Capítulo 18

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Matías

Si el orgullo no fuera más fuerte que mis ganas de estar con ella, estoy cien por ciento seguro de que hubiese actuado de la misma forma que Diego con Sofía. Las ganas me sobran pero el daño que me hizo no sé sin tenga perdón, jamás me imaginé que Lily, mi Lily me provocara tanto dolor.

Observo a la chica que ha tenido mi corazón desde siempre, está mirando con una sonrisa llena de nostalgia a nuestros amigos reencontrase. Aprieta la mandíbula y se tarda en tragar, puedo apostar que está pensando en nosotros, tal y como me sucedió a mí.

Ella dirige toda su atención hasta mí, quisiera apartar la vista pero no tengo las fuerzas suficientes para dejarle de mirar. Aquella sonrisa que tenía en el rostro se había esfumado al notar que estaba observándole, se para del asiento y se encamina rápidamente hasta la puerta de emergencia.

— A mi no me vas a engañar — habla fuerte mi hermano para que pueda escucharle a través de la música — ¡La quieres!

— Cállate, Cris — no dejo de mirar la puerta por la que había salido Lily.

— No seas idiota, Matías.

Me rasco la nuca, miro a mi hermano y luego vuelvo a mirar la puerta. Dejo mi vaso sobre la mesa y me abro paso entre la gente para llegar a la puerta por la que ella ha salido, la empujo y me encuentro con ella toda mojada de espaldas a mí.

— ¿Lily? — apenas logro decir, tengo un nudo en la garganta que me está delatando.

Ella se da la vuelta, consigo ver sus hermosos ojos tan tristes los cuales están un poco enrojecidos y húmedos. Quizás si pudiera perdonarle, aquel dolor que hemos sentido se vaya para al fin poder ser felices.

— Perdón — dice antes de lanzarse a mis brazos. Lucho con mis ganas de tocarle, pero está tan mojada que no le hará mal algo de calor... ¡Patrañas! Necesito sentirle cerca aunque sea unos segundos, dejo de resistirme y le rodeo con mis brazos, le aprieto contra mi cuerpo, ella suspira profundo y oculta su rostro en mi pecho para seguir llorando.

— Tranquila — acaricio su cabello mojado — no hay necesidad de llorar.

Ella se aparta y se seca las lágrimas con el puño de su chaqueta, el sutil maquillaje de los ojos se le queda todo corrido que me hace sonreír. No obstante, aquellas lágrimas no se detienen y se deslizan por sus mejillas.

— ¿Quieres que te acompañe hasta tu casa? — ella asiente.

Limpio algunas lágrimas de su rostro que se han confundido con las gotas de lluvia.

Al hacerlo recuerdo que cada vez que llovía se quejaba de que los días se hacían particularmente tristes, por lo tanto le gustaban un cincuenta porciento, porque podía quedarse en casa envuelta en una manta, tomando té con menta y viendo películas. Era nuestro pasatiempo favorito.

— Sin ti veo las películas enteras — dice como si me hubiese leído el pensamiento.

— Vamos a casa, Lily — le tomo de la mano para empezar a caminar. Extrañaba tanto la calidez de sus manos que me quedo como un idiota mirando cómo nuestra piel se toca.

— Lo extrañas ¿verdad?

Más que nada en el mundo, Lily.

Desearía comentárselo, pero me mostraría tan débil aunque... ¿desde cuando le he ocultado lo que siento? ¿Por qué ya no me quiero ver frágil frente a sus ojos?

— Vamos a casa — repito — no quiero que te enfermes.

Sin soltarle de la mano salimos del patio trasero del bar, caminamos hasta la calle principal en silencio — que es bastante incomodo a decir verdad—. Quiero decirle algo pero tampoco sé por donde comenzar.

— ¿Cuánto tiempo te quedas? — interrumpe nuestro silencio.

— Sólo me quedo cinco días.

— ¿Cinco días? — me mira desconsolada —. En cinco días tendré que hacer que te quedes.

— Yo...

— ¿Qué? ¿Pensabas que no iba a luchar por ti?

Maldigo mil veces a Lily por ilusionarse con algo que no va a poder ser, lo hemos intentado y no dio resultado. Por mucho amor que podamos sentir nada hará que esto me deje de doler menos.

Frunzo el ceño, me siento tan molesto con ella que sé que nada bueno podré decir en estos momentos.

— No hay nada de lo que puedas hacer para que me quede aquí, Lilian. 

Prometo amarte © | PA#3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora