraron en los besos, hasta  que fueron desafortunadamente interrumpidos por el inoportuno vibrar del teléfono de Nadia con un exigente mensaje, “¿donde estas?” decía y como remitente en nombre de su hermano mayor. Había hecho mal los cálculos y comprar las entradas de cine y las chucherías les había llevado a sus hermanos menos tiempo del esperado y tuvo que cortar aquel encuentro huyendo como cenicienta en la doceava campanada dejando a Nacho con una sonrisa de bobo y con un subidón de adrenalina por el cual necesito ir a los aseos a calmarse un poco y ahí fue cuando se dio cuenta que Nadia le había pasado parte de su maquillaje durante el beso.

Nadia estaba particularmente bien arreglada esa noche, con un vestido chocolate con pequeñas flores blancas y unos zapatos tipo badanas que tenían un aire juvenil y delicado. Toda una señorita que contrastaba con su regular aspecto varonil. Las faldas eran obligación por el uniforme pero ella se ponía pantalones cortos debajo y usaba unos zapatos bastante masculinos, que la hacían destacar de la media. Pero esta vez, esta vez estaba simplemente muy buena, ¡qué buena! estaba SEXI y había dejado en Nacho un palpitar extra además del de su corazón. En tanto Nacho termino de quitarse el labial sabor fresa con una toalla de papel, se refresco un poco con agua y dio un par de bocanadas de aire antes de regresar a la mesa junto a los demás, rogando que nadie note ninguna cambio en él, con aquella paranoia que te da el saber que hiciste algo que los demás no tienen que saber, como si llevara la palabra culpable en la frente.

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