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SeokJin caminó velozmente por los largos pasillos hasta llegar a la sala principal donde se encontraba la mayoría de los demonios haciendo de su ocio

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SeokJin caminó velozmente por los largos pasillos hasta llegar a la sala principal donde se encontraba la mayoría de los demonios haciendo de su ocio. Su albornoz de seda rosa se movía al compás de sus movimientos y un seño fruncido adornaba su linda cara.

— ¿Alguien en este maldito lugar me puede explicar que hace un mortal durmiendo plácidamente en la habitación Taehyung? — vociferó en cuanto entró a la estancia.

Los tres demonios lo volvieron a ver. 

¿De que hablas? — habló Namjoon bajando lento los lentes de leer por su nariz.

— ¿Que demonios hacías en mi habitación? — Tae reclamó mirándolo severamente.

SeokJin miró arrogante a Tae para después darle una rápida respuesta:

Sabes que siempre estoy en las habitaciones de todos. — acomodó su cabello—Ahora, puedes decirme que hace ese niño en este lugar y más aún, ¡durmiendo en tu cama!

HoSeok miró expectante esperando la respuesta, con algo de celos picando en su ser, al no haber una por un largo momento prosiguió a hablar.

TaeTae no habrás tenido...

No. — lo cortó mirándolo.

HoSeok suspiró tranquilo y le sonrió.

Estoy esperando, Tae... sabes que eso no está permitido aquí, no podemos traer mortales, lo sabes.

SeokJin caminó y se sentó en el respalda brazos del sofá donde se encontraba Namjoon y empezó a acariciar suavemente el cabello de este, provocándole una tierna sonrisa mientras bajaba su vista de nuevo a su lectura.

— Déjame en tranquilo, se lo que hago

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Déjame en tranquilo, se lo que hago. — caminó a la salida.

Estas jugando con fuego, ten cuidadoTae. — La voz de HoSeok sonó suave y miró fijamente la espalda de aquel demonio.

Taehyung se volvió un momento para encararlo y dijo:

Yo no me quemó. — guiñó y salió rumbo a su a cuarto.

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Abrió sus ojos lentamente, lo primero que vio fue ese techo nada parecido al de su cuarto, con un estilo, a lo que creía que era, de la época victoriana y de colores pasteles. Trató de incorporarse para tratar de ubicarse pero un dolor en su cabeza se lo impidió, se quejó y decidió quedarse acostado por unos minutos mientras esperaba que ese dolor pasara. 

No recuerda muy bien que pasó, imágenes llegan a su cabeza pero no podía acomodarlas. Recuerda salir de la iglesia y caminar junto aquel chico Jimin, recuerda estar en la parada de buses junto a él para después verlo marchar.

Arrugó su seño y restregó sus ojos con los puños de sus manos. Su cuerpo se sentía pesado, cómo si le hubiera dado una paliza. Trató de buscar su teléfono en sus bolsillos pero no lo encontró. Ya algo más alarmado y preocupado de lo que se encontraba, se levantó sin importar ese dolor punzante en su cabeza. Vio la habitación y quedó más desconcertado, parecía la habitación de alguna de aquellas reinas que salían en sus libros de estudios sociales. Con algo de dificultad salió de la cama y de esas suaves sabanas que lo cubrían. Vio su vestimenta en ese momento, su suéter y sudadera fueron cambiados por una camisa blanca de tela suave, aún conservaba sus pantalones de punto que había usado para ir a la iglesia. Sus pies descalzos caminaron por el frío piso provocándole escalofríos, se dirigió hacia lo que creía que era un balcón y lo que encontró lo dejó un más perplejo de lo que estaba. Lograba ver jardines por todas partes, pastizales infinitos, algunas fuentes y pequeños lagos adornados con mucha vegetación, estaba maravillado por la belleza de aquel lugar. Miró el cielo y colores rosas y naranjas hacían juego en el firmamento, hasta podía escuchar pajaritos cantar y junto a una suave brisa que corría en aquel momento le dio aquel lugar una especie de paz que jamás había sentido, o eso fue hasta que escuchó una puerta cerrar seguido pasos lentos, sus sentidos se pusieron alerta y el miedo llegó a su cuerpo.

Con intranquilidad espero a que aquella persona traspasara las largas cortinas semi trasparentes que colgaban y separaban la habitación del balcón, podía ver la silueta acercándose cada vez más y cuando estuvo frente a él su cuerpo se paralizó. Era aquel hombre... el de la iglesia, el de la parada de bus.

...

El recuerdo llegó a su mente, de cómo ese misterioso hombre había llegado a aquella parada y de cómo había dicho su nombre para que segundos después todo se pusiera negro. ¿Que le había hecho? ¿Dónde estaba? ¿Quién era él?

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