Epílogo

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El sol estaba a poco de meterse, el cielo tenía un color rojizo, otros pensarían que era bellísimo, por qué de hecho lo era: las nubes tenían un tono rosado y anaranjado, no eran demasiadas pero tampoco eran pocas, el viento era exquisito y sin duda compensaba el calor que hacía. Por otro lado, la noche también sería "caliente" por las fiebres y el insomnio, siempre pasaba, sobre todo en esos días de "mala suerte" los cuales Steve prefería llamar de "mala muerte"; "la suerte es la muerte con una letra ocasionalmente cambiante", decía de vez en cuando, refiriéndose a una de las frases que estaba pintada en una pared cualquiera en algún lugar de la ciudad, lo sabía porque la había visto y en efecto esa frase le gustaba y le parecía agradable, incluso era posuble que en realidad el estuviera equivocado y la frase ni siquiera fuera exactamente esa pero no le importaba, y menos ahora porque eso era lo último en que pensaría... Tal vez era la nostalgia o tal vez alguna muy mala jugada de sus emociones, pues siempre, específicamente esa noche de cada mes, ellos volvían a morir y tampoco ellos se lo podían explicar, en realidad estaban un poco celosos de Maria que no pasaba por ese estrés nocturno a pesar de estar en la misma incómoda y frustrante situación. Particularmente ese día era también el más triste, los dos habían decidido destinarlo a hacer visitas de un solo sentido.

Ya era costumbre que siempre iban juntos, era como un pequeño acuerdo entre los dos, después de todo ninguno se sientía con la suficiente cordura, locura o valentía para ir solo; les aterraba y era natural que así fuera, había tanta energía ajena que no toda era pero sí era un hecho que toda les hacía el mismo daño, esto era porque ellos parecían pilas, de las recargables; por lo tanto siempre acababan cargados, cansados, chocados, enfermos y de mal humor (lo cual era la obvia razón de que el chico siempre se negaba a ir más allá de una vez al mes: ni más porque no lo soportaría y ni menos porque quería tener relativamente presentes las visitas a su mejor amigo). No era fácil para ninguno simplemente saber que era jn hecho que irían y su autoestima terminaba por los suelos, que había que tener cuidado con todas las cosas que estaban ahí presente y que, por más lastima que pudieran tener, nunca ayudarían y se mantendrían en anonimato, ya habían hablado del tema. Anna era tan buena que quería salvar a todos pero no podían estar trabajando en arreglar este mundo porque se terminarían arruinando ellos mismos y aunque sonara egoísta ellos también merecían vivir, todos esos entes ya lo habían disfrutado y usado su tiempo, tal vez no de la mejor forma pero lo habían hecho bajo sus decisiones (aunque algunos siempre replicaran que no) y ellos también querían usar su oportunidad y no desperdiciarla ya que no sabían lo que pasaba más allá, ni si volverían a tener otra ocasión de hacerlo o si al siguiente día su corazón seguiría latiendo; después de muchas dificultades, discusiones y malos ratos al fin la joven había aprendido que, aunque no era lo más solidario, la decisión del chico era la mejor, aunque era pesado también pensar que ahora esta vez tendría que convencer a la pelirroja, aunque eso era más fácil, ella era más egoísta en ese sentido y parecía no importarle, no porque fuera mala, sino porque ella también pensaba un poquito en sí misma y no quería ser una especie de mártir (en definitiva no pareciese como si a alguien le fuera a gustar algo así).

Anna estaba con sus hermanitas, les dejó un par de rosas, las dos de colores muy contrastantes porque, aun cuando todo el mundo las comparaba estando vivas, ella las conocía muy bien y sabía que aunque no lo pareciera sí eran muy diferentes y a las dos las había querido por igual... Pero siempre hacía lo mismo: dejaba una flor, se quedaba parada frente a las lápidas por minutos, sin decir absolutamente nada y sin siquiera moverse, así era desde hacía años, por su mente solían pasar un sin fin de cosas, muchos eran recuerdos de cuando las conoció, de cuando jugaban, de las veces que faltaban a clases para organizar un día de campo, de las veces que se ponían a cantar y estaban completamente desafinadas; lo demás eran añoranzas ya que, no podía evitar pensar que ahora ella era la hermana mayor y no Amanda, porque ellas todavía eran unas pequeñas niñas alegres, en cambio ella ya era un adulto y se supone que ahora ella era la responsable, ahora tendría que ser la fuerte para protegerlas, tendría que calmar a las dos pequeñas cuando se sintiesen solas, tendría que hablar con ellas cuando llorasen y procurarlas para que nada malo les pasara, para que fueran felices y sobre todo para que siempre fueran igual de brillantes, igual de amadas e incluso más fuerte que ella.

Notas 1984Where stories live. Discover now