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"El miedo es la emoción más difícil de manejar. El dolor lo lloras, la rabia la gritas, pero el miedo se atraca silenciosamente en tu corazón".

David Fischman.

Narra Anna

Steve y yo corrimos para llegar al hospital, literalmente; porque Steve se rehusó a tomar un taxi o subir al bus. Así que me hizo correr hasta el otro lado de la ciudad, para ser sincera era muy rápido y no le pude mantener el paso; cuando llegué él ya había pasado al edificio y fui a buscarle.

Recorrí el lugar, era distinto a los demás hospitales, las paredes eran color hueso, los pasillos tenían un azulejo gris y las habitaciones que pude ver tenían un piso de madera, cuadros en las paredes y cortinas de un color rojo vino, además de macetas con algunas flores coloridas. ¿A qué hospital traían a Maria? Recordé aquél hospital al cual yo iba cuando me enfermaba: paredes blancas y azules, azulejo blanco. El ambiente era más cálido y tranquilo en este hospital. Las habitaciones no eran compartidas y eran más acogedoras; los enfermeros traían varios expedientes, también comida que para ser de hospital se veía bastante deliciosa. Además olía bien.

Steve estaba en el pasillo mirando cómo en una habitación se escuchaba a Maria gritar, lanzar cosas y correr a los enfermeros, sólo escuchamos lo último que gritó:

—¡... Fuera! ¡Si no me vais a dejar ir entonces no quiero veros!

¿Maria tenía algún problema con los hospitales? Si era así no era la única, porque pude notar como Steve sonreía y al ver a su alrededor se tensaba su cuello. ¿Cuál era la razón de su reacción ante un hospital? Cuando escuchamos el portazo en la habitación nos acercamos, algunas cosas de las que había lanzado Maria estaban tiradas en el pasillo. Antes de tocar la puerta vi a Steve, asintió con la cabeza y toqué, nadie respondió; volví a tocar y al otro lado se escuchó a Maria gritar:

—¡Ya os dije que no quiero enfermeros! ¡Largo!

Escuché cómo lanzó algo blando a la puerta; dudé en entrar, pero Maria no me escucharía al otro lado de la puerta si creía que era una maldita enfermera, así que entré y un puto zapato volador llegó a la pared al lado del marco y casi me daba. ¿Acaso Maria quería matar a los pinches enfermeros cuando llegaran con un maldito zapato?

—¿Qué acaso no se escucha? ¡No quiero enfermeros! ¡¿Quién se cree para entrar a mi hab-...!? —Dijo mientras se daba la vuelta para mirarnos, se quedó callada por un momento y al final habló—... Anna... —Se veía confundida.

Traía una pijama del color de las cortinas, su cara estaba pálida y su cabello despeinado, también pude notar que estaba descalza. Pude ver cerca de la puerta lo que Maria había lanzado anteriormente cuando toqué la puerta: una toalla ¡¿Y a mí me quería matar con un zapato!?

—Mierda, Maria. Casi me matas con un jodido zapato —Dije un poco irónica sacándola de su ensimismamiento.

—¿Qué haces aquí? —Aún parecía confundida.

—Creo que la pregunta correcta sería "¿Qué hacen aquí?" Aunque sigue siendo una pregunta estúpida —Steve, tan amable como siempre con Maria, se sumó a la conversación.

Maria lo miró y alzó sus cejas, desvío la mirada, hizo una mueca, puso las manos en sus caderas y dio un largo suspiro.

—¿Qué hace él aquí?

—Perdón por preocuparme —Steve le respondió con algo de cinismo.

Yo sólo los miraba. Tal vez sobraba ahí.

—Nadie te dijo que podías venir.

—Tal vez te hubiera hecho falta que te molestara.

—¡No quiero! No tienes nada que hacer aquí.

Notas 1984Where stories live. Discover now