18. Una caricia del alma.

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Honey

Me paseo bailando por toda la cocina de mi madre, Kerrick ríe al verme. A pesar de estar desempleada en épocas navideñas me siento de buen humor, me gustan estas fechas.

Channing está agarrando algunos dulces de coco y esconde los envoltorios en los frascos de sal y pimienta que hay en la mesa. Hay cosas que nunca cambian.

—Estás de buen humor —me dice.

—Excelente —corrijo.

Sigo bailando y sé que a lo mejor me veo graciosa porque cargo con un vientre de seis meses. Pero no me importa justo ahora.

—A los niños les gustarán los churitos.

Le sonrío a mi madre y le digo que sí, no hay persona que se resista a los churitos de queso de mi madre.

Siento a Mikael moverse mientras me paseo bailando, sirvo con ayuda todos los caramelos y postres. Siento ganas de agarrar la comida pero hay que tener fuerza de voluntad.

—Te estoy observando —me dice mi madre.

El grupo de niños llega cantando y me encanta, todo me encanta. Siento un alegre nudo en la garganta al oír esas canciones que son sólo para esta época del año.

—Me encanta verte tan feliz —me dice Kerrick acercándose.

Tomo su mano y la de Channing, nos quedamos escuchando a los niños cantar y hacer las cosas que tienen que hacer frente al árbol de Navidad.

Cuando acaban, se le ofrece comida y dulces como agradecimiento porque se supone que esto alegra el hogar. Mis hermanos miran a la encargada de los niños, pero sólo Gerald se atreve a coquetearle, así que mi padre se lo lleva a la cocina de la oreja y le sonríe a la chica con disculpas.

Kerrick se ríe. Tiene una sonrisa tan bonita, a mi parecer. Espero que Mikael tenga su cabello castaño y sus ojos marrones.

—¿En qué piensas? —me pregunta.

—En lo mucho que me gustas.

Él ríe y asiente.

—Soy todo un bombón —sonríe.

—Basta, lo arruinaste —ahora me río yo.

Él me abraza fuerte pero con cuidado, le regreso el abrazo cerrando los ojos y disfrutando del contacto de mis manos en su espalda. Me gusta su olor, su cercanía, todo.

—¿En serio podrías repetir eso?

—Me gustas —le contesto.

Siento algo por él, pero no lo diré ahora.

—Papá, dile que me suelte —le dice Channing a Kerrick.

Nos reímos y lo suelto. Pero Kerrick lo agarra tal como yo lo hago, abraza su cuerpo, aplastándolo con amor.

—¿Lo llamó papá? —murmura James.

Todos asentimos mientras Channing sigue siendo aplastado.

—Felicidades, cuñado —le dice—. Te lo ganaste, porque el mocoso le da su confianza a casi nadie.

Sé que lo dice bromeando, aún así lo golpeo mientras él ríe por llamar a mi hijo mocoso.

—Ojalá Mikael no salga tan llorón, porque Channing hacía orquestas con su llanto —se burla Chase.

—¡Ustedes hacían que él rompa en llanto! —exclamo defendiéndolo.

—Me fui una semana de la casa porque no soportaba el llanto de ese niño —acota Gerald.

—¡Te fuiste por tu tonta novia!

—Y no hablemos de las cosas que sus órganos interiores producían —dice Ronnie— ¡Padre, teníamos que salir huyendo!

—¡Como si tú no hicieras nada!

Kerrick estaba tan rojo de la risa que me daba miedo que se estuviera ahogando. Channing ya se había ido junto a mi padre.

—Vámonos, niños —dice la chica.

Todos los niños se van y estoy segura de que huyen de nuestra conversación asquerosa. Su cara lo dice todo.

—¿Ven lo que hacen? —señala mi madre—. Ahora van a limpiar el desastre.

Con desastre se refiere que te tenemos que recoger entre todos los platos y cosas que se utilizaron para los niños que huyeron.

—Seis meses de tu segundo embarazo y aún no sabes cómo lavar bien un plato, Honey Bennett —me dice Gerald riendo.

—Calla, carajo —le digo.

Sólo para aclarar, yo sé muy bien cómo lavar un plato.

Lavamos los platos y acabamos con los churitos, me siento llena cuando me siento en el sofá. Veo con mucha atención las luces de colores del árbol de navidad, los adornos y demás adornos.

—Deberíamos ir a casa —me dice.

Asiento.

Nos despedimos y emprendemos el viaje rumbo a la ciudad. La noche hace que me duerma pero me niego a cerrar los ojos... aunque no lo logro por mucho.

***

Estaba tan enojado que salió de casa, ahora está acomodando la ropa en el armario. No hay problema por mí, ni por mi hijo que ahora parece adorarlo pero me preocupa su padre.

—No puedo creer que haya intentado meter a mi madre en este asunto tan inútil —me dice.

Acomoda la ropa con agresividad, habla y habla, lo escucho con atención dejando que se desahogue.

Lo miro desde la cama, estoy cubierta con todo lo que me dé calor porque este invierno no deja. Mi vientre sobresalta entre el montón de trapos que cargo encima.

El padre de Kerrick intentó poner a la madre de este como excusa con tal de que se aleje de mí pero sólo consiguió que él venga a nosotros de manera completa, lo cual es gracioso porque queda como un tonto al que le salen contrarios los planes.

Lo escucho suspirar y se acerca.

—¿Cómo está Mikael? —pregunta.

—Se mueve como si tuviera insectos adentro, junto a él —le digo.

Él ríe. Me mira con una sonrisa y su mano pasa por mi cabello, apartándolo de mi cara. Acerca su rostro al mío y casi puedo sentir sus labios sobre los míos, cuando siento un pequeño cuerpo metiéndose en mis sábanas.

—Hijo, estamos en algo —le dice Kerrick.

Channing asiente sonriendo y con sus pequeñas manos nos hace un ademán.

—Sigan, sigan.

Kerrick ríe y me da un corto beso, se levanta.

—Iré a pedir pizza.

Channing se queda abrazándome con una mano sobre mi vientre.

—¿Qué es un beso? —pregunta.

—Un caricia del alma —respondo.

Eso me lo enseñó Kerrick, me gusta lo que se vive con él. Me gusta él.

¡Inténtalo, Kerrick!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora