Bienvenidos a la realidad Hunter x Hunter.

Capitulo 22: Necesito ayuda, parte I y clase de educación física.

*Con Katya y los demás*

Killua

Oye, cuando sientes que el estómago se retuerce, te tiembla el cuerpo te arden las mejillas, ¿qué quiere decir?
Me acaba de pasar.

Kurapika miró atentamente el mensaje que le había mandado el albino, se quedó pensando un tiempo, pero no encontró nada con lo que pudiera relacionarlo. Con cuidado de que el profesor no lo encontrara con el celular le respondió a su amigo con algo de rapidez.

La verdad no sabría decirte con exactitud; si el estómago se te retuerce es posible que sea indigestión, o bien, que tengas hambre.
Pero no te podría explicar lo del cuerpo temblando o el ardor de mejillas, ¿cómo te pasó?

Enseguida guardó el celular y regresó su vista al frente para disimular, entonces su móvil volvió a sonar; lo revisó y era evidente, Killua había respondido.

Alegra me miró y me sonrió, y sentí la cara arder, el cuerpo temblar y que el estómago se me retorcía.
¿Sabes qué me pasa?

La verdad no, no soy experto en este tipo de cosas, ¿por qué no le preguntas a Katya o a Alaska?
De seguro ellas te pueden responder.

No tengo tanta valentía, ¿podrías preguntarle a Katya en mi lugar?

¿Y por qué debo hacerlo yo?

Está contigo en el mismo salón.

No es razón, tú eres el del asunto.
Pregúntale tú.

Está bien, qué aburrido eres Kurapika.

No lo soy, es que el asunto te incumbe a ti, así que debes hacerlo tú, y te dejo que no vaya a ser que el maestro me cache.

Está bien, le preguntaré cuando salgamos, ¿a qué van?
Nosotros recibiremos matemáticas.

Vamos a educación física, y por estar chateando contigo no estoy prestando mente a lo que está diciendo el maestro.

Está bien, te dejo entonces, hablamos después.

Digo lo mismo, chao.

-Y es así como vamos a trabajar hoy – Finalizó el maestro de gimnasia – Vamos todos a la cancha.

Todos se encaminaron a la cancha, a lo que Kurapika se acercó a su grupo.

-¿Qué se supone que vamos a hacer? – Preguntó – Me distraje un momento y me quedé en el limbo.

-Hoy tendremos que saltar el caballete – Dijo Taro.

-¿El qué? – Repitió el Kuruta confundido.

-Caballete – Dijo Alaska – Es como una montura con cuatro palos simulando patas, la montura es recta y dura, pero pequeña.

-Ahí lo verás cuando lleguemos – Exclamó Katya mientras escuchaba la conversación.

Una vez que llegaron a la cancha el profesor los mandó a cambiarse a sus vestidores, a lo que Kurapika se vio obligado a seguir a Taro para no perderse (y quedar como niño chiquito buscando a su mamá en el supermercado).

*Con las chicas*

Todas estaban platicando mientras se cambiaban; Katya y Alaska estaban en los casilleros del fondo hablando. Alaska abrió su casillero, dejando ver el interior; dentro del casillero habían tres atuendos diferentes; uno era una camisa deportiva blanca con mangas largas con el emblema del colegio en la espalda y pecho y un buzo azul con una línea gruesa blanca en los costados, el otro era una camisa polo con el nombre del colegio en un hombro y la insignia en el otro y una falda roja con una línea blanca fina, y el último era una camisa deportiva con los apellidos de su dueño en la espalda y un short azul con dos líneas blancas finas, dos bastones, dos pares de pompones, dos pares de zapatos, tres pares de calcetas y dos gorras.

-Katya, ¿qué traje vamos a ocupar? – Preguntó la peliazul mientras se quitaba el uniforme.

-El que tiene el short – Contestó la rubia doblando su ropa.

La de cabellera azul quedó viendo a su amiga y se quedó sorprendida al verla sin el uniforme; la rusa andaba un conjunto blanco, pero lo sorprendente era el tamaño de...la parte delantera de la rubia.

-Katya, las tienes muy grandes – Dijo la japonesa.

La aludida se cubrió adelante con vergüenza.

-N-no me mires.

-Es verdad, deja de echarme en cara que soy una tabla de planchar – Dijo Alaska en broma.

Ambas se vistieron con el uniforme correspondiente, se pusieron las calcetas y deportivos, se amarraron el cabello y salieron apuradas del vestidor; cuando llegaron de nuevo a la cancha pudieron ver que todos los varones estaban ahí. Luego de unos pocos minutos todas las chicas se unieron al grupo; el profesor explicó un poco lo que iban a hacer y poco después les mostró el caballete.

-Esto *toca el caballete* es lo que van a saltar – Dijo – Katya, ¿podrías demostrar cómo hacerlo?

La de ojos bicolor asintió y todos se hicieron hacia atrás para evitar incomodar a la muchacha; acto seguido ella se distanció una buena distancia, respiró suavemente y después comenzó a correr en dirección al caballete; cuando estuvo cerca del objeto apoyó sus manos en la parte superior y saltó mientras apoyaba su peso en ambos brazos y saltaba al estilo ranita; cuando aterrizó al otro lado todos se asombraron y le aplaudieron.

-Bien – Dijo el profesor – Lo que vieron es lo que tienen que hacer, es fácil, así que comencemos.

Uno a uno fueron pasando a saltar, alguno bien, otros no tanto... Y luego estaban los chicos que terminaban encajados a horcajadas en el caballete y lamentándose que no tendrían herencia por culpa del caballete.

-¿Por qué maldicen al objeto? – Preguntó Kurapika – Hacerlo no evita que te hayas golpeado.

-Se lamentan porque no tendrán descendencia – Dijo Taro muy pálido – Un golpe a la entrepierna sientes que te deja inválido.

A Kurapika le salió una gotita de sudor, ¿tan fuerte era el dolor que sentían?; el profesor sacó unas colchonetas y las acomodó en fila una por una hasta donde creyó conveniente.

-Lo siguiente son las piruetas – Dijo – Alaska, ¿nos ayudas?

-¿Puede ser Katya? – Preguntó la de hebras azules.

El profesor quedó viendo a la rubia para saber si aceptaba o no, a lo que ella asintió e hizo el ejercicio correspondiente.

-Lo que ustedes acaban de ver es lo que harán ahora, empecemos.

Todos los alumnos contestaron un "está bien" y comenzaron a hacer el ejercicio; después de 30 minutos haciéndolo (la mayoría tardó un mundo), el profesor dijo que se fueran a cambiar, y que el próximo día irían al campo, a lo que todos contestaron un "sí" sincronizado y acto seguido se retiraron a sus vestidores correspondientes para poder cambiarse y regresar a sus salones.