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El campamento mestizo era un desierto, y las pocas personas que se dejaban ver eran los más jóvenes, quienes se dirigían a sus clases o cabañas. En la casa de Quirón se encontraba un gran grupo de semidioses, todos hacinados en la pequeña sala. Los griteríos iban y venían, y todos se removían inquietos en sus lugares.

Quirón golpeo con sus patas el suelo haciendo callar a todos los presentes. Los últimos días habían sido un desastre, y decir esto era poco.

- hoy volverá Annabeth, luego de pasar estos dos últimos días con el señor Chase, él tenía la tarea de contarle sobre el hecho de que es semidiosa. Atenea fue a visitarla ayer, y por ende debemos entender que no tiene dudas sobre este hecho importante – les contó el centauro.

Piper levantó la mano ansiosa, pero el centauro pasó de ella mientras se relamía los labios dispuesto a seguir su relato.

- desde ahora viene la parte nuestra, sus padres ya cubrieron lo más difícil – les dijo, mirando a cada uno de los campistas presentes – deberemos hacer una cronología, deberá saber a quiénes conoció primero y luego quienes, deben responder sus preguntas y tratarla casi como siempre – les dijo de forma severa, su voz subió de nivel – quizás, y lo más probable es que así recuerde, o eso me ha informado Atenea -  todos volvieron a asentir – también recuerden, que no deben atiborrarla de información, háganla digerible – les comentó, mientras volvía a su mesón a mirar unos papeles.

- Quirón – la voz de Clarisse se elevó por la de todos, el centauro hizo entender que le escuchaba sin mirarla - ¿deberá empezar a entrenar con los campistas principiantes? –

- prefiero que entrene aparte mientras – comentó, mientras se volteaba – Malcolm, quiero que cuando llegue, vayas por ella y la lleves a la cabaña, le enseñes su cama y todas esas cosas – el hijo de Atenea asintió con la cabeza.

- ¿Qué haremos con Percy? – la voz de Piper, suave y aguda les hizo a todos voltear a mirarla.

El centauro negó con la cabeza mientras cerraba los ojos – no sé cuándo volverá de donde su madre –

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Una chica rubia caminaba por el bosque, llevaba la vista fija en el suelo lleno de ramas. Muchas preguntas se agolpaban en su cabeza, llevaba una mochila con todas sus cosas a la espalda y aun así sentía que no sabía a dónde iba.

¿Qué le había pasado?

Cuando su padre le contó quién era su madre, no hizo más que reír y tomárselo todo como una broma de mal gusto. Pero, cuando minutos después aquella diosa griega (sí, diosa griega con todas sus letras) apareció en su casa todo lo que pensaba que era normal se había ido al carajo.

¿Era hija de Atenea? ¿Era eso posible?

Recordaba la historia de Hércules, aquel chico que era hijo de Zeus y una mortal, tal como ella. Pero, cuando se la contaron de niña solo pensó que fue un cuento infantil. Por un momento se sintió especial, confundida, pero especial.

¡Era una semidiosa!

Y vaya que ganas tenía de gritarlo, recordaba cuando era niña y siempre se encontraba tan normal y aburrida. Todo fue más confuso cuando sus padres le contaron que desde que era pequeña había asistido a un campamento, el “campamento mestizo” le llamaron y le contaron que ahí vivían todos los semidioses hijos de esos dioses griegos. Le dijeron que ahora que tenía 20, era prácticamente ese su hogar.

Luego de eso, le explicaron que sufrió un accidente y perdió la memoria. Su madre le regaló una especia de tabla antigua pero muy avanzada tecnológicamente en el fondo, donde le dijo que podía encontrar todo lo que necesitara para volver a ser ella. Su padre le contó que todos sus amigos estaban preocupados por ella y que debía volver al campamento cuanto antes.

Y ahora ahí estaba, caminando por un bosque que parecía no tener final con una pesada mochila al hombro.

Pero, cuando levantó la vista, se encontró con la entrada del glorioso campamento mestizo.  Sintió algo extraño en su estómago, era la misma sensación extraña que sintió cuando despertó y se encontró con ese moreno de ojos verdes brillantes. Negó con la cabeza, estaba muy confundida para entender algo.

Cuando estuvo a solo pasos de la entrada, un chico apareció frente a ella y le sonrió, fue tanto el cariño que le profesó que la hizo sonreír.

- Hola… - saludó cordial.

- ¡Annabeth! – el chico gritó su nombre con tanta alegría, abrió los brazos con la idea de abrazarla pero la chica se le quedó mirando – cierto, cierto – murmuro para sí, pero logró ser oído – soy Malcolm, hijo de Atenea – le dijo, la chica le miró curiosa – somos hermanos, o bueno… medios hermanos – le contó, mientras estiraba su mano para tomar su mochila – te mostraré la cabaña de Atenea, donde vivirás y has vivido –

- ¿Somos hermanos? – preguntó, el chico asintió y comenzaron a caminar.

De repente una chica apareció como un rayo y se paró a su lado, la abrazó con tanta fuerza que parecía que le sacaría la cabeza. Cuando se separó sus ojos estaban aguados.

- Piper… - la regañó el hijo de Atenea, la chica dio un paso atrás.

- lo siento, lo siento – negó con la cabeza – Hola Annie, soy Piper McLean, soy hija de Afrodita – se presentó – sé que no te debes acordar de mí, pero verte bien, me provocó saltarte encima – se disculpó.

La chica rubia algo sonrojada sonrió – soy Annabeth… oh, ya lo sabes – se quedó callada un segundo - ¿sabes? Sé que no te recuerdo y por más que lo intente no puedo – le dijo, mientras miraba sus pies – pero algo en ti desprende algo cálido, y me gusta – la miró.

- ¡Annie! – Saltó otra vez sobre ella – te extrañamos tanto ¡todos! Jason, Leo, Thalia, Frank, Hazel, Nico, Percy ¡Hasta Clarisse! – Sollozó – sé que no sabes quienes son – se separó mientras limpiaba sus ojos – pero los conocerás, éramos tus amigos –

- gracias, Piper – le dijo sincera – ahora, quiero conocer dónde viviré – le dijo a su hermano, y el chico asintió.

Te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora