Capítulo XX

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Los tres buscábamos al menor por todos lados, intentando mantener la calma.

—¡Nico!—gritaron Jyugo y Uno al mismo tiempo, esperando a que este los oyera y saliera de dondequiera que esté—

Si se fue al ala 5 para estar con su supuesto maestro, me enfadaría bastante. No sólo porque no quiero que esté con él, si no porque no dijo absolutamente nada y desapareció sin dejar una mínima pista para que pudiésemos encontrarlo. Los tres temíamos lo peor, pero intentamos mantenernos tranquilos para no entrar en pánico y empezar a gritar por todos lados.

—¿Cuándo fue la última vez que tomó sus medicinas?—pregunté. Se miraron entre ellos y luego dirigieron su vista a mi, asustándose cada vez más—

—No lo sé, pero hace bastante que no va a sus revisiones—Uno empezó a perder la calma, hablando mientras caminaba de un lado a otro. Yo también estaba muy nervioso, y bastante asustado, pero si perdía la compostura, se nos iba a hacer más difícil todavía encontrarlo. Jyugo estaba agarrando el brazo de Uno, intentando calmarlo, aunque sé que por dentro, él estaba aún peor—

—Quizás fue al ala 5, o a caminar por ahí—Jyugo no sabía que decir para calmarnos, y para calmarse a si mismo. Pensamos en decírselo a los guardias, pero optamos por buscarlo por nuestra cuenta—

Comenzamos a caminar mientras gritábamos su nombre, buscándolo por todos lados. Me empecé a desesperar y caminé mucho más rápido. Nos dirigíamos al ala 5, con la esperanza de que estuviera allí. En cuanto nos acercamos, los dos reclusos se nos acercaron.

—Hace mucho que no los veo por aquí—Upa dirigía su vista a Jyugo y Uno, mientras que Liang la mantenía sobre mi—

—Vinimos a preguntar si habían visto a Nico por algún lado—ambos negaron con la cabeza y los tres bufamos, nos habíamos equivocado. Él no estaba, y ni siquiera había estado en esta ala—

Nos dirigíamos nuevamente a nuestra ala, mirando a nuestros alrededores, por si de alguna casualidad de la vida lo veíamos pasar. Estábamos por llegar, pero escuchamos una risa detrás nuestro. Era él.

—¡Nico!—Uno se intentó acercar pero este rió más fuerte, mirándonos a los tres con una cara que pocas veces habíamos tenido la oportunidad de apreciar, y que tampoco es que quisiéramos hacerlo— ¿No tomaste las medicinas, verdad?

—¿No las tomó? ¡Con razón está así!—Jyugo elevó el tono de voz y Nico comenzó a caminar lentamente hacia nosotros, haciéndonos retroceder—

—Medicina...—murmuraba en voz baja, esbozando una sonrisa, aún más grande—

Me intenté acercar a él, pero Jyugo y Uno me detuvieron.

—Rock, no te acerques, es muy peligroso cuando está así, hay que encontrar medicina y rápido—Uno me frenaba con el brazo, aunque yo seguí intentando avanzar. Le pidió a Jyugo que fuera a la enfermería para buscar la medicina del peliverde, a lo que este fue corriendo lo más rápido que sus piernas le permitían—

—No me importa, tengo que estar con él, prometí cuidarlo sin importar nada, que esté así no me lo va a impedir—me solté de su agarre y me acerqué lentamente a Nico, que ya se había detenido—

No borró su sonrisa, me miraba con los ojos bien abiertos. Yo me acerqué un poco más, extendiendo mi mano.

—Nico, ¿me escuchas?—sabía que dentro de ese monstruo estaba el chico del que me había enamorado, y también sabía que podía escucharme—

—Medicina... —repitió, acercándose un par de pasos— Hueles a medicina...

—Apresúrate, Jyugo—escuché como Uno murmuraba detrás de mí— Las cosas se van a poner muy feas.

—Ya vas a tener tu medicina, quédate tranquilo, no hagas ninguna locura—tenía que mantenerlo bajo control, no sabía exactamente cómo, pero no perdía nada con intentarlo—

El peliverde corrió hacía a mí, golpeándome para sacarme del camino. Sus golpes ahora eran muchísimo más fuertes, por lo que obviamente cumplió su objetivo y caí al suelo, intentando incorporarme con rapidez. Se dirigió a Uno, que retrocedía paso a paso.

—Nico, soy yo, no tienes por qué hacerme nada—seguía retrocediendo a medida que el menor se acercaba a él. Yo me levanté y tomé a Nico por los hombros, intentando retenerlo hasta que Jyugo llegara—

El heterocromático no tardó en llegar con la medicina, pero para cuando se acercó lo suficiente a nosotros, Nico ya nos había derribado a ambos y se dirigía hacia él, el que portaba la medicina. Jyugo me lanzó la pequeña jeringa que contenía lo necesario para calmar a ese monstruo, intentando atraparla desde la distancia, casi fallando. Pude alcanzarla justo antes de que impactara contra el suelo. Era lo único que nos servía en ese momento, así que había que cuidarlo con nuestra vida. Nico no vio a donde se dirigió la jeringa, por lo que pensó que Jyugo aún la tenía. Lo golpeó, haciendo que cayera y Uno fuera a ayudarlo, sacando al menor del medio. Yo me acerqué por detrás, agarrándolo con fuerza.

—Lo siento, Nico—clavé la jeringa en su cuello e inyecté todo su contenido. Cerré los ojos al escuchar un quejido bastante fuerte de su parte, intentando no ponerme nervioso. Me dolió más a mi que a él tener que hacer eso, pero era por el bien de todos—

 En cuanto la jeringa quedó vacía, la arrojé a otro lado y lo sostuve entre mis brazos para que no impactara contra el suelo. Uno ayudó al heterocromático a levantarse, a la vez que ambos se acercaban a nosotros. Las vendas de Nico se habían puesto rojas, por lo que teníamos que cambiárselas. Acordé encontrarme con ellos en la celda, para poder ir a buscar las vendas a la enfermería. 

Llegué a la celda con el peliverde entre mis brazos, y luego lo recosté suavemente. Le comencé a sacar las vendas para cambiarlas por otras nuevas, haciéndolo lo más cuidadosamente que pude. En cuanto acabé, lo acomodé y lo tapé para que descansara, mientras intentaba descansar yo también. Nos había golpeado a los tres, y con bastante fuerza. Nico, en su forma normal, además de que no es capaz de hacerle daño ni a una mosca, no tiene fuerza en absoluto. Tendríamos que ponernos más al día con preguntarle sobre sus medicinas, ya que no queremos que esto vuelva a pasar. 

Pero ahora, lo que más queríamos todos, era descansar.

Love in Nanba | Fanfic EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora