VIII

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Tenía que decirle que se suponía que era una flama eterna. Literalmente una flama eterna, dejando de lado el que sonara muy poético. Las flamas eternas no se desvanecen así sin más.

Magnus estaba echado en la cama. Había puesto su lista de reproducción de canciones pop en español sonando por lo bajo. 

Alec se había ofrecido para limpiar la sala (cosa que él hubiera arreglado con un chasquido, pero era lindo tenerlo por ahí tan dadivoso, además sospechaba que se sentía comprometido a ello por haber husmeado en el pasillo secreto, que no eran tan secreto y él no estaba molesto, tenía otros más por ahí, tendría que ponerles una plaquita que indicaran "No recargarse"), mientras el se consentía y trataba de resolver los misterios del universo (más concretamente los misterios sobre fuego eterno de comportamiento sospechoso) en bata, oliendo a limón, con una mascarilla y un par de rodajas de pepino sobre los ojos.

También tenía que resolver cómo decirle acerca de sus temores, que no conocía ese fuego, conocía el fuego mágico, el fuego demoníaco, y el fuego mortal, pero de este fuego no percibía nada, no sabía qué clase de magia lo había hecho arder, qué tipo de magia lo había hecho escabullirse al cuerpo de Alec, y todo eso le preocupaba, porque no tenía muy claro que podía hacer para resolverlo, si es que había algo que resolver.

—Lo siento, Magnus, tengo que irme, invocaron un demonio en...—era Alec, que había entrado como un rayo, y se había parado de golpe frente a la cama con cara divertida.—¿Por qué parece que traes una ensalada en la cara?

—¿Me creerías si te digo que es saliva de golondrina? Y estos—indicó sonriente, tomando las rodajas y llevándoselas a la boca—son pepinos. 

—Claro, ah...¿provecho?—dijo riendo—Tengo que irme...

—¿No me das un beso de despedida?—preguntó Magnus, con ojos implorantes de cachorrito.

—No con saliva de golondrina en la cara.—dijo Alec, seguro de no querer llenarse la cara con saliva de ave. 

Magnus bufó decepcionado, y Alec rió.

—Entonces la mano—dijo, y le hizo una seña. Alec se acercó y agarró la mano que tenía tendida. Magnus le tentó con los dedos la palma.

—¿Qué haces?—sonrió de lado ante el jugueteó de Magnus.

—Probando a ver si sale fuego.

Alec dejó que Magnus le siguiera haciendo cosquillas, olvidándose que tenía que irse a toda prisa, tenía debilidad por ver las manos de Magnus haciendo cosas.

—Pues no sale nada.

Magnus se quedó pensativo. Cavilando en si era algo bueno o malo el que "no saliera nada".

—¿No te sientes extraño?—le preguntó, con los ojos fijos en la mano de la que "no salía nada", y sintiéndose frustrado.

—No realmente...¿Debería?

Magnus negó con la cabeza, inseguro. Nada, no perciba nada, ni un sólo rastro de fuerza mágica, ¿se habría esfumado así sin más? ¿y todo el parloteo postmortem de Ragnor a qué venía? Seguramente ni él sabía la naturaleza desconocida del fuego oculto en la vela, así como Magnus tampoco lo había percibido. Los dos fueron timados bonito. Alguien desconocido seguramente se estaba riendo de ellos como vuelto chiva.

—¿No tenías que irte de prisa, bonito?—dijo Magnus saliéndose de la ensoñación y sacando a Alec también.

—Si, ammh...—se inclinó para besarle la mano, sonrojándose en el camino, le era más difícil hacer ese tipo de cosas a plena luz del día o estando sobrio.—Nos vemos.

—Nos vemos. 

Magnus sólo pensó que un día no muy lejano la ternura de su novio le iba a provocar un infarto de muerte, cuando lo vio salir presuroso y tapándose la cara enrojecida.

 





N/A: Se supone que este fic iba a ser una cursilada de tres capítulos, no sé en que momento he llegado hasta aquí XD. De todas formas, gracias por leer ;)

Flama eterna, barbas y primeros bailesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora