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Alec tenía el codo clavado en la almohada, con el cuerpo de lado y la cabeza reposada en la mano

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Alec tenía el codo clavado en la almohada, con el cuerpo de lado y la cabeza reposada en la mano. Iluminaba la habitación una sola flama que emergía de una vela larga y roja que no se consumía nunca. Miraba alternamente el movimiento ondulante de la flama roja y naranja, y el rostro de Magnus, que descansaba pasivo, como un gato, se veía demasiado cómodo como para realizar cualquier movimiento que pudiera turbarle, por eso ya sentía el hombro un poco entumecido.

Lo tenía cerca de él y lo miraba con devoción, las sombras oscilaban en su rostro, deformando su pasiva expresión con pequeñas sombras oscuras y danzantes, que le mostraban a Alec, las formas de su rostro que no podría ver durante el día, y a las ...

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Lo tenía cerca de él y lo miraba con devoción, las sombras oscilaban en su rostro, deformando su pasiva expresión con pequeñas sombras oscuras y danzantes, que le mostraban a Alec, las formas de su rostro que no podría ver durante el día, y a las que sólo él tenía acceso.

Esa flama no se consumiría nunca. Era tan eterna como lo era Magnus. ¿Ligado a él por su magia? La verdad es que no lo sabía. La vela había estado ahí todo el tiempo desde la primera vez que había entrado a la habitación de Magnus, claro que entonces no reparó de inmediato en su existencia, ya que estaba demasiado ocupado sacándose la camisa y besando al brujo.

Una chispa saltó de la flama, haciendo un chasquido apenas audible.

Había estudiado la vela por noches, parecía reaccionar al sueño del brujo, se imaginaba que era algún tipo de atrapasueños, algún amortiguador de pesadillas, con Magnus podría ser cualquier cosa, podría incluso no significar nada y ser sólo un bonito adorno (de ser así no podría evitar el sentirse como un bobo por haberla estado mirando tanto y haciendo mil teorías).

Miro una chispa ascender y desaparecer al instante. Dirigió la mirada hacia Magnus, para estudiar los cambios en su expresión, éste sólo emitió un gemido ahogado, y abrió un poco los labios.

Alec temía preguntar qué clase de hechizo tenía la vela, no le gustaba ser demasiado invasivo, sobre todo porque a veces Magnus se mostraba reacio a explicar de qué iba cada hechizo que conjuraba, cuando Alec se sentía demasiado curioso

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Alec temía preguntar qué clase de hechizo tenía la vela, no le gustaba ser demasiado invasivo, sobre todo porque a veces Magnus se mostraba reacio a explicar de qué iba cada hechizo que conjuraba, cuando Alec se sentía demasiado curioso.

Le tocó la mejilla húmeda, por instinto, rozando apenas el dedo índice. Y lo miró.

Un Magnus Bane sin máscaras. Lo sintió suyo. Sin maquillaje y vulnerable. No se lo había dicho hasta el momento, que para él Magnus era la criatura más hermosa. Era algo que se guardaba para sí mismo, porque cuántos no se lo habrían dicho ya en el pasado, ¿cambiaría el significado de las palabras si las escuchaba salir de él?

Alec acomodó finalmente la cabeza en la almohada, con un montón de inseguridades en la mente que a Magnus le hubieran parecido absurdas si se hubiera aventurado a hablarlo con él.

Con calma jaló la colcha y se cubrió hasta el hombro. Sin dejar de mirar a Magnus, que se movió hacia él hasta pegar su frente sudorosa a su pecho, Alec lo acercó más con su brazo que le rodeó la espalda, y le dio un prolongado beso en la sien, Magnus dijo algo ininteligible, la llama de la vela brilló intensamente antes de que Alec por fin conciliara el sueño.

Flama eterna, barbas y primeros bailesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora