XI

479 53 10
                                    

—¿Venías aquí a ligar, no?

Magnus estuvo a punto de regurgitar la limonada que se estaba tomando, tosió unas cuantas veces antes de recobrar la postura.

Alec estaba muy atrevido esa noche, empezando porque había insinuado que deseaba andar sin camisa por la calle (Magnus lo había detenido justo a tiempo, y lo hizo ponerse un chaleco de vinil a juego con el que él se puso, blanco para Alec y púrpura para Magnus).

Había empezado a hacerle preguntas extrañas, que Magnus temía se tenía muy bien guardadas desde hacía tiempo y siempre había tenido el ansia de soltarlas. La ronda había empezado con "¿Frecuentabas antros gay antes de conocerme?" A lo que Magnus había respondido que sí. Luego no lo hizo parar.

—¿Conociste a alguien aquí?

—Alguien ¿cómo? ¿Románticamente?

Alec asintió con la cabeza, con la mirada clavada en su vaso de limonada (Magnus había decidido sin preguntarle siquiera, que no habría alcohol esa noche, más por Alec que por él, parecía que el joven cazador venía desparramando adrenalina, y no quería alterarlo más).

—Ahora que lo pienso, no realmente, verás, pocos vienen buscando amor a estos lugares.

—Entonces, solo sexo.

Magnus se volvió a volcar sobre su limonada, se encorvó mientras tosía, atrayendo las miradas curiosas de otras parejas en la barra. Alec lo miró extrañado, como no pudiendo creer que Magnus Bane se estuviera agitando por la palabra sexo.

—Eso es un sí.

—¿Estás molesto?—preguntó, mientras se limpiaba los restos de limonada de los labios.

Alec se encogió en sus hombros, y se removió en la silla, paseó la mirada por la pista de baile, mirando más que espantado asombrado  por cómo las parejas se agasajaban las carnes sin ningún pudor, sin importar cuantos pudieran estar mirando, concentrados solo en sus besos.

—Un poco.—dijo, volvió la cabeza, cuando encontró la mirada de un hombre que no le quitaba los ojos de encima desde hacía un rato—A veces pienso en eso, pero no puedo hacer nada para borrar todo lo que has vivido, y tampoco quiero, de otra forma no serias quien eres ahora.

—Es bueno saber que piensas así. Ya no siento como que te estoy robando la inocencia.—declaró.

—Sí te la robaste.

Magnus paró la limonada camino a su boca. Se echó para atrás en su silla, abrió la boca, la quijada se le vino abajo por el asombro.

—No pongas cara rara. Eres el primero para mí, por supuesto que me has robado muchas cosas, y con eso me refiero a que contigo todo ha sido bastante nuevo, y me gusta.

—¿Debería declararme culpable?—preguntó y Alec solo le devolvió una vibrante sonrisa, que desgraciadamente tapó con la mano en cuanto se dio cuenta de la mirada cómplice de un hombre al otro lado de la barra.

Era la primera vez de Alec en un antro gay. Era más o menos como se lo imaginaba, no muy diferente a un antro común, con las luces estroboscópicas, la música fuerte, pero con la diferencia del intenso olor a sudor masculino mezclado con desodorante manando como si fuera el aire natural del antro.

—¿Escogí un mal lugar? Luces algo incómodo—dijo, y le pasó el brazo por los hombros.

—No, estoy bien... Es solo que...—se acercó a Magnus, se pegó a él como si quisiera ocultarse—¿Por qué tienen qué mirar tanto?

Magnus miró a su alrededor, y captó las miradas huidizas de varios hombres que se apresuraron a voltearse, y soltó una risotada, recargó la frente en el hombro de Alec intentando apaciguarse. Alec no le veía la gracia, así que le apartó la cabeza. Magnus le dio un beso en la mejilla.

Flama eterna, barbas y primeros bailesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora