Ese día Camila llego bastante tarde a casa.
Luego de besar a Austin y verlo correr encolerizado hacía el interior del colegio junto a un sorprendido Luis, entro a su auto lo más rápido que pudo y se dirigió a casa, deteniéndose cada treinta segundos para quejarse debido al gran dolor que le estaban ocasionando las maniobras al conducir.
Entro a casa como pudo, cayendo sobre el suelo con un agudo grito de dolor que taladro las paredes del lugar.
El dolor no era soportable como las otras veces en las que había sido golpeada por esos despreciables chicos. Aquella había sido la golpiza de las golpizas.
Ese día, con cada movimiento, Camila sentía que estaba a punto de perder el conocimiento de forma poco agradable.
Se levanto con ayuda de las paredes, manchándolas con la sangre en sus manos, y camino lentamente hasta llegar y tomar el teléfono de la casa. Tenía ganas de vomitar y veía estrellitas por todas partes. Eso no estaba bien.
Otras veces habría curado sus heridas ella misma con algo de ayuda de su novia, pero ese día... Ese día realmente necesitaba un médico.
Marco el número de Lauren. Se lo sabía de memoria, y, como siempre, ella era su primera opción.
Siempre lo sería.
La llamo una... dos... tres veces.
Ella no contestó.
Tal vez se había marchado a casa de Becky y volvería cuándo se diera cuenta de que la chica no estaba allí; cuándo supiera que la chica sonriente que decía ser su amiga era una traidora que solo había fingido ser una buena persona para obtener información. Tal vez estaba comprándole rosas... O tal vez estaba visitando a Ally... O intentando arreglar las cosas con su madre.
Las posibilidades eran infinitas. Tan infinitas que jamás habría podido imaginar el verdadero motivo...
Fue entonces, al escuchar el tercer tono de la tercera llamada, cuándo vomito.
Lo hizo repentinamente, sin poder contenerse y sin razón aparente. Y dolió como mil infiernos juntos atravesando su garganta.
El dolor la estaba mareando. No podría soportarlo más.
Miro el suelo, sintiendo que se desvanecía. Este estaba manchado con su asquerosa bilis, y Camila sabía que a su novia no le gustaría eso.
Pero no limpiaría.
No porque no quisiera.
No lo haría porque el dolor la estaba matando de adentro hacía afuera.
Tomo el teléfono de nuevo, sabiendo que no podría soportar más el la sensación de desvanecimiento, y llamo a su madre. Sí, la mujer aun debía estar en el trabajo, pero realmente creía que estaba a punto de morir con cada respiración que daba. Y no estaba exagerando.Sinuhe: ¿Hola?
Camila: Mamá, soy yo... -Susurro,un chillido escapando de sus labios debido a la articulación de las palabras y el esfuerzo que debió hacer para pronunciarlas.Cayo al suelo, sin impórtale el vomito bajo sus pies. No estaba bien. Se estaba desvaneciendo. Y no podía luchar contra esto.
Sinuhe: ¿Camila? ¿Qué sucede? -Se la notaba preocupada.
Camila: Necesito que vengas a casa -Susurro, el aire faltandole en los pulmones. Así debía de sentirse de Lauren cuándo perdía el oxigeno. Ahora comprendía lo horrible que era-. Necesito que me lleves a un hospital... yo...
Sinuhe: ¿Camila?Pero la chica se desmayo.
............
Abrió los ojos lentamente, sintiendo sus ojos arder debido a la intensa luz que golpeaba sus pupilas y sus parpados cansados. Le dolía la cabeza y cada parte de su cuerpo, aunque mucho menos que antes. En realidad, el dolor que sentía ahora era como una simple caricia comparada con el dolor que había sentido antes de desmayarse.
... ¿Desmayarse?...
Recordó lo que había sucedido en un par de segundos, desde los golpes, hasta el beso y el agonizante trayecto a casa, abriendo los ojos repentinamente al darse cuenta de donde estaba.
Aquel era el hospital.Sinuhe: ¿Camila? ¿Estás bien?
No quería hablar, pues sentía la garganta hinchada y adolorida como nunca antes... Era como si se la hubiesen quemado con un soplete... Así que simplemente asintió. Estaba realmente bien... Es decir, no había muerto ni nada parecido, o eso creía...