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Por supuesto las cosas no eran color rosa en Nueva York. Es decir, la vida nunca lo es.
Había peleas. Discusiones. Desacuerdos.
Pero también había buenos momentos.
El departamento era pequeño, casi tanto como el de Ally, pero funcionaba para ambas. Las tareas diarias solía realizarlas quien estuviese menos cansada, y esta era la razón por la cual algunas veces el lugar se asemejaba a un chiquero, produciendo un increíble estrés en Lauren.
A veces las luces titilaban. A veces el agua de la ducha era tan fría que a penas podían bañarse con ella. A veces la calefacción fallaba... Pero aun así las chicas se sentían felices al decir que aquel lugar era suyo.
Su hogar.
Resulta ser que Sinuhe y Mike habían comprado el departamento para las chicas solo si prometían pagarlo con el paso de los meses, lo cual estaban haciendo lentamente.
Por supuesto, en cuánto pudieran, pensaban comprar un lugar más cómodo, pero ahora, con Camila en la universidad y Lauren asistiendo a eventos infantiles con su maestro para tomar algunas fotografías, realmente no podían pedir nada mejor.
Aquel día en particular fue bastante frío.
Lauren estaba intentando preparar una cena decente para su novia, la cual, sobre la pequeña mesa del comedor que había limpiado el día anterior, comenzaba a realizar varios ensayos y trabajos atrasados que debía entregar dentro de unas cuántas semanas.
Lauren no era excepcionalmente buena cocinando, aunque aun así podría decirse que sus platos eran digeribles, pero aquel día en el que el frío aire azotaba las ventanas y la calefacción no funcionaba verdaderamente bien sus dedos se sentían tan entumecidos que no podía cortar ni un trozo de pan.
"Perfecto, idiota, tus dedos están petrificados. ¿Sabes lo importantes que son tus dedos hoy?... Y no me refiero solo a la comida"


Lauren: Amor... Creo que... ¿Te parece si ordenamos pizza?

Camila de inmediato fijo sus ojos en ella y sonrió dulcemente, la pequeña pero hermosa cicatriz en su mejilla acentuándose con esta acción.

Camila: La pizza siempre es la mejor opción, Lauren Jauregui.

La chica simplemente asintió sonriente, tomando el teléfono y realizando la llamada. Por supuesto, pidió la pizza más grande del menú, sabiendo que su novia no se conformaría con solo unos trozos.
Cuándo se hablaba de pizza Camila podía pasar horas enteras comiéndola sin importar la cantidad.

Lauren: Si no llega en media hora es gratis -Informo sonriente en cuánto la llamada se termino, como si eso realmente fuera a pasar.
Camila: Si no llega en media hora la pizza se enfriara -Agrego.
Lauren: Tienes razón -Asintió. Era un buen argumento.

Se sentó al lado de su novia, abrazando sus cintura fuertemente y juntando sus cuerpos más de lo necesario, intentando proporcionarse calor a sí misma sin que su novia dejara de escribir.

Lauren: Amor...
Camila: ¿Si? -Pregunto sin dejar de mirar la hoja de papel y los diversos libros esparcidos a su alrededor. A veces Lauren se preguntaba como su novia podía hacer tantas cosas a la vez y no terminar con un terrible dolor de cabeza.
Lauren: Este sábado Simón fue contratado para el primer cumpleaños de una niña con un padre bastante influyente y me pidió ser su asistente... Y no pude negarme, Camz. Simón es increíble y quiero aprenderlo todo de el... Se que es nuestro aniversario de un año y siete meses, pero...
Camila: Esta bien, Lo -Dijo con una sonrisa, desviando su vista unos minutos de la hoja de papel y besando su fría nariz antes de mirarla fijamente a los ojos-. Supongo que podemos celebrar cuándo llegues con comida china. Tampoco es como si hubiésemos planeado algo especial... Además, tengo algunos trabajos que necesito terminar y supongo que eso me dará tiempo.

Lauren se sorprendió ante su respuesta.

Lauren: ¿No estas enojada? -Pregunto, su voz sonando como la de una pequeña niña que acaba de hacer algo que cree realmente malo.
Camila: No podría estarlo... Estoy segura de que Simón va a pagarte, y tal vez yo podría trabajar algunas horas extras en la biblioteca. Tal vez pronto podríamos arreglar la calefacción... Además, no es como si te hubieses olvidado de nuestro día. Solo tuviste que hacer algunas cosas -Respondió tiernamente, acariciando dulcemente su fría mejilla-... Y tu y yo siempre estamos juntas -Agrego, llevando su mano al pecho de Lauren, donde descansaba el dije del dragón rosa, justo sobre el inicio de su cicatriz.
Lauren: Aun no comprendo eso -Susurro sujetando la mano de su novia entre las suyas, sus dedos entrelazándose-. Son solo dijes... No son... no son partes de nuestras almas.
Camila: ¿Tu eres mi unicornio, cierto? -Pregunto llevando su mano a su propio pecho, donde el dije del unicornio verde podía apreciarse claramente. Lauren asintió-. ¿Y yo soy tu dragón? -Volvió a asentir, completamente atenta, intentando comprender la explicación de su novia-. Los dijes nos recuerdan que, estemos donde estemos, tu seguirás siendo mi unicornio, y yo tu dragón. Nos recuerdan que, estemos donde estemos, nos amamos. ¿Comprendes ahora?
Lauren: Claramente...
Camila: Bien -Dijo sonriendo, volviendo a su ensayo, no sin antes detenerse un par de segundos para dejar un tierno beso en sus labios-. Ahora ve a la cama, cúbrete con una manta y has un crucigrama mientras la pizza llega. No quiero que te enfermes.
Lauren: Bien -Asintió levantándose y dirigiéndose al pequeño sofá plegable que también usaban como cama. Por suerte, durante la mañana se habían olvidado de plegarlo, así que no tuvo que preocuparse por el gran esfuerzo y los estrepitosos chirridos que tomaba convertirlo en un no muy cómodo lugar para dormir.

La chica de la ventanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora