15. Formulario de preguntas.

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Kerrick

Kendra me guiña un ojo pero no le devuelvo el gesto. Espero a que todos se vayan de mi área para servirme un poco de café. Mi tranquilidad dura poco cuando mi padre me manda a llamar a su oficina.

—El jefe no te deja en paz —me dice Keneth.

—El jefe es mi padre —frunzo los labios.

Me levanto y camino hasta la oficina de mi padre, entro sin tocar y veo que está besándose con Cassie, la amiga de Kendra. Ambas secretarias. Qué común esto de que los jefes se metan con sus secretarias. No me sorprende, me atrevo a decir que mi madre es la mujer más hermosa que ha entrado en su vida... no, no lo digo porque sea mi madre.

—Hijo, ¿por qué entras sin tocar?

Veo a Cassie salir a paso apresurado de la oficina.

—¿Me llamaste para presenciar tus aventuras con tus secretarias? —alzo una ceja mientras ladeo la cabeza un par de veces.

—Kerrick, por favor —dice—. Soy hombre, tengo mis necesidades.

—Tus necesidades no son mi problema, ahora dime para qué me llamaste —insisto.

Definitivamente sus necesidades de hombre sin compromiso no son mi problema. Veo su rostro serio y sin expresiones, tal como no le gusta a Summer. Me señala el asiento frente a él y me siento en este unos segundos después.

—¿Qué tal las cosas con Honey?

—¿Desde cuándo te interesa cómo van las cosas con Honey? —repongo.

Sus preguntas me asustan, él es muy evidente. Tan evidente que meto las manos al fuego por la simple opción de que él le ha hecho o le ha dicho algo a Honey. Él nunca se interesaría por lo qué pasa con ella si no hubiera metido sus narices, algo pasó.

—Bueno, creo que no hay manera de separarte por las buenas de esa chica.

—Ni a las buenas, ni a las malas —le digo. Mantengo la mirada—. ¿Qué hiciste? Tú no me preguntas esto por puro interés.

—Kerrick, me ofendes —dice—. Soy tu padre, quiero lo mejor para ti.

Falso. No le interesa su familia, si es que a duras penas nos podemos dar ese título. Mamá se fue, nos alejó de ella. Nos prohibe hacer las cosas que queremos y no me dejará en paz hasta que me aleje de Honey, pero no lo haré. No quiero, no puedo. No voy a darle ese buen sabor de boca. Él solo piensa en su dinero; su inmobiliaria, hoteles y bares. El sueño de cualquier hombre empresario que se las juega todas para bañarse en billetes. Pero no me interesa, no me interesa vivir en ese mundo si el precio a pagar es renunciar al amor de una familia.

—Tú me quieres manejar a tu modo y no me vengas con la mierda de padre sentimental, que no te creo —le digo—. Dime qué hiciste.

—¿Cuánto dinero le das a esa chica?

—Para que te enteres y dejes de pensar que es una interesada —me acerco—. No le he dado un solo centavo y ella tampoco me ha pedido, tiene su trabajo. Es independiente, fuerte y nada interesada.

—Deja que pierda su trabajo y verás cómo pide dinero, te verá como un cajero automático —dice.

—Aún me cuesta creer cómo una mujer como mi madre pudo fijarse en alguien como tú.

Salgo de la oficina dando un portazo, recojo mis cosas y salgo de ese lugar que me ha estado asfixiando por el último mes. Media hora después estoy dando vueltas por la ciudad, intento canalizar mi ira, pero que mi padre me altere es cotidiano.

¡Inténtalo, Kerrick!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora