One Shots Marvel

052

Natasha Romanoff y Bruce Banner.

Natasha estaba triste, la idea de que jamás podría ser madre le partía el corazón, lo que ella más anhelaba era poder quedar embarazada y cargar con una enorme panza por nueve meses para por fin poder ser completamente feliz.

El pensar que no podría ser madre junto con Bruce la destrozaba aún más, ella sabía que lo que más deseada Bruce era poder tener un hijo, pero con ella jamás lograría ese sueño.
Había pensado en dejarlo varias veces, dejarlo libre, para que busque a alguien más y así pueda tener un hijo pero era demasiado egoísta para poder hacer eso, lo amaba y demasiado y aunque lo deseara jamás podría dejarlo.
Sentada en la cama y llorando por eso se encontraba llorando, siendo infeliz y egoísta.
Bruce entró a la habitación y la vio ahí, sentada, llorando, vulnerable, como nunca la había visto antes, ella siempre era fuerte, fria, pero hoy se encontraba muy mal.

— ¿Que es lo qué pasa cariño? – pregunto con delicadeza.

Natasha lo vio y sin pensarlo, lo abrazo fuertemente.

— No se como es que sigues conmigo, no soy una mujer de verdad, solo soy una maldita máquina para matar. Perdóname Bruce, perdóname.

Bruce, sin saber que es lo que le pasaba solo la abrazaba y acariciaba su espalda, la amaba y odiaba verla de esa forma.

— Cariño, no tengo nada que perdonarte, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, todo lo que necesito para ser feliz.

— Claro que no, yo sé que es lo que quieres y lamentablemente yo no puedo dártelo.

— No se de que estás hablando Natasha.

— Se que quieres tener un hijo, y yo también lo deseo, créeme, pero no puedo dártelo, por eso es que quiero que te vayas, por favor, quiero que busques a alguien que si pueda.

— ¿Acaso estás loca? No necesito un hijo para ser feliz contigo, eres perfecta, en todos los sentidos y te amo. No me digas eso, sabes que jamás podría alejarme de ti, eres lo único que me mantiene cuerdo, sin ti me moriría, te amo, de cualquier manera siempre te amare.

Natasha sonrío y lo beso, ese era el hombre que siempre había esperado, y sin dudas jamás lo dejaría ir