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- ¡No puedes entrometerte en cosas que no son de tú incumbencia! - estaba iracundo, y se podía notar a simple vista. 

- ¡Claro que es de mi importancia! - le retó ella, su mano voló a su cadera para darle una pose de superioridad - tú eres el que no tiene nada de decir - le miró altanera, desafiante, molesta. 

- Cuando firmamos el pacto, ¿lo recuerdes? ¡claro que lo haces! eres la Diosa de la sabiduria - se burló de ella - pero parece que ni tú misma puedes obedecer tus propias reglas - 

- ¿disculpa? - lo miró ofendida. 

- Dionisio tiene razón - la voz vieja y rasposa de Zeús, llamó la atención de los dos presentes, ambos se giraron a verlo. El rey de los Dioses simplemente les miraba asintiendo, era cierto, ellos habían firmado y era un contrato divino, irrompible, inquebrantable. 

- ¡es mi hija! - ella dio un paso, su cuerpo tiritaba producto de la ira - ¡tú mismo lo sabes! - retó al Dios del rayo, quien sólo negó con la cabeza - ¡tú también te has interpuesto! - 

- pero no de la forma en la que tú lo haces - 

- una vez salvaste a tú hija, ¿por qué yo no puedo salvar a la mía? - aspetó, una vez más. 

Desde la puerta dos Dioses miraban sin dar crédito a lo que escuchaban, un contrato divino era una cosa que no se podía romper, eso traería castigos innombrables, ambos se miraron son miedo. Sabían que Zeús en algún momento rompería era paz que estaba teniendo, y Hera más que nadie sabía que eso era cierto. 

La Diosa de la maternidad miró a su compañera, Afrodita, quién sólo negó con la cabeza, ambas sabían que Atenea era terca y eso era un problema. 

- prometimos no interferir - le miró, Afrodita asintió mientras volvía a mirar a los otros 3 Dioses - por eso ambas estamos aquí, y no abajo - su voz era suave, como el canto de un ave. 

- por eso nunca he ayudado a mis hijas a buscar el amor - sonrió con nostalgía la Diosa, ella más que nunca hubiera usado sus propios dones para ayudar a la gente que quería. Es que el amor era algo preciado, y ver como la gente en el mundo terrenal sufría por encontrarlo le rompía el alma, y lo sabía - el amor es algo preciado que se busca incanzablemente, ¿por qué Atenea rompió el lazo de esos dos chicos? - soltó la preguntal aire. 

- ¿Lo quieres saber? - respondió Atenea, al parecer la Diosa de la belleza había hablado muy fuerte, Hera suspiró frustrada al ser descubierta y vio como Zeús la miraba sólo a ella de forma severa, esta solo negó con la cabeza y él pudo relajarse un poco. 

- ¿Es que aun no lo entiendes? - volvió a hablar Dionisio, estaba muy molesto ya. Todos aquellos chicos que él cuidaba en el Campamento, al principio habían sido un castigo, aborrecía verles, sus risas y gritos, pero con el paso del tiempo había logrado tenerles un especie de cariño especial, aunque él sólo decía que "ahora simplemente les soportaba" - no tienes excusa válida - 

- ¿No la tengo? - se volteó molesta, entrecerró los ojos y suspiró liberando algo de tensión, luego miró a Zeús - ese chico, ese hijo de ... - tomó aire, decir ese nombre le provocaba nauseas - Poseidón sólo le ha traído problemas a nuestros hijos, y más que nada a los míos ¿no lo entienden?... tenemos que alejar a todos de él - 

- ¿Alejar a todos de Percy? - preguntó Dionisio, sentía como la vena de su sien se hinchaba de a poco.

- Sí de él. Cada profecía habla de él, cada monstruo lo quiere a él, cada cosa mala pasa cuando él está - 

- ¿y esa es tú excusa válida? - preguntó Zeús después de meditarlo un rato. 

