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       Estar en su habitación se había convertido en su cosa favorita al parecer. Pasaba la mayoría del día en esas cuatro paredes y salía únicamente cuando el demonio de cabellos rosas lo llamaba para comer algunos de sus bocadillos. Él los comía no porque tuviera hambre– su apetito había disminuido mucho; casi inexistente–, sino porque apreciaba el que cocinara para sólo para él.

La razón por la cual no salía de su habitación era su desconfianza y timidez. Además de que, aquellos hombres no hacían absolutamente nada en esa mansión. El demonio de cabellos verdosos al cual había memorizado como Namjoon, solía pasarse el día leyendo libros en la gigantesca biblioteca. El chico había tenido la idea de distraerse en aquel lugar leyendo algunos libros, pero retractó cuando vio al hombre sentado en un sillón victoriano color vino, con un té humeante en la mesilla de al lado y por supuesto un grueso libro en sus manos, se veía tan pacifico y en intimidad que no quería ser un invasor e incomodarlo.

Lo mismo pasaba con el resto, el de labios corazón pasaba los días entre los jardines frondosos de flores; HoSeok o Hobi, cómo solía llamarlo JiMin, era muy atento con él. Siempre le daba una sonrisa dulce y un gesto de saludo cuando lo atrapaba mirándolo desde el balcón de la habitación. Aunque el demonio alegre trataba de dar el paso para hablar con JungKook, la timidez del chico no lo dejaba entablar conversación. Después estaban esos dos demonios, JiMin y YoonGi. Sólo le bastó con verlos en una situación comprometedora en el baño principal de la mansión. Fue una imagen que aún quería borrar de su cabeza y a pesar de las continuas disculpas de un avergonzado JiMin, para JungKook fue algo que lo marcó, ya no sabía cómo ver las caras de ambos demonios sin que sus mejillas se incendiaran en rojo.

Así que por eso le gustaba estar en su habitación asignada. A pesar de estar solo en las cuatro paredes no se sentía del todo solitario. Sentía que algo en él había cambiado, como si una parte de él se hiciera opacado por algo más, se sentía menos humano. Y lo decía porque ya no se comportaba como el chico que era en la tierra. No sentía apropiado rezar antes de dormir como acostumbraba hacer, tal vez porque ya ni podía dormir. Pasaba sus noches viendo el cielo de manto estrellado, pensado sobre la vida y la muerte, y sobre lo que hay después de ella.

Fue una de esas mismas noches, donde la puerta blanca se abrió. JungKook se encontraba mirando por el ventanal perdidamente y fue ese tacto en sus caderas lo que lo hizo salir de sí. Unos labios húmedos se posaron en su cuello, seguido de una lengua caliente que recorrió un camino hasta el lóbulo de su oreja. Sintió esa respiración pausada y tranquila, y el susurro de su nombre en la voz ronca lo hizo vibrar. Se dio vuelta y quedó cara a cara con el demonio. Tan irreal como siempre. Una sonrisa socarrona se curvó en los labios del hombre y el chico inmediatamente dirigió su mirada allí. Esos labios tan carnosos y de aspecto suave. JungKook se preguntó cómo sería probarlos de nuevo, lamerlos o morderlos, y perdido todo su control cuando el demonio pasó la punta de la lengua por estos, empapándolos de saliva y dándoles un toque de brillo. Se fijó un su piel, que parecía reflejar destellos, limpia y tersa. Vio sus ojos claros y se perdió en ellos en seguida.

Y de pronto se sintió tan caliente, su cuerpo hervía y su pulso estaba acelerando. Un atisbo de gemido salió de su boca cuando el demonio lo atrajo con firmeza a él, juntando las pelvis. El castaño colocó sus manos sobre los hombros del hombre y lo miró tratando de adivinar que era lo que pretendía.

Sabes pequeño— habló —, hay algo de mí que no te he contado... soy un demonio descendiente de Asmodeo — pegó más sus cuerpos y sus narices se rozaron.

— ¿Qué? — preguntó sin entender en medio de un suspiro.

Soy lujuria, ese es mi pecado mortal. Yo hago pecar carnalmente y mi deber es pervertir los deseos sexuales en los humanos. Que un natural coito se vuelva algo depravado, erotico y vicioso — sus labios se tocaban ahora pero sin juntarse completamente —. Mi pasatiempo favorito es el sexo, bebé, y creo que ahora lo voy a mezclar con mi cosa favorita... tú.

Y lo besó duro.

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