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“No podemos matar el tiempo sin herir la eternidad".
Henry Thoreau

Narra Maria

Me la he pasado terrible, la cabeza me da vueltas, no he tenido apetito desde antier, no he pegado un ojo desde entonces. Tenía miedo, mi hermano llegaba tarde y yo me sentía sola, en casa sólo podía sentirme presa del miedo, al entrar la noche me era peor: sólo silencio.

En momentos así extraño los viejos tiempos... Tengo miedo.

Me sentía tonta por tener miedo, no me había pasado nada el día anterior pero no podía sacar de mi mente aquella mano... Pensaba que en cada lugar oscuro de la casa podría salir algo así. Y sé que ya actuaba paranoica, pero mi cabeza aún era un lío.

Y cómo odiaba el silencio: mis pisadas resonaban en la casa y la madera crujía bajo mis pies; cuando los muebles crujían por el calor yo gritaba creyendo que había alguien además de mí en la casa; no había televisión y el radio estaba descompuesto, era el último lugar donde quería quedarme sola, no habían muchas casas cerca. Por si fuera poco mi hermano se había fastidiado de que lo llamara. Así es, había gastado mi tiempo calmando mis miedos llamándolo unas 15 veces, claro que él no sabía la verdad de por qué lo hacía, y yo me excusaba diciendo: "No hay comida", "Creo que hay un ratón y me dan miedo", "Ayúdame con mi tarea", etc.

En estos momentos mi hermano pensaría que soy una tonta niña de 6 años... Tal vez, a pesar de tener 16, sí lo era.

Si me ponía a pensar bien, estaba actuando peor que una niña de 6 años. Mi hermano tenía que trabajar, y yo le estaba temiendo a: la oscuridad, la soledad y el silencio. Era tonta, mi mente jugaba conmigo haciéndome creer que esa mano era real, tal vez había sido mi mente que se sentía aterrada en esos edificios; en el peor de los casos habría sido una broma y ya habrían visto mi cara de estúpida en todo YouTube.

Hoy mi hermano, harto de mí, me había dicho que podía quedarme en casa y faltar a la escuela ya que me veía fatal estos días; consideré la oferta un poco pero no quería quedarme ahí sola; así que tomé mis cosas y me alisté para ir a la escuela.

Mi hermano tenía razón de mi aspecto: mi piel algo tostada dejaba ver unas enormes ojeras ennegrecidas, mi cabello era un desastre; más que de costumbre; me veía pálida, mis ojos estaban rojos e hinchados por el insomnio. Me di una breve ducha, amarré mi cabello en una coleta sin cepillarle realmente, sólo aparentaba estar bien peinado, me puse unas gotas en los ojos para que dejaran de estar hinchados y rojos; me vestí con el uniforme y no me molesté en desayunar. Me sentía observada así que salí lo antes posible, corrí hasta llegar a algún lugar donde hubiera algo de gente y seguí caminando a la escuela.

(...)

Al llegar a la escuela me sentía mal, me he cambiado el calzado, últimamente tenía frecuentes dolores de cabeza; esto no era normal, también mi hermano había estado malhumorado y extremadamente cansado; yo no dejaba de relacionar todo con aquel incidente. Tal vez estaba pensando mucho las cosas y era tiempo de volver a la realidad.

Debí de haberme traído el frasco de paracetamol pero al salir rápidamente de casa me lo he dejado y me he traído uno de ketorolako, me punzaba la cabeza y cualquier sonido se volvía un fuerte taladrado en mis oídos, fui a la enfermería a solicitar una pastilla.

Me senté al fondo del aula al lado de la ventana y pude ver los edificios.

¿Realmente habría sido mi imaginación?

Desde afuera se veía como cualquier otra unidad departamental, en el ambiente húmedo del bosque se veía muy tranquilo, no había ni una seña de que algo raro se manifestara ahí. El ambiente húmedo debió generar el moho y los arboles podían haber hecho sonidos con el aire, y también podían haber privado de luz los edificios.

Notas 1984Where stories live. Discover now