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Jungkook era alguien muy religioso, crecido en un hogar donde los crucifijos y las alabanzas eran el pan de cada día. Sus padres estrictamente practicantes devotos a su religión; cristianismo. Mismos padres que encerraron a su hijo en una burbuja de inocencia y sanidad, del desconocimiento del mundo en que vivía. Donde todo lo deseado por la sociedad era un pecado. Soberbia, envidia, gula, lujuria, ira, avaricia, la tentación.

En fin, todo lo malo del mundo, pero así también todos los placeres que en él ocurrían, y el principal de estos y llevando la delantera, sexo. Ese era el tema prohibido, nunca se habla de eso en casa, era el tabú para Jungkook, era lo perverso y lo maligno.

Un día, después de salir del instituto católico, Jungkook fue a la iglesia como siempre lo hacía después de clase. Solía ir a rezar, a visitar al padre y a confesarse— confesiones totalmente irrevelables, ya que él no hacia nada que fuese pecado. — Cuando iba saliendo de la majestuosa iglesia se percató de la hora, siete y media , apuró su paso para llegar a tiempo a cenar. Iba pasando por los portones de la salida del recinto y pudo ver una figura apoyada en estos. Jungkook se preguntó que hacía aquella persona a esa hora en la entrada de la iglesia donde prácticamente ya iban a cerrar.

Disculpe.

Se colocó frente a la persona y logró apreciar su atuendo, negro, todo negro. Camisa negra, chaqueta negra, pantalones y zapatos negros. Era demasiado negro para su gusto. La persona se encontraba mirando al suelo fijamente, no alzó su mirada en ningún momento al chico.

Señor, disculpe, ¿desea entrar al iglesia?. Lo que pasa es que ya es hora de cerrar pero si desea puede venir mañana, estará abierta desde las seis de la maña...

—No vengo a la iglesia, no lo tengo permitido. — la voz de esa persona le hizo erizar su cuerpo. ¿Que clase de voz era esa? Profunda y tenebrosa. Al menor le producía cierto terror y no sabía porqué.

La enigmática persona alzó la vista al chico y este sintió desmayar. Si su voz le producía un terror interno su mirada le hacía querer salir corriendo y esconderse. Sus piernas flaquearon y retrocedió unos cuando pasos dispuesto a retirarse. Pero se preguntó internamente porque dijo que no tenía permitido entrar a la iglesia, era un lugar público y le abría las puertas a quien quisiera recibir a Dios. Ese individuo decía que no le era permitido, bueno, podía ser no creyente , y su presencia ahí podría ser por simplemente estar esperando a alguien en la entrada de la iglesia, sin embargo todo aquello le cuasaba una sensación extraña, como si algo no estuviera correcto. Y con temor se animó a preguntarle.

— ¿No le es permitido?

No, lindo. — una sonrisa lasciva apareció en su boca. — Pequé y fui vetado.

Oh, no, no. Usted puede ir a la iglesia, Dios perdona todos los pecados, señor.

No todos. — se acercó lentamente hasta el chico y tomó su barbilla.— No me llames señor, me haces sentir viejo.

Su voz había pasado de ser tenebrosa a extremadamente sensual. Su lengua pasó por su labio inferior haciendo que la vista del menor se desviará de sus ojos a su boca, causando en el un estallido de emoción que no tenía nombre. Entró en un trance, era como si estuviera siendo atraído por algo. Detectó un dulce olor proveniente del hombre a su lado, un olor que sedujo su olfato e hizo que quisiera oler a más profundidad, le hizo querer probar.

Su cara, el chico le vio la cara y no supo cómo explicar la perfección de esta; su piel tan lisa y clara, sus pestañas bastas que adornaban esos bellos ojos azules, los carnosos labios aún mojados con al saliva de las constantes lamidas de su lengua. La sangre bajo a sus pies cuando se dio cuenta de sus pensamientos y acto seguido apartó la mano que sostenía su barbilla.

Lo- lo siento. Yo... yo me retiro. — dio media vuelta para continuar su paso.

Hasta luego, JungKook.

Se detuvo. ¿Cómo sabía su nombre? Dio la vuelta de nuevo para encararlo.

— ¿Cómo sabe usted mi nombre? — el miedo estaba en cada palabra que salía de su boca.

Tu mochila... detrás de esta lo dice. — habló y apuntó con si índice la mochila del chico. Su cara era inocencia falsa y pura diversión.

Jungkook no espero más y salió lo más rápido que pudo de aquel lugar. Mientras que aquel hombre lo veía partir.

Ahora soy libre de hacer lo que me plazca y más si es contigo, JungKookie.

Y con una sonrisa maliciosa desapareció.

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