Manipulación

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La mirada del más pequeño se veía soñadora, con entusiasmo pedía a su hermano jugar. Pero el mayor solo prestaba atención a sus juguetes, unos sucios osos de felpa.

–Por favor, juega conmigo. –reclamaba la atención nunca recibida.

–No quiero. –La mirada seguía perdida, la voz vacía.

–Si quieres podemos jugar con tus peluches. –Se acercó a tocarlos.

–No les agradas. –Sus ojos se fijaron en los de su hermano–. No quieren que los toques.

El más pequeño retiró la mano asustado. Quería a su hermano, pero entendía que no era normal. Sus padres no los dejaban estar juntos mucho tiempo, dormían en habitaciones separadas y no le permitían salir a la calle. Una vez había escuchado al doctor mencionar: "Esquizofrenia"

Pero el pequeño gemelo no sabía a qué se referían.

Con el tiempo las cosas empeoraban y más raro se volvía su hermano. En silencio, observaba como el mayor hablaba con sus muñecos, siempre lo acompañaba.

Pero en su octavo cumpleaños algo cambió.

El menor observó como el rostro de su hermano se inundaba de felicidad al obtener tan extraño regalo. Un cráneo de juguete, con huesos que parecían reales.

También fue testigo de cómo abrazaba la inerte cabeza y se sonreía, casi con inocente ternura. Pero sus ojos no eran tiernos.

Los días pasaron y su hermano no borraba la sonrisa, como tampoco dejaba de sostener su regalo. El pequeño gemelo se alegraba de que su hermano hiciera amigos, los invitaba a su casa, pero luego jamás aparecían.

Y un día, el pequeño se despertó en mitad de la noche, sediento recorrió el pasillo oscuro y se percató de susurros, estos escapaban de la habitación de su gemelo. Intuitivo avanzó con terror, para contemplar la escena atroz.

Su hermano gemelo, en ese estado, se veía completamente diferente a él, bien podrían no haber tenido parentesco alguno.

Aterrado avanzó, introduciéndose en el cuarto, donde prendió la luz.

El mayor pestañeó sorprendido, dejando ver sus ojos impregnados de locura, sus manos sosteniendo un cuerpo ajeno y los labios escurriendo viscoso líquido.

El menor se dejó caer de rodillas, demasiado impactado para hablar, solo atinó a tocar. La piel fría de la niña dejaba en evidencia su perecimiento.

–¿Esto haces con tus amigos? –La voz sonó imperturbable, demasiado seria para ser de un niño.

La sangre regada por todo el suelo, los osos de felpa empapados y, más allá, la funesta calavera, posada en la cama parecía feliz observando.

–Ella me lo pide, debo armar su cuerpo. –Sonrió feliz, mostrando carne en sus dientes. Seguía aferrándose al despedazado cuerpo, aquel que muerto era profanado.

El pequeño asustado miró a otro lado.

–¿Todavía quieres jugar conmigo? Porque puedes ayudarme, y así los tres nos divertiremos. –Ojos rojos, sonrisa macabra.

–¿Por eso estabas tan feliz? ¿Es divertido? –Alma pura, voz inocente.

Él asiente.

–Lo es, te voy a querer. –Palabras mentirosas, manos peligrosas.

–Está bien, jugaré contigo. –Amor devoto.

Ya no habían hermanos en esa casa, eran solo herramientas de trabajo. 


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Vidas De TintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora