Capítulo 10

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Guardamos un montón de comida, ropa, agua, tres linternas, fósforos y armas en tres mochilas, una para cada uno.

Nos subimos a la camioneta de mi padre y empezamos a andar en calles no muy conocidas para no encontrarnos con mucho tráfico.

Baird prendió la radio, no habían muchos programas, pero logró sincronizarla con una radio, en la cual estaban entrevistando al vicepresidente.

—Dígame, señor Turkey, ¿Es verdad que hay naves especiales para unas mil personas en algunos países del mundo?— preguntó el noticiero.

—Sí, es verdad. La cantidad exacta serían dos mil y una personas, la "una" sería quien tiene todo el control de la nave, pero no puedo dar más detalles— dijo el señor Ricardo Turkey.

—¿Por qué no está usted allí?— preguntó el reportero.

—Porque mi función no está en la nave, si no que aquí.

—¿Cuál sería esa función?

—Bueno, vera, ¿Por qué no se la pruebo?— dijo el señor Turkey y sonó como si se hubiera parado con el micrófono, caminado hacia la puerta, la abrió y finalmente la cerró con seguro.

—Tenemos unos cuantos proble... ¡Coff, coff!— de repente el noticiero empezó a tocar, al igual que todos los que estaban en la sala— hay un gas... coff, cofff... extraño, lo puso... coff, coff... el vicepresidente... coff, coff... Me duele mucho la... coff, coff... cabeza— trató de reportar el hombre.

—¿Qué estará pasando allá?— preguntó William con un tono de voz alarmado.

—No tengo ni idea— respondí preocupada.

—Pero no puede significar nada bueno— dijo mi papá.

Poco a poco las personas de la radio pararon de toser. Después de unos minutos había completo silencio.

Nosotros guardábamos mucho silencio, estábamos atentos a lo que pasaba.

—¿Qué hago aquí? ¿Quién soy?— preguntó el reportero.

—Esto no es bueno— dije alarmada.

—Como pueden ver, amigos— dijo el señor Turkey— este gas hace que olviden todo sobre ustedes, sobre su vida y el estado del planeta. Pero todavía falta un detalle— dijo y se escuchó como habría un sobre— esta vacuna que tengo en mis manos son nuevas memorias, todas idénticas. El ejército los llevará al lugar donde vivirán felices el resto de sus vidas. Entréguense y habrán posibilidades de que no los maten, escóndanse, y ya sabrán las consecuencias— dijo Ricardo y apagó la transmisión.

—Tenemos que arrancar— dijo Will.

—Me siento un poco adormecida— dije. Estaba mareada y con nauseas, así que cerré los ojos y me quedé dormida.

Me paré al escuchar que Alex me llamaba a ir a la nave. Seguí caminando no muy apurada, disfrutando de la naturaleza, ya que esa sería la última vez que la vería, o al menos que la vería originalmente, ya que había una parte de la nave donde replantaron diferentes árboles.

Estábamos acercándonos a la nave, antes de entrar me di vuelta y di mi último adiós a mi hogar.

Entré y pude ver a mi madre, Karina Langley, esperándome enfurecida a un lado de la entrada. Ella, antiguamente era profesora, ahora vivía con lujos gracias a que yo era la líder de todas las naves, la habían vacunado con la mejor vacuna y estaba en el Consejo Infinitum, el cual todavía esperaba la invitación.

Sueños GemelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora