Sempre pietra («siempre piedra»)
Primo Bianchi llega traqueteando por el camino de acceso a la casa con su Ape cargado de bolsas de cemento. Se apea para dirigir un gran camión blanco lleno de arena, vigas de doble T y ladrillos, que entra marcha atrás, golpeando con el espejo los pinos y llevándose por delante la rama de una picea con un ruidoso crujido. Primo fue la persona escogida para remodelar la casa hace tres años, pero no pudo hacer el trabajo porque tuvo que someterse a una operación de estómago. Sigue teniendo el mismo aspecto de trabajador fugado del taller de Santa Claus. Repasamos el proyecto. La pared de casi un metro de grosor de la sala de estar se abrirá para conectar con la cocina de los contadini, en la que se hará nuevo suelo, nuevo enyesado, nueva instalación eléctrica. Él asiente. «Cinque giorni, signori», «cinco días». Esta tosca habitación, que no se ha tocado desde que llegamos, se ha estado utilizando para guardar material del jardín y es el último bastión de los escorpiones. A causa de la normativa sobre terremotos, la abertura sólo podrá ser de metro y medio de anchura aproximadamente, menos de lo que hubiéramos querido. Pero habrá puertas que se abran al exterior, y las dos habitaciones estarán unidas al fin.
Le explicamos que los hombres de Benito tuvieron que salir corriendo de la casa cuando abrieron la pared entre la nueva cocina y el comedor. Me tranquiliza ver que ríe. ¿Empezarán mañana? «No, mañana es martes, mal día para empezar un trabajo.
El trabajo que se empieza en martes nunca se termina... Es una vieja superstición. No es que yo lo crea, pero mis hombres sí.»
En el ominoso día martes, Ed y yo sacamos los muebles y los libros de la sala de estar, quitamos todo lo que hay en las paredes y la chimenea. Señalamos el centro de la pared y tratamos de visualizar la habitación una vez ampliada. Es la imaginación lo que nos permite soportar el estrés de estos proyectos. ¡Pronto seremos felices!
¡Parecerá que las dos habitaciones han sido siempre una sola! Tendremos sillas de jardín en ese extremo de la terraza del frente de la casa y podremos escuchar a Brahms o Byrd desde la puerta de la cocina de los contadini. Pronto dejará de llamarse así; será la sala de estar.
Intercapedine es una palabra que sólo conozco en italiano. Mi diccionario lo traduce como «intersticio, espacio». Es una palabra importante en la jerga de la restauración de casas húmedas de piedra. El intercapedine es una pared de ladrillo construida delante de una pared húmeda. Se deja un hueco de due dita, «dos dedos», entre ambos, de modo que la humedad queda frenada por la barrera de ladrillo. La habitación, situada en uno de los extremos de la casa, tiene una de esas paredes.
Parece ocupar más espacio del normal. Impacientes, Ed y yo decidimos tirar abajo parte de ella para ver si sería posible hacer retroceder el intercapedine y dar así mayor amplitud a la pequeña habitación. A medida que van cayendo ladrillos, nos sorprende comprobar que no hay pared. Se construyó directamente en la roca sólida de la colina. Detrás del intercapedine encontramos ¡el Monte Sant'Egidio! ¡Piedra enorme y escarpada! «Bueno, ahora ya sabemos por qué había humedad en esta habitación.» Ed está arrancando raíces de higueras y zumaque. A lo largo del suelo de la habitación, descubre los restos de un canal de humedad lleno de piedras que tal vez en otro tiempo funcionó.
—Sería una estupenda bodega para vinos —es lo único que se me ocurre decir.
Sin saber muy bien qué hacer, tomamos unas cuantas fotos. Definitivamente, este descubrimiento no concuerda con el sueño de los cien ángeles.
En el propicio día miércoles, Primo Bianchi llega a las siete y media con dos muratori, «albañiles», y un ayudante para levantar las piedras. Se presentan sin ningún tipo de maquinaria. Cada uno lleva un cubo con herramientas. Descargan andamiajes, burros, llamados capretti, «pequeñas cabras», y puntales de metal en forma de T para apuntalar el techo llamados cristi (el nombre deriva de la cruz en la que colgaron a Jesús). Cuando ven el muro de piedra natural que destapamos ayer, exclaman al unísono: «Madonna mia», con las manos en las caderas. No se acaban de creer que hayamos echado la pared abajo nosotros solos, y sobre todo que yo haya participado. Se ponen a trabajar enseguida —después de tender una gruesa capa de plástico protector sobre el suelo—, abriendo la pared entre esta habitación y la cocina. A continuación retiran una hilera de piedras en lo que será el extremo superior de la puerta. Oímos el familiar chink, chink del cincel sobre la piedra, la más vieja canción que existe en la historia de la construcción. Pronto entra en acción la viga de doble T. Ponen cemento y ladrillos para sujetarla en su sitio. Mientras el cemento no esté seco, poco pueden hacer, así que empiezan a levantar el feo suelo de baldosas con palancas.
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Bajo el Sol de Toscana
RomanceFrances Mayes es una escritora estadounidense de 35 años cuyo reciente divorcio le ha sumido en una profunda depresión que le impide poder escribir. Su mejor amiga, Patti, preocupada por su estado, le regala un viaje de diez días a la hermosa Toscan...