XIII

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"¿Es esta la muerte?" se preguntó Magnus cuando sintió la oscuridad a su alrededor. "Porque de ser así, no es tan terrible como dicen que es."

Estaba parado, o bien podía estar flotando y no haría ninguna diferencia, no sabía si había suelo bajo sus pies, no sabía siquiera si tenía pies con los cuales estar parado. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Bien podían haber pasado tres segundos como tres meses, sentía la vaguedad de cuando te echas la siesta a la mitad del día y despiertas pensando que has dormido mil horas y solo ha pasado un minuto. Como fuera, la única certeza que le cabía en la cabeza era que estaba oscuro y estaba solo.

-Pues en eso te equivocas.

-¿Ah, sí?-respondió Magnus, sorprendiéndose por poder escuchar su propia voz, no había intentado hablar, tan convencido estaba de su propia muerte que pensó que de nada serviría gritar por ayuda o lanzar lamentos.-¿En qué es en lo que me equivoqué?

-En lo de estar solo.

-Uff, creí por un segundo que hablabas sobre lo de estar muerto.

-No estás muerto, gran zoquete.

Magnus se sintió algo aliviado por escuchar eso, aunque igual ofendido porque lo llamaran zoquete de forma tan deliberada.

-Si esta no es la oscuridad después de la muerte ¿dónde estoy? ¿Quién eres?

-Este ni siquiera es un lugar físico. ¿Qué es lo último que recuerdas? Empieza por ahí.

¿Lo último que recordaba? Nada se le venía a la mente, ni nombres ni rostros, ni lugares o las últimas palabras dichas. Solo el calor, la asfixia en su garganta, el ardor en su piel y...

-Un beso.

Y antes de que pudiera pensar en nada más, una imagen apareció ante él, como si se hubiera encendido una enorme pantalla de plasma de la nada. Se quedó sin palabras cuando vio en la pantalla a Alec, dentro de una escena tanto normal como extraña. Alec estaba en un estudio, rodeado de libros, frente a un monitor tecleando sin parar, con el reflejo de la pantalla proyectándose en un par de anteojos con los que jamás lo había visto.

-Alexander...-susurró, sin llamarlo realmente, sin esperar respuesta, ¿Alec podría verlo, podría escucharlo? Parecía tan tranquilo en ese escenario tan ajeno a Magnus, que a éste se le paró el corazón cuando Alec dejó de teclear y apartó la mirada del monitor.

"¿Magnus?" vió que decían sus labios, pero no pudo escuchar su voz, Magnus se estremeció cuando los ojos confusos de Alec miraron en su dirección, pero no lo estaba mirando realmente. Y el alma se le vino al suelo cuando vio que Alec se levantaba de su silla, buscándolo, y de inmediato la imagen se apagó, tan repentinamente como había aparecido.

-Vaya, esta es una visita inesperada.-escuchó el eco de una voz, no era como la primera con la que había hablado, esta sonaba más mordaz, burlona. Bastó que se diera la vuelta para odiar a aquel del que provenía.

La negrura desapareció, o más bien se absorbió en un solo punto como si lo estuviera succionando un agujero, para dar forma a una figura humana.

Magnus ahora podía ver sus propias manos, sus botas de charol reluciendo. La oscuridad en la que sentía que había estado flotando, se convirtió en un espacio en blanco, infinito y vacío.

Y el hombre (o más bien demonio, pensó, en cuanto le vio los pies descalzos cubiertos de limo negro hasta la pantorrilla y la lengua bípeda relamiéndose la sonrisa) que estaba parado a unos metros frente a él se echó a reír como desquiciado cuando Magnus alzó las manos a la defensiva, preparado para lanzar un hechizo.

Flama eterna, barbas y primeros bailesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora