Ver a Hanna así...
Kat ordenó parar el coche. Salió a toda prisa y corrió hasta la acera donde estaba su amiga. Hanna tenía mucha vitalidad. Siempre iba saltando y corriendo por las calles. Hacia gimnasia rítmica y nada le daba miedo. Kat nunca la había visto triste, hasta ese momento.
Iba con la cabeza agachada y las manos sobre las piernas. Su silla la conducía un enfermero. Tenía ojeras , el pelo pegado a la cara y sus luminosos ojos azules estaban grises y tristes.
Kat se arrodilló a su lado y la abrazó.
-Hanna , soy yo, Kat , he vuelto . Yo no sabía que te había pasado esto.- sollozó- Me lo deberías haber contado. Eras una de mis mejores amigas, y lo sigues siendo.
Hanna levantó la cabeza y miró fijamente a su amiga. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sin decir nada le devolvió el abrazo. Estuvieron minutos así , hasta que Mike salió del taxi. Ellas ni se dieron cuenta. Él posó su mano en el hombro de Kat .
-Deberíamos irnos. Se hace tarde y tienes que instalarte. Además el taxi espera.
Mike señaló al taxista que miraba el reloj enfadado. Hanna le dio la razón . Llorosa y débil , Kat entró y se acurrucó en el pecho de su padre , como hacía como hacia cuando era pequeña.
Al poco rato , llegaron a su destino. Su casa estaba tal y como la recordaba , pero un poco deteriorada por el tiempo. El buzón seguía teniendo el nombre de su padre pintado en rojo y su nombre con rotulador y letra de niña pequeña. Recordaba haberlo hecho cuando cumplió siete años, pero no recordaba los motivos. Con ayuda de Mike cogieron todas las maletas y las metieron en la casa. El señor Winkelton abrió la puerta y una suave brisa les golpeó. El interior estaba lleno de telarañas y polvo, lógicamente. Kat recordaba todos los rincones y escondites como sí no hubiese estado dos años fuera.
Subió las escaleras y caminó por el pasillo hasta llegar a una puerta rosa: su antigua habitación . Dentro no había casi nada. Sólo habían quedado algunos pósters de artistas pasados de moda pegados en la pared rosa, ropa vieja y juguetes demasiado infantiles.
Salió de allí y entró en la habitación de enfrente, la de su padre. Esa sí que estaba completamente vacía. Se acercó a la ventana. Desde allí se veía el puente. A Kat le parecía increíble que hubiese ocurrido algo allí . Nunca nadie se había preocupado por sí se caían los niños y los padres les dejaban ir todos los días, en verano. A partir del accidente de Hanna , los padres lo prohibieron.
Kat salió de nuevo de la estancia y siguió andando por el pasillo. Al llegar al final se topó con una puerta grande. Giró el pomo, pero no se abrió . Se dirigió al principio de la escalera y grito:
-¡Papá! ¿ tienes la llave del despacho?
-Está en el primer escalón - respondió su padre .
Kat bajó y levantó la tabla del escalón que su padre había dicho. Años atrás , siempre guardaban allí las cosas importantes. En ese momento, además de las llaves, había unos dibujos de cuando Kat era pequeña y unas fotos de ellos con su fallecida madre. La madre de Kat había muerto nada más cumplir ella seis años.
Kat abrió el despacho . Era la única habitación que no habían vaciado con el traslado. Su padre, estaba convencido de que volverían y no quería cambiar nada de su despacho, pues para él era sagrado. Pese a los bonitos sitios que habían visitado, ningún sitio le inspiraba más . De pequeña Kat jugaba allí, mientras su padre escribía . Él era escritor de novelas , pero, cuando ella era una niña, hacía cuentos para Kat, y se los leía antes de dormir.
Kat se acurrucó en el sillón de su padre y cerró los ojos. Aunque no era muy tarde , y ni siquiera se había hecho de noche, Kat se quedó dormida. Había tenido un día complicado, con demasiadas emociones y necesitaba recuperar fuerzas. El día siguiente tampoco sería fácil .
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Lo que llamaba hogar
Roman pour AdolescentsKat es una chica de catorce años. Después de dos años viajando vuelve a su hogar, su pueblo. Allí todo ha cambiado y adaptarse a su nueva vida supondrá un auténtico desafío para ella.