- lo és - afirmó cruzandose de brazos - lo és - 

- Querida - la voz suave de Afrodita les llamo la atención, esta dio un paso hacia el cuarto bajo los ojos de Hera quién la miraba desde su posición - tú hija, mis hijas, sus hijos - dijo eso refiriendose a Zeús - todos han aparecido en las profesías, el Oráculo no escoje a la persona, viene pre destinada -

- Quizás tú hija estaba destinada a conocer al chico - murmuró Hera, Afrodita la miró sonriendo.

- Mis hijos nunca van a estar destinados a conocer a los hijos de Poseidón -

- Entonces... es un problema ajeno a ellos, es el problema que tú tienes con Poseidón - murmuró Zeús. La Diosa le miró enarcando una ceja, y él solo asintió - "no debemos ante poner nuestros propios problemas a los mortales" -

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 - Hay tantas cosas que aun no entiendo - susurró desde su asiento Piper, su cabello marrón lo estaba trenzando mientras esperaban al Dionisio que había ido a "hacer no sé qué" y les había dejado en su auto. 

- A veces cuando despierto, me preguntó si hubiera sido todo mejor si sólo hubieramos sido hijos de mortales - le sonrió Jason desde su lado, la chica asintió con suavidad. 

- ¡Debemos estar malditos! Cada semana nos sucede algo - dijo Leo, quería levantar el ánimo de todos - quizás si nos bañamos con cloro, todo desaparezca - sonrió. Pero al ver que cada uno estaba hundido en sus pensamientos sólo se cayó y volvió a apoyar su cabeza contra el respaldo de la silla. 

-  Pero... si no hubieramos sido hijos de Dioses, nunca los habríamos encontrado... todos vivíamos en diferentes ciudades, diferentes países - 

- Ese es el problema, Hazel - le dijo Frank, mientras movía sus piernas que ya comenzaban a dormirse de la posición en la que estaba - seríamos unos desconocidos -

- Y nos llevaríamos muy mal - sonrió con frustración Jason, mientras cerraba los ojos ya cansado - no podría soportar a Leo y sus comentarios - 

El aludido que estaba a un lado de él le pegó un codazo y el rubio simplemente se rió - ¡Yo taImpoco te soportaría musculín - 

- ¿Se imaginan yo siendo amiga de esta hija de Afrodita? Que solo tiene maquillaje y espejos en la cabeza - se rió Hazel desde la corrida de asientos atrás, Piper saltó de su asiento y la fulminó. 

- ¡yo tampoco sería amiga tuya, con tus desmayos y tus gustos raros del siglo antes de cristo! - chilló la chica desde su puesto.

- ¡hey! - 

- oh, cállate Frank, amiga tuya tampoco sería, eres un obsesivo compulsivo de Hazel - 

Ante el comentario de la hija de Afrodita, ambos chicos de la corrida de atrás se sonrojaron. Y desviaron sus miradas a las ventanas del automóvil. 

- ¿Se imaginan siendo amigos de la punk-mal-humor de Thalia o el emo-depresivo de Nico? - se burló Leo, mintras logró que todos se rieran. Estaba claro, aquello demostraba que a pesar de ser tan diferentes, estaban unidos por unos lazos más fuertes que una simple amistad - tampoco sería amigo del llóron hijo de Poseidón o la sabelotodo de Annabeth - sonrió, pero en vez de lograr que todos rieran, sólo se callaron. Leo se hundió en su puesto al darse cuenta que abrió al boca más de lo que debía.

Atrás en la última corrida de asientos estaba Annabeth, recostada en las piernas de Percy. Ella seguía inconsciente gracias a lo que le había dado Dionisio, mientras el hijo de Poseidón movía un cabello rebelde que había caído en la cara de la chica. Era hermosa, antes sus ojos lo era y siempre lo sería.

Aunque ella le odiara. 

Hola, hola ¿qué tal?. Yo aquí con bronquitis, pero al menos me ayudó a darme un cómo terminar la historia. Nos leemos pronto, que actualizaré prontito (lo prometo, lo prometo). No tengo más que decir, más quegracias por seguir leyendome, que en realidad sólo escribo para ustedes. ¡Les adoro! :)

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