17. Calcetines navideños.

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Kerrick

Jorge me recibe con un asentamiento de cabeza, hago el mismo gesto. Entro por el portón y toco la puerta, a la espera de que mi madre abra.

—¡Mamá, me empiezo a congelar!

Escucho su risa cerca, a continuación la puerta se abre y me deja pasar. El clima frío ya ha empezado y eso no me gusta mucho que digamos. Pronto la navidad llegará.

—Qué agradable que vengas a verme, cariño —me dice.

Nos sentamos en el sofá grande y ella peina mi cabello. Tengo que contarle lo que está pasando, si no lo hago podría enloquecer.

Ya han pasado unas semanas desde que mi padre hizo que despidieran a Honey. Ella no ha podido conseguir trabajo, pero intenta mantenerse serena por el embarazo, que pronto cumplirá seis meses. Me parece increíble lo rápido que está pasando el tiempo.

—Mamá, han estado pasando algunas cosas —le digo.

—Siento que tiene que ver con tu padre, Kerrick.

Asiento.

—Buscó a Honey.

»Le ofreció dinero a cambio de que se alejara de mí, ella se negó. Así que él hizo que ella perdiera su trabajo, no sé que clase de referencias dió de ella, pero la despidieron.

Mi madre me mira con los ojos muy abiertos y niega con la cabeza.

—¿Qué le pasa a tu padre?

Me encojo de hombros. No soy tonto, he pensado en el montón de cosas que mi padre podría hacer si yo sigo con Honey. Pero no sé si es tan grande mi egoísmo, que no quiero alejarme de ella, no quiero dejarla ir.

—Déjame, hablaré con él —dice.

Insisto en que no es necesario, no quiero que ella se involucre pero como toda madre, no le hace caso a su hijo.

—Summer pasó por aquí esta mañana con Jim —me dice.

Summer... mi hermana es otro caso.

—Me sorprende que ese hurón le haya durado tanto tiempo —continúa.

—No seas pájaro de mal agüero, mamá —digo—. Si algo le pasa a Jim, mi hermana moriría.

—No te discuto eso.

Me ofrece galletas. Son las mismas que nos hacía cuando éramos niños y siguen teniendo el mismo sabor. Las épocas navideñas me traen buenos recuerdos con ella, pero no con mi padre.

—Alistaré unas galletas para que le lleves a Channing y a Honey.

Le sonrío y asiento, apuesto a que le gustará.

***

Casi no paso en mi casa, me gusta más estar con Honey en el departamento. Me he acostumbrado un poco a Warren rondando por ahí, junto a ellos.

El olor al pastel de carne hace que el hambre llegue a mí. Honey me abre la puerta sonriendo, dejo las fundas de las compras en la mesa y beso sus labios.

—Mamá te manda algo —le digo.

Saco las galletas y se las entrego. Ella agradece y las reparte para la cena.

—Hoy vamos a decorar el lugar, el niño está muy emocionado —me dice.

A mí también me emocionan las decoraciones navideñas junto a ellos, pero no lo digo.

Toco su vientre y sonrío al sentir a Mikael moverse con fuerza.

—Al parecer Channing no es el único emocionado —río.

—Mikael ha estado pateando todo el día con insistencia —me comunica.

No es que sea de mi agrado que mi hijo patee cuando yo no estoy, pero no estaré todo el día pegado al vientre de Honey invocándolo para que se mueva.

—En dos semanas, mis padres nos han invitado a las posadas en la casa.

—¿Posadas? —murmuro.

Mis manos están en sus caderas y las suyas masajean mi cuello.

—Niños que van a cantar y luego reciben dulces —aclara.

—Bien, veremos qué tal cantan esos niños —sonrío.

Ella termina de preparar la cena y yo le ayudo arreglando la mesa. El niño me saluda alegremente y me da un abrazo. Cada vez que hay un gesto así podría colapsar.

—¿Cómo te fue en la guardería?

Le pregunto cuando estamos sentados y él asiente masticando un trozo de pastel de carne, que es su favorito.

—Bien, Jenny me prestó sus crayones.

—¿Jenny es tu amiga? —pregunto.

Niega con la cabeza, agarrando una galleta.

—Jenny es Jenny —se encoge de hombros.

¿Cómo es que un niño de esa edad me puede dar ese tipo de respuesta?

—Bien, captado —respondo.

Honey le hace conversa, mientras él pregunta constantemente por su hermano en el vientre. Me agrada que no sea el típico niño celoso.

Nos levantamos y nos reunimos en la sala para ver los adornos de navidad.

—Por cierto, el señor George me ha dicho que se ha pagado el alquiler de este mes —me dice Honey con una ceja arqueada.

—Sí, sobre eso —río nervioso—. Quizás fui yo.

—¡Kerrick! —exclama—. Yo puedo hacerlo.

Asiento.

—Lo sé, tómalo como una ayuda.

Rueda los ojos, pero hago que cambie su expresión con un beso. Esta mujer me encanta de una manera nunca antes vista, sobrenatural.

Me dedico a enderezar el árbol de navidad, primero lo rodeamos con las luces y luego van los adornos. Honey se encarga de las botas y demás decoraciones que van en las ventanas y las paredes.

—Te tenemos un regalo, papá—me dice el niño.

Sonrío al escuchar cómo me ha llamado, no siempre lo hace. Pero siempre es un privilegio escucharlo.

Sale corriendo al cuarto de Honey, mientras ella ríe. Regresa y me muestra cuatro calcetines navideños.

Channing.

Mikael.

Mamá.

Papá.

—¿Un calcetín para mí? —sonrío.

—Él insistió en que papá merecía uno, es insistente —me dice Honey.

Besa mi mejilla y se levanta, coloca los calcetines donde pertenecen. Me gusta y me emociona tener un calcetín para mí en esta casa. Me gusta que me incluyan en este tipo de cosas.

—¿Te gustó? —me preguntó Channing.

Lo alzo del piso y ríe.

—¡Sí, me encantó! —exclamo.

Channing me abraza y me comparte su calor, no sé si es porque Honey lo ha cubierto con una pijama de lana llena de osos polares.

—Podemos hacer esto —me dice Honey.

—Podemos —asiento.

Sí, claro que podemos. Es más, ya lo estamos haciendo.

¡Inténtalo, Kerrick!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora