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El ocaso caía y todo se volvía oscuro, sólo un fino hilo de luna devolvía algo de claridad

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El ocaso caía y todo se volvía oscuro, sólo un fino hilo de luna devolvía algo de claridad. Las luciérnagas danzaban por el aire fuera en su balcón y algunos pajarillos nocturnos hacían sonidos extraños escondidos en los arbustos de los jardines, pero para JungKook, quien había encontrado una fascinación por ver los pequeños acontecimientos que ocurrían a las afueras de su habitación, en ese preciso momento le valía un bledo.

Su concentración, su cuerpo y todo su ser se encontraba sumergido en aquel hombre de ojos mares, quien lo tocaba como nunca nadie lo había hecho, obsceno y sutil.

"¿Te gusta esto?"

"¿Quieres más?"

"No intentes detenerme"

Lo estaba volviendo loco, fuera de sí. Era una sensación que le costaba descifrar y aunque tratara de explicarse que le estaba pasando no podía, perdía la línea de pensamiento coherentes cada vez que sentía los labios húmedos del rubio besar los suyos. Había perdido la noción de lo que era correcto y de lo que no. Se encontraba cegado por la lujuria y placer. Con cada movimiento, con cada roce era como tocar el mismísimo cielo, pero para su desgracia, JungKook sabía que estaba muy lejos de llegar ahí.

Sus piernas se encontraban abrazadas a la cintura el demonio, sentado en su regazo, en el medio de la cama, y por orden del rubio, comenzó a menear sus caderas, inevitablemente tímido y torpe, ambos miembros comenzaron a rozarse y JungKook pudo jurar ver estrellas. Los dulces labios ajenos recorrieron su cuello, haciéndolo suyo, dejando marcas rojizas, mordiéndolo. Las manos grandes del demonio le cincelaban su espalda desde el torso hasta sus omóplatos y de vez en cuando el tacto de los dedos le provocaban cosquilleos que le hacían arquear su cuerpo. Sus mismas manos se enterraron en los cabellos oro, gimiendo suave sobre su oído, cerrando los ojos cuando el demonio lo empujaba de las cadera hacia sí, cerrando más el espacio entre ellos dos. Minutos pasaron en esa posición, a horcajadas sobre el rubio, moviéndose al compás, sus miembros unidos rozándose tanto que lo hacía querer fallecer.

Ah... —susurró un gemido que colmó de pasión los oídos de ambos.

Fue en ese instante cuando el castaño sintió que su corazón se le salía. Esa mano traviesa que lo había acariciado durante toda la noche, bajó hasta su zona prohibida, delineó con el dedo índice su tallada entrada. El castaño asustado se aferró a la espalda del rubio y empezó a respirar con irregularidad. Este último lo notó, por lo que besó castamente su hombro, en un acto de reconforte, y luego prosiguió.

Con finura y la lujuria chispeando en sus ojos, el demonio introdujo su dedo hasta el final, recibiendo la respuesta que quería por parte de JungKook; ese sonoro gemido que retumbó en la silenciosa habitación. Continuó sacando e introduciendo tortuosamente su índice, acostumbrado al castaño a la extraña y nueva sensación, y haciendo que siguiera inconscientemente con sus movimientos de cadera. No pasó mucho cuando el demonio de ojos cielo, introdujo dos dedos más, aumentado la velocidad de las entradas. Con su mano libre, tomó la cara de JungKook y junto los labios, en un beso que era cortado por los gemidos del chico. Y sin autoridad ni aviso, el demonio introdujo su pene dentro del chico, sonrió con lascivia al sentir cómo la circunferencia lo apretaba, mientras el chico castaño se encogió, soltando quejidos mixtos, entre placer y disgusto.

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