—¡Alec, encontré otro rastro...!—Jace se asomó por la puerta, con la espada serafín brillando en su mano.—¿Ha pasado algo...?—le preguntó al ver el arco en el suelo, y a Alec levantándose.
—No, me abrochaba las agujetas...—respondió sin voltear a verlo.
—¿En serio, Alec? Un demonio nos está pisando los talones, ¿y tu te detienes a tomar la merienda?—le dijo severamente, Alec solo encogió los hombros.
—Como sea Jace, ¿qué has encontrado?
Nada. El demonio había dejado rastros de sangre y chorros de limo negro, todo un cochinero, pero nada más. Ya no estaba en el edificio. Mandaron llamar a los hermanos silenciosos para que se llevaran los cuerpos calcinados. Alec les echó un último vistazo, y se le encogió el corazón. Patrullaron las calles de los alrededores unas horas más antes de dar por zanjado que no había demonio cerca.
—Qué pérdida de tiempo—masculló Izzy, haciéndose el espeso cabello negro a un lado—Nada de acción. Sólo drogadictos tratando de ligarnos.
—Me compadezco de cualquier idiota que quisiera meterse contigo, Izzy—le dijo Jace con una sardónica sonrisa.
Jace y Alec se habían reunido con las chicas. Se dirigían al subterráneo, a tomar el último tren. Cuando Alec se apartó de ellos.
—¿Regresas con tu noviecito?—le gritó Izzy, porque Alec se había echado a correr de repente. Éste volteó y alzó la mano en despedida.
—¡No te olvides mañana!—le gritó Jace por su parte. Alec desapareció entre las calles y el tráfico.
Izzy se sintió feliz por el entusiasmo de su hermano. El amor lo había cambiado para bien. Magnus le hacía bien, y por eso estaba agradecida con el brujo, aunque estuviera un poco chalado, daba igual, así lo quería Alec, y ella y sus amigos también le tenían algo de cariño. Izzy volteó para ver a sus los compañeros que quedaban, y se le revolvió el estómago, Jace y Clary estaban pegados, susurrándose cursiladas y riendo como bobos. Izzy se limitó a torcer los ojos por tanta melosidad.
***
Alec se sentía con una extraña viveza recorrer su cuerpo. Se creía capaz de seguir corriendo y no cansarse nunca, de saltar por encima de los edificios sin ningún miedo.
Cruzó las calles con el semáforo en verde, abriéndose paso saltando sobre los cofres de los autos que ni supieron que los golpeó.
Se sentía confiado, capaz de conquistar el mundo, de hacer cualquier cosa, pero ahora el único deseo que lo hacía correr desesperado, era el poder llegar hasta Magnus para hacerle el amor.
***
Magnus estaba en el balcón bebiendo algo de vino, miraba las luces artificiales que iluminaban la ciudad, podrían decirle lunático, pero el bullicio de la ciudad con sus sirenas de ambulancias y policíacas siempre lograba calmarle los nervios. El bullicio es lo que mantiene viva a esta ciudad, el bullicio es un excelente remedio para cualquier pesar, pensaba alegre, aunque quizá fuera el único que pensara eso, quizá fuera el único que no se pusiera a pensar demasiado en que las sirenas sonaban cuando ocurría alguna tragedia.
Había sacado un montón de libros polvorientos, y estaban amontonados arriba de los muebles, en pilas tambaleantes, algunos abiertos, puesto uno sobre otro. Libros de magia negra, magia blanca, magia de todos los colores.
Justo ahora tenía uno sobre demonología en la mano, cerrado, muestra de que no había encontrado la información que quería. Y por eso había suspendido la búsqueda y ya iba por la segunda botella de vino.
ESTÁS LEYENDO
Flama eterna, barbas y primeros bailes
Fanfiction(TERMINADO) Alec piensa demasiado. Piensa en flamas eternas, en la inmortalidad de su novio, piensa en por qué despierta llorando en las madrugadas, y cuando no son demasiado tristes sus pensamientos también piensa en cuándo sería el momento indicad...