Uno de mis nuevos amigos, que tuvo la consideración de recordarme que se llamaba Marcus, tenía como yo, clase de Química II. Nos dirigimos juntos al salón en silencio. Parecía tímido.
Cuando entramos al salón, Marcus fue a sentarse a una mesa con dos sillas y un tablero de laboratorio, exactamente igual a las de Beacon Hills. Ya compartía la mesa con otra chica. De hecho todas las mesas estaban ocupadas, menos una. Reconocí a Edward Cullen, que estaba sentado cerca del pasillo central junto a la única silla vacante.
Me dirigí al escritorio del profesor para entregarle mi comprobante de asistencia para que me lo firmara, para mi sorpresa el profesor o mejor dicho la profesora era la Maestra Vero, la misma que nos enseña física en el aula 4... Y recordé que ella me dijo que sería mi profesora en Física y Química.
-Bienvenido a Química II Scott-dijo la maestra Vero después de firmar mi comprobante de asistencia.
-Gracias Maestra-le respondí con una sonrisa.
La maestra tomó un libro de Química II de su escritorio y me lo dio -Aquí está tu libro-dijo ella muy sonriente, se ahorró toda esa tontería de la presentación, pues ya la había visto en dos ocasiones en mis dos primeras clases de Física II. Supe que íbamos a caernos bien. Y por supuesto, no le quedaba otro remedio que mandarme a la única silla desocupada en el centro del salón.
Me senté junto a Edward, me miraba de manera muy hostil. Puse mi libro en la mesa y acomodé mi mochila en el respaldo de la silla.
Miré a Edward de reojo y noté que había cambiado su postura. Se inclinó en dirección opuesta a mí, sentándose al borde de la silla. Apartó el rostro como si algo apestara. Me di una olfateada con disimulo. Olía a desodorante y a mi perfume favorito. Dejé de tomarle importancia al extraño comportamiento de Edward e intenté poner atención a la maestra.
Por fortuna, la clase trató sobre la Ley de Avogadro, un tema que ya había estudiado en la Preparatoria de Beacon Hills. De todos modos, tomé apuntes con cuidado, sin apartar la vista del cuaderno.
No me podía controlar y de vez en cuando echaba un vistazo con disimulo al extraño chico de piel tan blanca como la nieve. Aún seguía con su postura envarada, sentado al borde de la silla, lo más lejos posible de mí durante toda la clase. La mano izquierda, crispada en un puño, descansaba sobre el muslo. Se había arremangado la camisa hasta los codos. Debajo de su piel clara podía verle el antebrazo, sorprendentemente duro y musculoso.
La clase de Química parecía extenderse mucho más que las otras. ¿Se debía a que las clases estaban a punto de terminar o porque estaba esperando a que abriera el puño con tanta fuerza? No lo abrió. Continuó sentado, tan inmóvil que parecía que no respiraba.
¿Qué le pasaba a ese idiota? ¿Se comportaba de esa forma habitualmente? Su actitud comenzaba a molestarme. No tenía nada que ver conmigo. No me conocía en lo absoluto.
Me atrevía a mirarlo de reojo una vez más y me enfadé aún más. Me estaba mirando otra vez con esos ojos suyos llenos de repugnancia. Mientras me apartaba de él, cruzó por mi mente una frase: "Lo voy a matar"...
Sonó el timbre en ese momento, y Edward Cullen abandonó su asiento. Cuando se levantó pude notar que era más alto de lo que pensaba. Cruzó la puerta del salón antes de que nadie se hubiera levantado de su silla.
Me quedé petrificado en la silla bufando de lo enfadado que estaba, contemplando con la mirada perdida como se iba. Era realmente molesto. Comencé a guardar mis plumas, mi libro de Química y mi cuaderno despacio mientras intentaba reprimir la ira que me embargaba, con miedo a no poder controlar una posible transformación mía en hombre lobo en medio de todos. Solía perder el control cuando me enfadaba de verdad...
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Conquistaste mi corazón [Sciam]
RomanceScott McCall se muda junto con su madre Melisa McCall a una nueva ciudad, para tratar de vivir como personas normales dejando la vida sobrenatural en Beacon Hills, o eso pensaron. Scott se enamora de un chico misterioso, lo cual nunca se imaginó que...