Te necesito

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- Percy, aquí estoy –

La habitación estaba llena de globos de colores y peluches de todos los animales imaginables. La puerta se cerró por culpa del fuerte viento de otoño, y ante eso la cabaña vibró de repente. Se despertó de sobre salto, levantando sus ojos azules y mirándole directamente, pero seguía ahí como le habían dejado.

- Percy... - una voz suave le llamó, el chico se volteó para mirarle aun adormilado.

- Piper – le saludó desde su incómoda posición, aprovechó aquello para desperezarse y estirar sus algo atrofiados músculos después de varias horas en la misma posición en aquella dura silla.

- Quirón dice que deberías ir a desayunar, yo me quedaré con ella – le sonrió, mientras caminaba hacia un costado de la cama que había en aquel lugar.

El hijo de Poseidón asintió mientras se levantaba, pasó su mano con ternura por sobre el cabello de ella y luego de despedirse de la hija de Afrodita salió del lugar.

Afuera el sol le golpeó con furia los ojos, los cuales cerró sin querer.  Metió las manos en sus bolsillos sintiendo el frío característico de esa época del año e intentando contagiarse de los rayos del sol se fue moviendo por el campamento mestizo.

Había una piedra en su pecho que se apretaba todo, la sentía justo bajo sus costillas aplastando sus pulmones y complicándole el acto de respirar. Desde aquel ataque que no había podido dormir como se debe, no había podido comer con gusto, ni mucho menos darse un tiempo para entrenar sin tener su mente ocupada.
Y es que sabía, sin tener que admitirlo a ciencia cierta, que todo lo que estaba pasando había sido culpa de él. Si no se hubiera ido por el bosque, ellos no le hubieran perseguido y aquellos ciclopes no les habrían atacado con aquella furia en las venas.  Se sentía miserable y el ser más idiota que pudiera existir en el mundo, una de esas bestias había golpeado a su mejor amiga y esta había volado quizás 5 metros hacia la derecha, había rebotado contra el suelo en un golpe seco y su cráneo se había partido dejándole el paso abierto a la sangre.

Recordaba los gritos de todos, el último gruñido que lanzó ante de sumirse en la inconsciencia de la cual aún era víctima. Sentía aun las lágrimas bajar por sus ojos y los gritos quemarle la garganta al notar el deplorable estado en el que había quedado la hija de Atenea, sentía aun aquel miedo que le vaciaba el estómago al sentir que la perdería.

Era el idiota más grande del universo.

Cada noche se quedaba junto a ella pues no quería estar lejos cuando ella despertara, había desistido de ir a misiones o a ver a su madre por estar en aquel lugar. Necesitaba de su chica sabia, y rogaba a todos los dioses cada noche para que despertara.

Habían hecho turnos con los demás para nunca dejarla sola, teniendo él el más largo por petición propia. Piper venía por las mañanas, la peinaba y limpiaba con toallas húmedas para mantenerla bella. Jason venía cerca de la hora de almuerzo y sólo se sentaba a su lado, intentando infundirle a su manera valor para que despertara por fin. Ya por la tarde era Leo quien usaba aquella dura silla y le contaba sobre todo lo que estaba pasando, sabía que su a amiga no le gustaba perderse de nada, y sobre todo los hechos interesantes. De vez en cuando Thalia pedía permiso a las cazadoras para ir al campamento y no se movía del lado de su amiga, por alguna razón sentía que ella había hecho lo mismo cuando estuvo "muerta".  Mientras que cada noche, infaltablemente era él quien se quedaba ahí, mirándole dormir como prefería pensar, tranquila en aquella mullida cama.

Le gustaba cerrar sus ojos y verla entre sueños, le gustaba oír su suave voz cuando le comentaba de algún dato curioso, le gustaba ver su ceño fruncido cuando se molestaba con él e incluso le gustaba recordar los gritos cuando quería mandarle a hacer algo. Así era un Annabeth, y quería volver a tenerla con él.

Tomó la tostada que yacía sobre la mesa y la metió a su boca, la comió completa sin sentirle una pizca de sabor extraordinario o algo así, era un ritual. Comía por mera supervivencia, dormía por mero cansancio y vagaba como un fantasma en vida desde que había ocurrido aquello. Algo dentro de él se había roto en ese momento, y se había llevado toda su sed de vida con él.

Tragó el jugo que había en aquel vaso  y con eso dio fin a su "festín de desayuno". Se quedó sentado con la vista ausente mientras intentaba vaciar su mente, le dolía la cabeza y todo lo que pasaba dentro de él se abrumaba.

Sintió que alguien se sentaba en la banca donde estaba, ni siquiera se giró, simplemente se quedó ahí intentando por milésima vez convencerse de que todo iría bien.

- Percy – la voz de su amigo rompió el silencio, de todos modos tenía que agradecer que estaban ellos, sino su vida se hubiera ido directo a un hoyo negro sin chistar - ¿Estás bien? – Aquella pregunta le pareció sumamente idiota, se volteó a mirarle sin decir nada – sé que no... pero me refiero, a si estás mejor – afirmó el romano.

- no lo sé, no lo creo – suspiró derrotado, mientras miraba una de sus manos llena de cicatrices de tantas batallas. A veces se preguntaba ¿por qué él?, pero se recordaba que había sido afortunado de cierta forma, sino hubiera sido por haber tenido aquel destino no les hubiera conocido, nunca habría pasado por tantas cosas, ni mucho menos habría sido un héroe como le solían decir.

¿Héroe de qué? Si no había podido evitar que una de las personas que más le importaba estuviera en coma.  No merecía aquel título, ni ningún otro que le galardonara.

Era sólo un sesos de alga.

Miró al rubio a su costado, quien simplemente le miraba con preocupación. Se sentía débil y vacío por dentro, pero a pesar de eso no podía evitar la preocupación de todos, y por momentos le gustaría cerrar aquella puerta y quedarse sólo él a su cuidado. Y quería ser egoísta y no compartirla, quería ver cuando despertara y le volviera a sonreír.

- ya no puedo más – murmuró, mientras lanzaba uno de los vasos guarda abajo. Se estaba comenzando a desesperar, el cuerpo ya no le daba más, los ojos le pesaban, le dolía la cabeza y las articulaciones.

- sólo debemos esperar... - le dijo el rubio a su lado, mientras el moreno se volteaba a verlo.

- ¿esperar? – Movió la cabeza incrédulo - ¿crees qué puedo seguir esperando? – prácticamente escupió las palabras con dolor – no puedo pasar cada noche mirándola, sólo ahí, con los ojos cerrados... casi muerta –


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