Siempre crecí pensando en el bienestar de los demás,
así fue como me olvide de mí misma, solo quiero poder
sentir el abrazo de mis padres, en ellos encontraré la respuesta,
pero ahora que se fueron, poco más que su voz llego a recordar.
"Ve eterna f...
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El día no fue muy agitado, para mi ver estamos a salvo gracias a Hana, Malhora había aceptado por fin a Hana, seguro se habría dado cuenta que era una niña muy fuerte y capaz de defenderse sin esperar algo de alguien, ella emanaba valentía y contagiaba a quien tocaba, eso pensaba yo.
––Chicos no se van a quedar ahí sentados, ¡Hay un lugar inmenso por descubrir! –agregó Hana contagiando su energía.
––Creo que tienes razón, después de todo no estamos en un lugar común...esto es Atlantis –aclaró Gabriel levantándose lentamente.
––Seguro seguía adolorido después de la curación –pensé.
Con mucha pereza seguimos a Hana a través de diferente monumentos, pero...hubo uno que me llamo mucho la atención, eran especies de seres celestiales los cuales poseían una roca extraña entre sus manos.
––¿Hana?
––¿Si Violet?
––¿Quiénes son estos? –pregunté con extrañez.
––¡Ah! Sí que soy despistada, estos son los guardianes de Atlantis –aclaró.
––¿Qué tienen entre manos? –Anker interrumpió.
––Ese es el corazón de Atlantis, según historias de mi niñez, dicen que se oculta bajo las manos de un Dios, pero nunca supimos el lugar exacto, fue uno de los secretos que mi raza se llevó a la tumba, como ¿Quién nos salvó de los Megalodones? –correspondía Hana haciendo un adorable puchero.
––¡Y esos quienes son! –exclamó Malhora asustada.
––Pues...mi historia los describe como...
De pronto Hana puso cara pensativa ¿Qué estaría tramando?.
––¿Y si les enseño los pergaminos?, Me ahorraría la saliva, además sería bueno que los vieran con sus propios ojos –insinuó captando nuestra curiosidad.
––Entonces que esperamos –dijo Gabriel colocándose primero.
––¿Sabes dónde queda? –dijo Hana sorprendida.
––Si –la respuesta nos llegó de sorpresa absoluta ¿Cómo Gabriel era capaz de saber? Si ni siquiera había venido antes ¿O sí?
––¡¿Y tú como sabes!? –exclamé sorprendida.
––Si una señorita habría bajado de su cuarto, cuando Platón nos vino a visitar, hubiera sabido mucho sobre este lugar tan sorprendente –regañó Gabriel dándome una mirada de niño mimado.
––Tenía cosas que hacer –contradije escudándome en mis palabras.
Después de unos minutos de seguir a Gabriel por diferentes lugares, algunos más estrechos que de costumbre.
––¡Listo! –habló Gabriel.
––¿Hana me darías el honor de abrirnos las puertas a un nuevo conocimiento? –agregó sonriendo.
––Por supuesto Gabriel –dijo Hana empujando levemente las puertas, lo sorprendente era que los pergaminos permanecían intactos, no había rastro de agua en sus letras, ni algas, mucho menos de animales, era algo realmente imposible de creer.
––Esto es increíble, está todo muy bien cuidado –Malhora me ganó la expresión.
––¡Aquí está! –exclamó Hana abriendo una nueva entrada la cual contenía un enorme esqueleto de un animal realmente antiguo –Esto es un Megalodón–. aclaró dándonos una perspectiva diferente de lo que creímos que sería –Lamentablemente mis antepasados los cazaron y aparentemente los extinguieron –agregó.
––¿Entonces están extintos? –preguntó Anker.
––Si –respondió Hana.
––Que bien –bufó Anker dando una sonrisa de alivio.
Sin querer mi torpeza hizo que uno de los pergaminos cayera al suelo haciendo un ruido ensordecedor, una cosa con tanta fragilidad y poco peso, no podía hacer tal sonido atroz. Hana se acercó rápidamente a recoger aquel papel, con la máxima tranquilidad posible, como si nunca hubiera escuchado aquel estruendo terrible.
––Gracias Hana, no soportábamos el sonido –dije con la aprobación de todos.
––¿Q-Qué sonido? –preguntó extrañada.
De pronto otro ruido realmente horrible aturdió nuestro oídos, salimos de ese lugar rápidamente, al salir no hubo ni un solo sonido más que nuestras respiraciones - ¡Miren Ahí! – Exclamé asombrada de lo que captaban mis ojos.
––E-Es la estatua de Poseidón –dijo Hana acercándose más al balcón donde estábamos parados.
La estatua se empezó a mover, el tridente de Hana empezó a brillar y un sentimiento de valentía hizo que Hana alzara aquel instrumento milenario. Una luz tan potente emano desde el tridente de la estatua la cual apuntaba a un extremo de la isla, la parpadeante luz de color turquesa, era muy transparente casi imposible de ver, pero su potencia hacía que fuera imposible de ignorar.
––Acabo de ver a una estatua moverse por sí misma ¿Acaso estoy loco? –dijo Gabriel dirigiéndose a los demás.
––Creo que debemos dirigirnos hacia allí, pero antes debemos descansar el sol está cayendo y no sabemos que criaturas pueden existir aquí –insinué, estaba intrigada por aquella señal, me comía por dentro la curiosidad, pero era evidente que no sabíamos que había más allá de la penumbra.
* * *
––¿H-Hana? ¿Qué haces despierta a estas horas? – Susurré despertando totalmente.
––Violet...nunca has sentido que todos tus sueños, tus ideales y la verdad a seguir, se distorsionan cada vez que descubres más de tu pasado y presente. Me he sentido desilusionada desde que me enteré que yo era la que podía salvar a mi pueblo de las feroces fauces del mar, era yo la que debía reinar y mírame ahora...solo soy la última de mi especie, nada especial –las palabras de aquella niñas destrozaron mi corazón, todo el tiempo que pasé fortaleciéndome para no sentir nada, no me había servido de nada, una sola mirada de ella descubría mi alma, la dejaba dispuesta a su control, algo espectacular.
––Sabes...yo me sentía como tu cuando perdí todo lo que más quería en este mundo, mis padres. Aunque sé que duele perder al ser que te ha dado cariño y protección durante tantos años, debes de estar orgullosa de que has podido revivir lo que por herencia es tuyo, mira lo que has logrado; sé que no es fácil, sé que ha habido tantos obstáculos, tantas complicaciones y enredos, pero después de todo eso pasa por algo y nuestro deber es descubrirlo, aunque no lo creas siempre me he preguntado ¿Por qué a mí? O ¿Por qué hago esto?, las incógnitas siempre van a estar ahí, pero en ti esta la decisión si seguir hasta descubrir el ¿Por qué? o quedarte sin saberlo –le dije señalándole mi corazón –Aquí está la respuesta–. dije sonriendo cálidamente.
––Ahora entiendo, gracias –susurró volviendo a dormir.