A la mañana siguiente resultó muy difícil discutir con esa parte de mí que estaba convencida de que la noche pasada había sido un sueño. Ni la lógica ni el sentido común estaban de mi lado. Me aferraba a las partes que no podían ser de mi invención, como el olor de Scott. Estaba seguro de que algo así jamás hubiera sido producto de mis propios sueños.
En el exterior, el día era brumoso y oscuro. No me gustaba nada. Me vestí con ropa de mucho abrigo al recordar que no tenía la sudadera, otra prueba de que mis recuerdos eran reales.
Al bajar las escaleras, descubrí que Set ya se había ido. Era más tarde de lo que creía. Devoré en tres bocados una barra integral acompañada de leche, que bebí de la botella, y salí a toda prisa por la puerta.
Había más niebla de lo acostumbrado, el aire parecía impregnado de humo. Su contacto era gélido cuando se enroscaba a la piel expuesta del cuello y el rostro. La neblina era tan densa que hasta que no estuve a pocos metros de la carretera no me percaté de que en ella había un auto color tinto. Mi corazón latió despacio, vaciló y luego reanudó su ritmo a toda velocidad.
No vi de dónde había llegado, pero de repente estaba ahí, con la puerta abierta para mí.
- ¿Quieres dar una vuelta conmigo hoy? - era Scott en el auto de su madre, quien preguntó, divertido por mi expresión, sorprendiéndome aún desprevenido.
Percibí incertidumbre en su voz. Me daba a elegir de verdad, era libre de rehusar y una parte de él lo esperaba. Era una esperanza vana.
-Sí, gracias -acepté e intenté hablar con voz tranquila.
Al entrar en el caluroso interior del auto me di cuenta de que su sudadera color canela colgaba del reposacabezas del asiento del pasajero. Cerró la puerta detrás de mí y, antes de lo que era posible imaginar, se sentó a mi lado y arrancó el auto.
-Me traje la sudadera para ti. No quiero que vayas sintiendo frío por ahí.
Hablaba con cautela. Me di cuenta de que él también llevaba sudadera. De nuevo, el tejido se adhería a su pecho musculoso. El que apartara la mirada de aquel cuerpo fue un colosal tributo a su rostro.
-No soy una chica delicada- dije, pero me puse la sudadera sobre el vientre e introduje los brazos en las mangas, con la curiosidad de comprobar si el aroma podía ser tan bueno como lo recordaba. Era mejor.
- ¿Ah, no? -me contradijo sonriéndome. A lo cual me sonrojé.
El vehículo avanzó a toda velocidad entre las calles cubiertas por la densa neblina.
Se volvió y me sonrió burlón.
- Te ves tan indefenso de esa forma.
- Claro que no - le dije mientras le daba un golpe en el hombro.
- ¡Oye! ¿Qué te ha hecho ese hombro para que lo trates así? - dijo sobándose y riendo al mismo tiempo.
Parecía bromear, pero no estaba seguro. Fruncí el ceño.
- ¿Te tomas muy enserio lo que te digo, cierto?
- Casi siempre- dije sonriendo, observando por la ventana. - Siempre te digo lo que pienso, ¿no es así?
- No siempre, no lo suficiente para volverme loco- dijo sonriendo.
-¿Dónde está Stiles? -pregunté, muy contento de estar a solas con él, pero recordando que habitualmente Stiles estaba con Scott.
- Decidió irse caminando a la escuela -se encogió de hombros mientras estacionaba el auto, en el estacionamiento de la escuela.
Bajamos del auto, y Scott se dirigió a donde estaba yo, permaneció muy cerca de mí mientras caminábamos hacia la escuela. Quería acortar esa pequeña distancia, extender la mano y tocarlo, pero temía que no fuera de su agrado.
ESTÁS LEYENDO
Conquistaste mi corazón [Sciam]
RomanceScott McCall se muda junto con su madre Melisa McCall a una nueva ciudad, para tratar de vivir como personas normales dejando la vida sobrenatural en Beacon Hills, o eso pensaron. Scott se enamora de un chico misterioso, lo cual nunca se imaginó que...