El invierno es frío, pero es hermoso.El frío congela, pero te hace reflexionar.
Amo el invierno, porque en la lluvia puedo llorar, en el abrigo esconderme y en las nubes veo mi alma reflejada, borrosa, gris, espesa, como la siento en este momento...
La estación del año en la que puedo liberar mis sentimientos y lanzar a la tormenta todo lo que me atormenta, que los rayos prendan fuego mis pesares y los truenos acallen mis demonios.
Porque con el frío puedo llorar hasta sentir la cara helada, calmada.
Porque debajo de las sábanas me siento segura, protegiéndome de lo que hay afuera, mientras el mal tiempo refleja lo que hay dentro nuestro.
Almas frías.
Disfrutamos del sufrimiento que conlleva estar bajo una lluvia implacable, empapándonos por el agua pura. Nos limpia, sacándonos, aunque sea un poco, las cosas malas, porque con el peso de las gotas, sentimos que se libera un peso de nuestro ser y solo nos podemos concentrar en el frío llegando a los huesos, erizando la piel, enfriando la mente, reconfortando el corazón.
Mirando la ventana empañada pienso en todo esto, afuera el cielo amenaza con dar su sublime espectáculo, yo resguardada por algo artificial, protegiéndome de la fuerza de la naturaleza, lloro.
Con mis dedos fríos dibujo en la humedad del vidrio.
Un simple dibujo que demuestra cómo me siento. Primero la boca, luego los ojos. El triste garabato me observa.
Mis dedos quedaron mojados y los ojos del dibujo lloran, juntando la humedad, se deslizan lentamente las gotas hasta caer de la ventana.
Siento que el agua me entiende y lloro más fuerte, porque el dibujo lo sigue haciendo.
El invierno, el viento, las nubes, el frío, la lluvia...
Y ese algo en el aire que te inspira a liberar lo que sientes, todo lo que acumulaste, lo puedes soltar.
En la inmensidad de la lluvia ¿Quién notará que tus lágrimas fueron parte? El viento se las llevará, convirtiendo tu angustia en algo bueno. Formando un paisaje liberador con tu sufrimiento.
Haciendo que te sientas libre, sin juzgar, sin hablar, sin preguntar.
El garabato ahora está casi borrado, las lágrimas fueron deshaciendo el sentimiento, solo se distinguen unos ojos empañados, con nubes en su mirada.
Me observa y me da la oportunidad de dejar de torturarme, pero el cielo todavía está cargado de oscuras promesas, así que decido que todavía no es el momento.
Lo recuerdo una vez más...
—Dime que te ocurre. —rogó aquel que ya no tenía derecho a preguntar.
—Dije que estoy bien. —Le sonreí al reciente desconocido, al que yo decidí convertir en un extraño.
—Esa sonrisa no me dice lo mismo, te conozco demasiado. —Sus ojos transmitían sinceridad, pero yo sabía que su preocupación era mentira, los mismos ojos que tantas veces me habían engañado querían volver a hacerlo.
¿Cómo creerle a un desconocido?
—Ya no me quedan ganas para fingir y no tengo sonrisas verdaderas para transmitir. —Lo miré mientras una densa lágrima se escapaba de mis ojos, aquellos que lo habían visto con amor, pero ahora solo eran nubes que prometían descontrol—. No me dejaste ninguna y quién sabrá que habrás hecho con ellas...
Los recuerdos duelen, las lágrimas pesan, el dolor atormenta.
Pero este momento me libera, porque comparto lo que siento con las gotas frías de un cielo incendiado.
La escena que refleja perfecto mi imperfecto corazón roto.
Aquél que se permitió amar y se equivocó.
Escucho un trueno y sufro por el amor perdido, veo un relámpago y siento la furia del engaño.
Escucho la lluvia caer, la veo mojar, la siento fría, tan perfecta, tan imperfecta.
Inevitablemente la tormenta comenzó, pero ¿De que otra forma podría terminar esto, si también empezó con una?
Dejaré que se lleva la mía, la que tengo dentro, la que he llevado por tanto tiempo.
Y me prometo a mí misma que cuando la lluvia cese, dejaré atrás esto, olvidaré por fin el dolor. Que esta tormenta con su viento, suelte mis ataduras... permitiéndome de una vez, volver a volar.
En esta tarde de invierno todo terminará. Porque el garabato me sigue mirando, pero las lágrimas ya no están, solo queda el rastro, la cicatriz, justo como estaré yo.
Pero ya no es un rostro triste.
Hoy alivianaré mi alma y lo superaré.
La lluvia amaina y siento como el dolor se calma.
Le queda poco a mi condena, así que me permito disfrutar los últimos minutos de sufrimiento.
Miro la lluvia por el vidrio y me tranquiliza. Observo las gotas sintiéndome mejor.
Las nubes están ahí, pero la lluvia ya no cae.
—Ya no eres nadie para mí. —Me digo a mí misma y me convenzo, lo digo sin sentir el dolor que solía sentir.
Esta sensación es nueva y me agrada.
Estoy feliz.
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Vidas De Tinta
RandomSinopsis original: Las lágrimas son optativas, el dolor opcional. Pero el corazón siente y no lo podrás evitar... Sinopsis editada: Vidas de tinta es una recopilación de relatos sueltos, poesía, versos descolgados, letras que se juntan con el desesp...