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- Así que… tú eres hijo de Zeus – preguntó algo confundida, mientras apuntaba a Jason.

Todos estaban reunidos en la fogata nocturna que solía hacerse, los chicos se habían presentado a su amiga una vez más y le poco a poco le contaron un par de sucesos que habían vivido. Principalmente, el cómo se conocieron todos.

- en realidad… soy hijo de Júpiter – se rascó la cabeza – soy romano, pero me he encantado por el campamento mestizo y me he quedado aquí –

- pero, yo sí soy hija de Zeus – le dijo Thalia, metiéndose en la conversación.

- debe ser genial ser hijo de Zeus, es como el dios principal ¿no? – les quedó mirando la rubia, aunque dentro de ella pensaba que de todos modos no cambiaría ser hija de la diosa de la sabiduría.

- ¡claro! Te da un status – dijo Jason orgulloso de él mismo – ser hijo de los dioses principales te pone en la palestra, siempre apareces en las profecías – mientras decía eso pasó un brazo por los hombros con fuerza y atrajo a Thalia, quién le miraba con una ceja levantada.

- Nico también es hijo de un dios principal – habló Piper, mientras se reía del rubio hijo de Júpiter quién puso mala cara. Mientras a un lado el nombrado, sólo levanto las cejas en señal de que aquello era cierto.

- Percy también lo es – les recordó Hazel.

- ¿Percy? – la voz confundida y suave de Annabeth los sacó a todos de sus pensamientos. Todos la miraron sin saber qué decir - ¿quién es Percy? – volvió a preguntar aún más curiosa.

- hijo de Poseidón – le informó Malcolm, quién miraba a su hermana con algo de dolor en sus ojos – era tú mejor amigo, Annie – su voz salió suave, nunca le había gustado aquel chico pero si había algo que tenía que reconocer era que había dado su vida muchas veces por su hermana y por ende valía la pena al menos contarle de verdad quién era - … y estabas enamorada de él –

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- hijo, creo que deberías volver –

Sally Jackson era una mujer hermosa, bella e inteligente. Nunca le habían faltado amigos o pretendientes, sabía bien como llenar sus horas del día y por sobre todo, y para el deleite de su único hijo, era la mejor cocinera en la faz de la tierra. Pero, si había algo que era digno de alabar, era aquella capacidad que tenía para poder entender lo que le sucedía a todos y tener tacto al intentar ayudar.

Desde que la hija de Atenea había despertado y no encontró en sus ojos aquel brillo tormentoso, algo en él se había quebrado. Había aprendido que su “chica lista” era más de lo que esperaba o quería de una amiga, había notado que más que una amiga había subido en la escala y que se había ganado su corazón a base de golpes, sonrisas y datos curiosos.

Y por eso, no estaba seguro si tenía la fortaleza de volver a verla y saber que no sabía quién era. No estaba seguro si podía soportar que no recordara nada de lo que habían vivido.

- Perseus Jackson, te estoy hablando – la voz de su madre le sacó de sus pensamientos, levantó la mirada y se encontró con el ceño fruncido de su progenitora.

- mamá yo… -

- nada de eso, deberías ir – puso sus manos como jarras alrededor de su cintura - ¿crees que si te quedas aquí las cosas cambiarán? Pensé que con el tiempo habías aprendido que la única forma de reparar las cosas era haciéndolo uno mismo – y al terminar aquello le sonrió, mientras acariciaba su cabeza con ternura – cariño, ve con ella –

- lo sé mamá, lo sé – le sonrió con ternura, mientras apretaba sus puños con fuerza – sólo necesitaba que alguien más me lo dijera –

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Había algo en aquel lago que le traía infinita paz, desde que había llegado el azul de aquella agua la había cautivado de sobre manera. Se encontraba sumida en un silencio cómodo, dónde con suerte escuchaba el revoloteo del viento entre los árboles y algún que otro pajarillo que cantaba a momentos.

Mojó una de sus manos en las cristalinas aguas, estaba fría pero no tanto como pensaba que podía estar. Sonrió cuando notó que las ondas se expandieron hacia la lejanía, y más aun cuándo se fijó que unas extrañas formas se hacían en las mismas ondas, no propias del movimiento normal del agua.

- Annie – la voz suave de su nueva amiga, o vieja, la sacó de sus pensamientos. Se volteó para encontrar a la bella hija de Afrodita, quién con el cabello recogido a un lado con una flor rosa la miraba con una sonrisa extraña - ¿por qué no vienes a comer con nosotros? –

Aquel día había amanecido hermosamente soleado, y se había sentido atraída a ese lago. En realidad, de semana que llevaba allí, cada mañana sin falta iba hasta ese lugar para poder pensar. Aun se le hacía raro todo lo que estaba pasando, aun había mucho que no entendí y muchos otros detalles que poco a poco lograba comprender. Pero, como le había dicho aquel centauro, aun tenía mucho que escuchar.

- ¡claro! – le dijo, mientras sacaba su mano del agua, cuando hizo aquello una especie de ola se levantó frente a ella, logrando que se asustara. Aun no se acostumbraba a todas aquellas cosas que parecían de cuentos. - ¿¡lo has visto!? – se volteó asombrada mientras miraba a la otra chica, quién sólo se río.

- creo que Poseidón te saluda – se rascó la barbilla y luego de meditar un segundo negó con la cabeza – o quizás no, tu madre y él se llevan fatal… - le dijo sonriendo – entonces ¡Percy debe haber vuelto! – dio un salto, y se fue corriendo de aquel lugar, dejando a la rubia con la curiosidad taladrándola.

Se fue a paso rápido tras la chica, y cuando llegaron al centro del campamento, la vio preguntar a todos sus amigos por el chico que todos siempre nombraban como “Percy”. Pero al parecer ninguno le había visto.

- Está con Quirón – les informó Leo que venía llegando, mientras limpiaba sus manos negras de grasa.

La verdad es que tenía unas ganas extrañas de ver a aquel chico, desde que le habían dicho que era su mejor amiga sintió ganas de encontrarle y hablarle, pero cuando su propio hermano le dijo que estaba enamorada de él sentía retorcijones en el estómago. ¿Cómo debía actuar? ¿Se supone que él sabía que le gustaba? El problema es que por más que se lo preguntara, más ruido le hacia el hecho de que no recordaba nada de él, no tenía ningún recuerdo en su cabeza que le dijera que de verdad habían sido inseparables o algo así.

Solo era un desconocido más en ese minuto, sólo eso. 

Te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora