XIV

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Izzy y Jace estaban sentados al lado de la cama cuando Alec abrió los ojos. Izzy era la que estaba sentada más próxima a él, fue la primera en dar un salto de alegría, se habría lanzado sobre su hermano de no ser porque su abrazo estrangulador lo habría regresado a su estado inconsciente.

Jace puso una mano en el pecho de Alec cuando éste intentó levantarse.

  -No lo hagas- le dijo, y Alec entendió de inmediato cuando sintió un punzante dolor recorrer su cuerpo como miles de espinas, sus extremidades estaban adormiladas, y él solo pudo arcar la cabeza en la almohada, para aliviar la tensión de los músculos, vio en el techo de la enfermería el fresco pintado en la bóveda, ángeles armados, apuntando flechas desde las nubes a los seres infernales que emergían de una tierra baldía.- ¿Sería demasiado rudo si te pregunto cómo te sientes?

-Estoy postrado en una cama, con la piel ardiendo a mil grados, de verdad tengo qué responder a eso.

-Bueno, al menos estás de buen humor- sonrió Jace, y le dio un golpecito en el hombro.

 -Auch- gimió Alec, exagerando la reacción.

-Auch- gimió luego Jace, cuando  Izzy le dio un buen pellizco en el hombro.

-¿No pueden dejar las burradas por un momento? Alec,  aún necesitas recuperarte. 

-Y eso intento...

-¿Por qué no nos dijiste que estabas en líos?- preguntó desalentada, Alec quiso rehuir de sus ojos oscuros que lo miraban como si no lo reconociera, reprendiéndolo, y se quedó sin habla, negando confuso con la cabeza, tratando de resumir en su mente lo que había pasado los últimos días, sus pesadillas, sus desvelos y el fuego y el vago recuerdo de un sueño al que deseaba regresar, el susurro de una voz mortífera, a Magnus...

-Magnus...-soltó de repente, y quiso erguirse aunque el cuerpo envuelto en vendas se le resquebrajara.-¿Está aquí?- preguntó, Jace se acercó para ayudarlo a recargarse sobre el respaldo de la cama, Izzy le puso todas las almohadas disponibles tras la espalda.

Sus hermanos intercambiaron una mirada cómplice. Alec se asustó por un momento, si algo le hubiera pasado a Magnus por sus acciones tan estúpidas, jamás se perdonaría a sí mismo.

-El está bien- dijo Jace, como si le hubiera leído la mente viéndole solo los ojos.- Está como la fresca mañana, bueno, no tan fresco. Regresó a su loft para curar sus propias heridas.

-Ah...- fue todo lo que Alec pudo responder. Le alegraba saber que Magnus estaba bien, pero si tenía que ser sincero no sentía que tuviera la fuerza para mirarlo a la cara después de lo que había hecho. Quizá Magnus lo sabía, y por eso se había ido, dejándolo en el Instituto. ¿Cuán molesto estaría? En ese momento y sintiendo como si los ángeles pintados en el techo le estuvieran apuntando las flechas como castigo, solo quería echarse a llorar.

-Izzy ¿podrías dejarnos a solas un momento?-dijo Jace, y le sostuvo la mirada a su hermana, cosa que pocos podían hacer.-Necesito hablar con Alec.-continuó, Izzy no se movió ni un pelo, no parecía dispuesta a irse, no con su hermano a punto de quebrarse.- Hablar, de hombre a hombre-dijo al fin, Izzy rodó los ojos.

-No me salgas con eso- rezongó irritada, se levantó de su silla- Que conste que regresaré con un caldo de pollo bien caliente.-dijo y salió del recinto, no sin antes echarles una mirada severa que paralizaría a cualquiera de puro terror.

-¿Eso fue una amenaza?-preguntó Jace entredientes, justo cuando se cerró la puerta. Hubo un breve silencio antes de que alguno de los dos dijera palabra alguna. Alec se sintió afortunado de tener a Jace, aunque la mayor parte del tiempo fuera un dolor de cabeza al que tenía que andar vigilando las espaldas, como parabatai, había cosas de las que se atrevería a hablar solo con él -Entonces Alec, ¿qué pasa? 

Flama eterna, barbas y primeros bailesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora