16-"El choque"- Liam

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Algo había cambiado cuando abrí los ojos por la mañana.

Era la luz, algo más clara aunque siguiera teniendo el matiz gris verdoso propio de un día nublado en el bosque. Comprendí que faltaba la neblina que solía envolver mi ventana.

Me levanté de la cama de un salto para mirar fuera y gemí de pavor.

Una fina capa de nieve cubría el pasto y el techo de los autos, y blanqueaba el camino, pero eso no era lo peor. Toda la lluvia del día anterior se había congelado, recubriendo las agujas de los pinos con diseños fantásticos y hermosísimos, pero convirtiendo la calzada en una superficie resbaladiza y mortífera. Ya me costaba mucho no caerme cuando el suelo estaba seco; tal vez fuera más seguro que volviera a la cama.

Mi tía Líah se había marchado al trabajo antes de que yo bajara las escaleras. En muchos sentidos, vivir en este lugar con ella y mi primo Set era reconfortante, y aunque a veces pensaba mucho en Scott.

Me serví un plato de cereal y bebí un poco de jugo de naranja, desperté a Set para que desayunara. La perspectiva de ir a la escuela me emocionaba, y me asustaba saber que la causa no era el estimulante entorno educativo que me aguardaba ni la perspectiva de ver a una chica atractiva, o a mis nuevos amigos. Si no quería engañarme, debía admitir que deseaba acudir a la escuela para encontrarme con Scott, lo cual era una soberana tontería.

Habían pasado varios días sin ver a Scott, aunque mi deseo de verlo era grande, el deseo de evitarlo era aún mayor.

Necesité de toda mi concentración para caminar sin caerme por la banqueta cubierta de hielo en dirección a la carretera; aun así, estuve a punto de perder el equilibro cuando al fin llegué a uno de los árboles del jardín, conseguí agarrarme al tronco y me salvé.

Mientras Set y yo caminábamos hacia la escuela, trataba de distraerme de mi temor a tener una transformación en frente de todos, pensé en Scott, y lo seguro que me sentí aquella noche en sus brazos, desde ese momento sensaciones extrañas me invadieron, y un sentimiento nuevo hacía él había emanado en mí. Ahora todo era confuso, pues nunca creí sentir algo así por un chico, era un sentimiento nuevo que nunca había sentido con una chica.

Caminábamos con dificultad por la banqueta cubierta de hielo ennegrecido, hacia mucho frío, más que en Beacon Hills, pero el paisaje era hermoso. Nunca había visto nevar, bueno, sólo en televisión. Forks aunque raro, comenzaba a gustarme.

Cuando por fin habíamos llegado, Set se adelantó y entró a la escuela, mientras yo caminaba lentamente respondiendo un mensaje de mi padrastro.

Caminaba hacia el edificio de la escuela, cuando oí un sonido extraño.

Era un chirrido fuerte que se convertía rápidamente en un estruendo. Sobresaltado, alcé la vista.

Había muchos chicos al rededor. No sabía que hacer, no podía usar mi fuerza sobrenatural porque todos se darían cuenta de mi secreto...

Scott se encontraba a cuatro coches de distancia, y me miraba con cara de espanto. Su semblante destacaba entre un mar de rostros, todas con la misma expresión horrorizada. Pero en aquel momento tenía más importancia una camioneta azul oscuro que patinaba con las llantas bloqueadas chirriando contra los frenos, y que dio un brutal giro sobre el hielo del estacionamiento. Iba a chocar contra la parte posterior de uno de los autos estacionados, y yo estaba en medio de los dos automotores. Ni siquiera tendría tiempo de evitar el choque.

Algo me golpeó con fuerza, aunque no desde la dirección que esperaba, inmediatamente antes de que escuchara el terrible crujido que se produjo cuando la camioneta golpeó contra la base del auto junto al que estaba y se plegó como un acordeón. Me golpeé la cabeza contra el asfalto helado y sentí que algo frío y compacto me sujetaba contra el suelo. No podía ver con claridad, pero no tuve ocasión de advertir nada más porque la camioneta azul seguía acercándose. Después de raspar la parte trasera del auto junto al que yo estaba, había dado la vuelta y estaba a punto de aplastarme de nuevo.

Me percaté de que había alguien a mi lado al oír una maldición en voz baja, y era imposible no reconocerla, era Scott. Sus grandes manos se extendieron delante de mí para protegerme y la camioneta azul se detuvo vacilante a treinta centímetros de mi cabeza.

Entonces, aquellas manos se movieron con tal rapidez que se volvieron borrosas. De repente, una sostuvo la carrocería de la camioneta por debajo mientras algo me arrastraba. Empujó mis piernas hasta que toparon con los neumáticos del auto junto al que estaba. Con un seco crujido metálico que estuvo a punto de perforarme los tímpanos, la camioneta cayó pesadamente en el asfalto entre el estrépito de las ventanas al hacerse añicos. Cayó exactamente donde hacía un segundo estaban mis piernas...

Conquistaste mi corazón  [Sciam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora