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Que el verso sea como una llave

Que abra mil puertas

Arte poética, 1916- Vicente Huidobro

Narra Maria

Había pasado un día, al final accedí a que los enfermeros me atendieran luego de que tuvieran que sedarme para hacerme unos estudios, esta vez tuve que accerder porque entendí que si quería irme de ahí, entonces todos los estudios tendrían que completarse cuanto antes, y porque los estudios de hoy no serían correctos si yo tenía el sedante en el cuerpo, al menos eso me hicieron entender. Tenían que hacerme todos los estudios posibles, ayer volvieron los ataques y los "moretones", que los doctores ahora pensaban que eran señal de algo tóxico, se habían expandido considerablemente; yo había vomitado todo el día anterior, aumentaban las veces que me mareaba, las náuseas, mi temperatura corporal, el dolor que los "moretones" me causaban y también las veces que me desmayaba. ¿Qué pasaba exactamente en mi cuerpo? ¿Por qué pasaba?

Era extraño sentirse tan débil siempre pero esta mañana me sentía en un punto medio entre lo bueno y lo malo, logré acabar todo mi desayuno sin sentir asco, últimamente no se me daban bien los postres, el azúcar casi no me gustaba y menos en pastelillos o cosas así, ni siquiera pude tocar la canasta de galletas que estaba esta mañana en la mesita de noche.

Aunque, entre dolor y molestias había tenido suficiente tiempo para pensar y recapacitar: había pensado en huir del hospital, pero en mi estado actual era imposible, tenía que pasar aquí el menor tiempo posible porque sin duda mi hermano era el que tendría problemas por mi culpa debido a este hospital.

Los análisis me los habían hecho antes de comer e incluso me dejaron pedir más comida, cosa que en mi caso, no hacía la diferencia, en estos momentos me encontraba en los pasillos del jardín, nos dejaban pasear para no sentirnos encarcelados, el jardín era grande, bastante y el hospital estaba fuera de la ciudad pero relativamente cerca, caminé firmemente por el pasto haciendo que este empapara mis botas por el rocío de la mañana, el cielo se veía inmenso, era la mañana perfecta. Aunque no había caminado más allá de tres metros alrededor del pasillo. Era increíble pensar que uno se pudiera sentir bien en un hospital, pero aún más increíble era pensar que este lugar era mucho más acogedor que estar en casa, algo estaba mal conmigo o con mi casa, de cualquier forma, de alguna manera no me sentía sola y eso era mejor que nada, el lugar era tranquilo, acogedor y bastante cómodo como para no estar bien, si algo me pasaba era obvio que alguien me atendería, este era un sentimiento de seguridad que no había sentido o no recordaba sentir. Entonces volví al pasillo para contemplar el jardín.

Estaba tan sumergida en mis pensamientos que cuando llegué al otro lado del pasillo choqué con la estructura del techo de éste por estar viendo el jardín, me alejé por el golpe masajeando mi sien que estaba inchada, punzando y mi rostro se sentía entumido, también me vibraban un poco los oídos por el golpe, me quejé y escuché a alguien acercarse, acto seguido lo escuché hablar:

—¿Estás bien? No te hiciste gran daño —Sentí una mano ajena toquetear mi sien que según yo estaba punzando— Sólo te quedará un moretón.

—G-gracias, un moreton no es nada —Y vaya que no lo era comparado con todos lo que tenía en el cuerpo, abrí los ojos y dirigí la mirada hacia quien me había ayudado —¿Derek?

—¿T-tú eres Maria..?

¿Qué hacía este chico aquí? Era lo último que esperaba, encontrarlo aquí. De todas las coincidencias ¿Por qué con él? Vi al chico, tenía una sudadera azul y un traje blanco de interno, su cabello estaba peinado muy vagamente, estaba descalzo y sin calcetines; y su rostro pasaba de rojo de la vergüenza a blanco por sorpresa.

Notas 1984Where stories live. Discover now